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ARTE
El Egipto de Eduard Toda, en Madrid
El Museo Arqueológico Nacional expone por primera vez parte de la colección del diplomático
La curiosidad es una buena aliada, si no la mejor, para, sin pretenderlo, alcanzar grandes metas. Sin ella, sería imposible adentrarse en profundidad en cualquier tema y empaparse de él. Sólo llegando hasta al meollo de cualquier asunto se puede transmitir conocimiento y pasión por algo. Eso es lo que le ocurrió a Eduardo Toda i Güell (Reus, 1855-1941), una figura muy destacada de la egiptología española. Logró crear una de las colecciones egipcias más importantes conservadas en una institución pública española. Ahora, el Museo Arqueológico Nacional (MAN) da, por primera vez, buena cuenta en la exposición «El Egipto de Eduard Toda. Un viaje al coleccionismo del siglo XIX». Comisariada por Miguel Ángel Molinero Polo y Andrea Rodríguez Vall, está dedicada al diplomático y a parte su colección: 400 piezas de las más de 1.350 que logró reunir a lo largo de su vida. Podrán verse desde hoy hasta el 5 de octubre.
Hambre de conocimiento
Eduardo Toda i Güell fue un escritor, historiador de arte, columnista y licenciado en Derecho que llegó a hablar siete idiomas. Ya desde su adolescencia cultivó un gran interés por la literatura y el conocimiento. Con sólo 15 años, escribió su primer libro, «Poblet. Descripción histórica», centrado en el monasterio de Poblet, el cual se convirtió en una de las grandes obsesiones de su vida y que años más tarde restauró. La otra fue Egipto. Su curiosidad le alimentó el deseo de conocer y comprender otras culturas. La de este país le fascinó, así como la idea de transmitir todo su conocimiento y sus hallazgos en España. Explica Molinero Polo que fue el tío de Toda el que «le inculcó la idea de que es importante que las sociedades sean cultas para que sean más ricas, para que mejoren su moral. En sus viajes, Eduard Toda escribía y coleccionaba con la idea de que todo eso podría ser publicado y ser mostrado en España».
La obsesión por Egipto
Durante sus años universitarios en Madrid, Toda obtuvo una plaza en el cuerpo diplomático que, a partir del año 1876, le llevó a viajar por Europa y Oriente. Fue Egipto uno de los lugares que más le marcó. Allí llegó a ser vicecónsul de España entre 1884 y 1886. Se empapó de la cultura del país y se enamoró de sus restos arqueológicos. Todas esas pruebas materiales que aún permitían viajar al pasado se convirtieron en el absoluto centro de su atención.
El recorrido de la muestra permite conocer la figura de Eduard Toda a través de las antigüedades que reunió, así como de fotografías, publicaciones y documentos que han sido claves para comprender mejor su contribución al estudio y la divulgación de la cultura egipcia.
De las 445 piezas expuestas, cuatro quintas partes estaban ocultas en los almacenes. «Un poquito más de medio centenar de piezas proceden de la exposición permanente y el resto, de los almacenes. Este trabajo de investigación, documentación y restauración gusta especialmente en el museo porque pone en valor una colección poco conocida por el público», afirma la directora del Museo Arqueológico Nacional, Isabel Izquierdo.
La exposición comienza con una contextualización de la figura de Toda en el mundo del coleccionismo de antigüedades egipcias en España, que ya se dio antes de la llegada a Egipto del protagonista de la muestra. Sin embargo, matiza Molinero Polo que «solo conocemos un individuo que haya formado una colección de estas características, y ese es Toda. Además, lo hizo reuniendo un número de piezas increíble en un tiempo muy limitado, tan solo un año. Además, lo hizo escribiendo sobre el proceso de formación de la colección y sobre su contacto con los egiptólogos».
Su estancia en Egipto es la que ocupa el núcleo central de la exposición, ya que logró tomar contacto con algunos egiptólogos reconocidos, como el francés Gaston Maspero, director del Servicio de Antigüedades egipcias, que le permitieron participar en varias expediciones y yacimientos.
Entre las piezas, que abarcan un largo periodo histórico que va desde el año 3.500 a.C. hasta el siglo VII d. C, hay algunas muy representativas de las colecciones egipcias, como amuletos, joyas o escarabeos, y otras más especiales y únicas, como el vaso predinástico que se puede apreciar.
Destaca la caja de shabtis confeccionada en madera policromada, la única pieza que se conserva del equipamiento funerario de la tumba de Sennedjem, la cual Toda se encargó de estudiar cuando fue abierta gracias a la confianza que le ofreció Gaston Maspero. La caja se puede observar ubicada en una reconstrucción de la cámara funeraria pintada con vivos colores.
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