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Defensora de la libertad

La escritora iraní, Marjane Satrapi, autora de "Persépolis", Premio Princesa de Asturias de la Comunicación

La guionista y dibujante es un símbolo de la libertad y los derechos de las mujeres sometidas a un régimen islamista

Hay autores que elevan la viñeta, que hacen que trasciendan ese recuadro de aire popular que tanto nos acompaña para convertirlo en un elemento superior, en una expresión del arte y un elemento de claro arraigo intelectual. Umberto Eco aseguraba que «cuando quiero relajarme leo a Engels, cuando quiero algo serio leo a Corto Maltés». El viejo maestro de la semiología sabía muy bien lo que decía y con esa frase entraba en uno de sus temas predilectos: la alta y la baja cultura; el discurso de los apocalípticos y los integrados. El autor de «El nombre de la rosa» reconocía bien los puentes y mimbres que anudaban esa frontera. Y los lectores de historias ilustradas, también.

Hace ya mucho tiempo que el cómic ha abandonado la cartografía del ocio y el mero entretenimiento con el que algunos todavía continúan vinculándolo, y que se ha convertido en un arma imprescindible de expresión y para denunciar injusticias sociales y políticas, tanto del pasado como del presente. Ahí está «Maus», de Art Spiegelman, que narraba el Holocausto judío a través de gatos y ratones; «Las crónicas de Jerusalén», de Guy Delisle, de enorme impacto visual y emocional, o la imprescindible denuncia de lo que son los conflictos bélicos que hizo en su cuaderno «La gran Guerra» otro de los grandes, el dibujante Joe Sacco, un artista de aire combativo que denunció la situación de Palestina en varios de sus trabajos y que ha denunciado la explotación de los recursos naturales en «Tributo a la Tierra» o las barbaridades que se cometieron en la ex Yugoslavia en su álbum «Historias de Bosnia». Se podrían añadir más dibujantes, como Paco Roca, que en «Arrugas» visibilizaba un mal tan duro como la enfermedad de Alzheimer.

En esta línea está Marjane Satrapi, que acaba de recibir el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Un reconocimiento que no es baladí ni tampoco casual. Un galardón que, como sucede en ocasiones con el Premio Nobel, está impregnado de cierta intención social y política. Se lo han concedido justo ahora, en medio del conflicto que agita Oriente Medio y cuando todavía no se ha olvidado la muerte de Mahsa Amini, una muchacha de 22 años que se había negado a llevar velo en las calles de Irán. El hiyab es una de las prendas que mejor define a este Estado teocrático y ahora, gracias a cientos de mujeres que han decidido hablar en alto, protestar, ser valientes y plantar la cara a este régimen, se ha convertido en uno de los símbolos de las personas que luchan por la libertad y un país donde se respeten las elecciones de sus ciudadanos.

Imagen de "Persépolis"
Imagen de "Persépolis"La Razón

Marjane Satrapi pertenecía a una familia acomodada de Teherán. Culta, progresista, con afición a la lectura, mostraron su desacuerdo hacia el régimen del Sha, que se hundía en medio de la corrupción. Pero lo que no podían imaginar es que la revolución islámica que traería Jomeiní se convertiría en un elemento de opresión asfixiante para las mujeres. De manera especial para ella, que había sido educada de una manera laica, que había sido enviada a las aulas del liceo francés, donde aprendió el idioma de Balzac, y que había crecido con una mirada individual y crítica. Como tantas personas en Irán, ella estudio Bellas Artes allí, donde el dibujo es muy popular y donde también goza de mucha afición la fotografía. Pero después, debido al ambiente, acabaría asentándose en Francia. Ahí, convencida por su amigo David B, haría una obra que enseguida se convirtió en una referencia: «Persépolis». Una novela gráfica que relataba su infancia en su país natal y que daba cuenta de la caída del régimen del Sha y el advenimiento del islamismo más fundamental. Todo un relato de cómo se pueden perder los derechos y lo que supone este gobierno para los habitantes que están cometidos allí.

El libro, que después gozó de una popular adaptación al cine, se convirtió en un auténtico «best seller» desde que llegó a las librerías de todo el mundo. Es una de las mayores denuncias que se han hecho de la situación de las mujeres en Irán y ponía en primer plano la represión que sufren, algo que no ha cambiado como prueban las últimas noticias que llegan del país, donde, incluso, se detienen a los vehículos para corroborar que sus ocupantes femeninos llevan colocado el obligado hiyab.

Desde entonces, su nombre se ha convertido en una referencia. Su último trabajo, «Mujer, vida, libertad» (Reservoir Books), ahondaba en esta línea y contaba la revolución femenina que se ha sucedido en su nación desde que murió Amini. Con la publicación de esta obra, Satrapi iba más de un nombre y aseguraba que la opresión que se ejerce allí contra las mujeres procede de toda una cultura, de fuerte arraigo patriarcal y que es intolerante con los derechos de las mujeres, aunque también subrayaba la importancia que tienen los hombres que se han unido a esta lucha emancipadora, apoyándolas a pesar de los riesgos que eso supone. A través de sus viñetas, Satrapi ponía de relieve cómo el hiyab y el velo son elementos de sumisión, y defiende un humanismo. El que asegura que todos, hombres y mujeres, tienen los mismos derechos y son iguales que los hombres