Éric Vuillard: «Macron habla de responsabilidad contra la voluntad del pueblo»
El escritor francés presenta su nueva obra «Una salida honrosa»
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Tras adentrarse en la Primera Guerra Mundial o en la Revolución Francesa, el escritor Éric Vuillard nos lleva en «Una salida honrosa» (Tusquets Editores) al desafortunado paso de Francia por Indochina y sus desastrosas consecuencias posteriores de la mano de Estados Unidos. Intereses políticos y económicos aparecen en un relato basado, muy basado, en hechos reales..
En su nueva obra usted afirma que «todos los días leemos una página del libro de nuestra vida, pero no es la buena».
En primer lugar, hay dos maneras de escribir: de forma transitiva o intransitiva. La transitiva es la que se refiere a la pasión, el origen normal de lo literario. La intransitiva es la que se aproxima a una realidad inmediata y donde la lengua es más espesa. La frase que usted me cita pertenece a este registro. Entrando en el lenguaje que empleo, si hablo de lo que sucede en la asamblea francesa lo tengo que hacer señalando de manera satírica y trágica. Es un decalaje.
En «Una salida honrosa» se incide en el hecho del gran negocio que es la guerra, dejando de lado la tragedia que supone en pérdidas de vidas. En Indochina fue muy evidente.
La primera cosa que destaca es que los militares franceses siguen manteniendo el mito de su guerra de Indochina. La colonización es un hecho social que quiere la explotación de los recursos. Sabemos que los colonizadores, por ejemplo, en su correspondencia, subrayan la búsqueda del oro. Veamos la de Cortés a Carlos V donde se evoca la riqueza, el oro que se ha encontrado, además de las joyas. Los recursos siempre son lo que importa. Sabemos que Perú era eso con el mito de el Dorado. El carburante siempre ha estado en la economía. Las conquistas, como Francia en Indochina, hablan de evangelización. Lo más fuerte es que no ocultan sus motivos que son económicos. Es como si hubiera una disyunción comitiva. No se puede olvidar que todas las empresas francesas que había en Indochina, fueran de explotación del carbón o de extracción del látex, tenían detrás a la Banque d’Indochine y firmaron sus estatutos en un gran edificio de París en el céntrico Boulevard Haussmann, que aún hoy pertenece a un banco.
«Cuanto más nos acercamos al poder, menos responsables nos sentimos». Eso es algo que dice en su libro el general Henri Navarre. ¿Está usted de acuerdo?
Me encanta que se haya fijado en esa frase que pongo en labios de Navarre. En realidad no es suya sino de François Mauriac, un escritor francés de derechas. Él vio el problema colonial y fue muy crítico. Publicó esa frase y fue uno de los pocos intelectuales que apostó por una negociación para salir de la guerra. Por todo eso tuvo que dejar «Le Figaro» para pasar a las páginas de «L’Express». Hoy lo vemos como un hombre de una gran lucidez porque décadas después nos enseña cosas. La frase de Mauriac es universal, sobre todo en un tiempo en el que se habla de la responsabilidad.
¿Todos hablan de responsabilidad?
Macron habla de responsabilidad contra la voluntad del pueblo, contra tres cuartas partes del pueblo. Mauriac nos habla de lo artificial del discurso de la responsabilidad y apuesta por volver la palabra a su justo valor.
Parece como si la Indochina francesa hubiera quedado oculta por el Vietnam estadounidense.
La guerra americana de Vietnam ocultó la guerra francesa, e incluso el cine americano hizo que los vietnamitas fueran meros figurantes, son los adversarios, anónimos, invisibles.
En sus libros usted habla de los aspectos más oscuros de la historia francesa.
De alguna manera es necesario hacer esto. Se trata de una cuestión de prioridades. Hacer una especie de inventario de estos episodios puedo entender que haya gente que le incomode, pero nos sirve para saber de dónde venimos.
Vietnam concluyó de la mano desastrosa de Henry Kissinger. ¿Qué le parece que aún sea homenajeado?
Kissinger sigue siendo alguien de culto, pero fue un hombre que llevó a la Humanidad a un callejón sin salida. Es lo que tiene la arrogancia, la falta de cultura.