Sección patrocinada por sección patrocinada

Literatura

Los escritores rusos hablan de la intimidación que sufren y el intento de silenciarlos

Los novelistas Anna Starobinets, Liudmila Ulítskaya y Mijaíl Shishkin comentan a LA RAZÓN la orden de arresto contra Boris Akunin y la lista de libros vetados en su país, y explican cómo y por qué son perseguidos

De izquierda a derecha y de arriba a abajo, Mikhail Shishkin, Anna Starobinets, Liudmila Ulítskaya y Boris Akunin
De izquierda a derecha y de arriba a abajo, Mikhail Shishkin, Anna Starobinets, Liudmila Ulítskaya y Boris AkuninAFPEuropa Press

En diciembre incluyeron su nombre en la nómina de «terroristas y extremistas» por sus críticas a la guerra de Ucrania y hace tan solo unas pocas semanas un tribunal ordenaba su arresto porque había tildado a Putin de «dictador». Boris Akunin, uno de los novelistas más reconocidos de su país, un verdadero superventas y uno de los hombres de letras más reconocido, acababa de entrar en la nueva relación negra de escritores que parece que ha reabierto Moscú.

Desde hace tiempo parece que Rusia está empeñada en revivir los viejos tiempos de la Unión Soviética y renovar la archiconocida lista de autores represaliados que se hizo tan célebre durante aquellos funestas décadas. «Grisha y yo somos amigos desde hace muchos años y me duele ver cómo lo persigue el país que debería estar orgulloso de él. Boris Akunin, alias Grigory Chkhartishvili, pasará a la historia no sólo como el autor de detectives intelectuales leídos por todo el país. Es uno de los escritores más sabios y talentosos que conozco. Y su inmensa popularidad es absolutamente merecida. Durante los últimos veinte años ha sido, con diferencia, el autor más leído en Rusia», comenta a LA RAZÓN Mijaíl Shishkin, el escritor ruso contemporáneo más importante y más galardonado, que ha publicado «Sasha y Volodia» (editorial Armaenia) y del que la editorial Impedimenta publicará a partir del mes de marzo sus libros más sobresalientes, entre ellos «Mi Rusia», su título más emblemático.

«Bajo Stalin, se enviaron millones al Gulag; ahora, en la dictadura renovada del siglo XXI, basta con represiones selectivas».

Mijaíl Shishkin

Shishkin afirma que «la gente en Occidente no entiende cómo funciona Rusia. Los políticos occidentales dependen de su popularidad entre la población. En Rusia, la población depende del gobierno. Y no importa lo que haga el gobierno, no importa qué decisiones impopulares tome, no puede indignar a la gente de ninguna manera: aceptarán y aprobarán todas las decisiones de las autoridades, al menos no habrá protestas masivas». Después, insiste: «El principal objetivo del régimen es consolidar su poder por cualquier medio necesario. Y el método en Rusia es siempre el mismo: miedo e intimidación. Bajo Stalin, se enviaron millones al Gulag; ahora, en la dictadura renovada del siglo XXI, basta con llevar a cabo represiones selectivas».

«Mis libros han pasado de los escaparates a las estanterías menos vistosas de las librerías. Las bibliotecas los han eliminado de sus catálogos»

Liudmila Ulítskaya

En este mismo sentido se manifiesta a este periódico la escritora Liudmila Ulítskaya, autora de «Una carpa bajo el cielo» (editorial Automática), que se ha tenido que marchar de su país y que en la actualidad vive en Berlín. «Mis libros han pasado de los escaparates a las estanterías menos vistosas de las librerías. Las bibliotecas los han eliminado de sus catálogos. Son hechos de esta misma semana. A saber, qué puede ocurrir la que viene». La escritora, Premio Formentor, sostiene con pesar: «En Rusia, la guerra del Estado contra la cultura se libra desde tiempos remotos. Todo comenzó durante el reinado del zar Iván el Terrible, y es un proceso de gran envergadura que no ha cesado. La orden de detención contra Akunin significa una nueva etapa en la lucha del Estado contra la cultura». Ella misma va más allá y afirma: «El momento actual recuerda al de los años veinte del siglo XX, cuando emigró una parte importante de la élite cultural y científica rusa. Rusia vivió un éxodo masivo de los intelectuales. Actualmente el país está perdiendo profesionales muy cualificados. Y este proceso no ha empezado hoy, sino que desde los años 90 muchos investigadores se han ido al extranjero. Hoy, muchas universidades europeas y estadounidenses acogen a los eruditos rusos».

Los libros vuelven a ser peligrosos

Anna Starobinets, autora de «Tienes que mirar» y «La glándula de Ícaro», ambos publicados por Impedimenta, responde a este diario en esa misma línea: «Después de que comenzara la guerra de Ucrania, salí de Rusia con mis hijos. En mi Facebook, que, como probablemente saben, ahora está prohibido en Rusia, hice una declaración de que estaba en contra de la guerra y del régimen de Putin. Para mí era importante que mis lectores, incluidos los de Ucrania, lo leyeran. Desde entonces vivo en Tbilisi, Georgia». Este acto no ha pasado desapercibido y le ha costado caro: «Durante estos dos años he estado en Rusia dos veces; mis padres son ancianos. Las dos veces fui por tres días, porque se rumorea que en tres días las autoridades no tienen tiempo para hacer un arresto; las dos veces lo hice justo después de Año Nuevo, porque se rumorea que los arrestos son menos frecuentes durante las vacaciones de Año Nuevo, y en ambas ocasiones me quedé en el apartamento de un amigo, no en mi dirección registrada. También dejé a mis amigos en Georgia un poder sobre mis hijos por si me arrestaban».

Rusia acaba de publicar una lista de libros que deben retirarse de la venta, entre ellos de Murakami, Cunningham, Stephen Fry, Cortázar, Sorokin y Dostoievski

Starobinets explica que «Rusia acaba de publicar una lista de libros que deberían retirarse de la venta y de las bibliotecas porque contradicen los valores tradicionales rusos, por lo que ya puedo admirar la excelente compañía en la que seguramente me encontraré tarde o temprano. Hay más de 250 títulos en la lista, incluidos Murakami, Cunningham, Stephen Fry, Cortázar, Sorokin e incluso un libro de Dostoievski». La escritora se extiende un poco más y aclara que «además de libros y autores indeseables, en Rusia también hay “organizaciones indeseables” y que por cooperar con ellas se puede recibir una pena de prisión. Por ejemplo, está Radio Libertad. O Rusia Verdadera y el sitio web periodístico de Boris Akunin. Junto con él, varias otras figuras culturales, incluidos los escritores Oleg Radzinsky y Lyudmila Ulítskaya. Cuando True Russia fue declarada organización indeseable, recibí una llamada preguntándome si deseaba retirar mis mensajes de texto del sitio ahora, para no ser procesada penalmente».

Ulítskaya reconoce con pesar que «a diferencia de un científico, la escritura no requiere de un laboratorio. Se puede escribir en condiciones más duras, incluida la celda de una cárcel. Lo más triste es que las autoridades están truncando el futuro de la cultura de su propio país». Mijaíl Shishkin, por su parte, remarca: «Están siendo atacadas las personas más famosas en su campo, quienes, al parecer, deberían estar protegidas por su fama, aunque no sean verdaderamente enemigos peligrosos para el régimen. Recuerde el arresto del mundialmente famoso director de teatro Kirill Serebrennikov. Otro ejemplo es Alla Pugacheva. La célebre diva, una de las favoritas del pueblo, con cuyas canciones creció más de una generación, fue declarada enemiga del pueblo y huyó a Israel. Ahora es el turno de los escritores. Junto con Akunin, Ludmila Ulitskaya, la escritora más querida por las lectoras, cayó bajo la oleada de represión».

Ahora cualquiera puede ir a prisión y una cárcel rusa tal vez no suponga solo falta de libertad, sino también la muerte.

Anna Starobinets

Para el novelista, está claro el propósito: «De esta manera, el régimen envía un mensaje a sus súbditos: nadie tiene ni tendrá defensa contra nosotros. ¡Ten miedo y no protestes! ¡Guarda silencio o canta canciones patrióticas! Y la gente entiende el mensaje perfectamente. La experiencia histórica se volvió genética con las generaciones: durante siglos sólo sobrevivieron aquellos que aprendieron a comprender las señales del poder». Starobinets añade un apunte personal: «Ahora cualquiera en Rusia puede ir a prisión. Le ha pasado a mi amiga Zhenya Berkovich, directora de teatro y poeta, madre de dos niños adoptados. Simplemente ha ido a la cárcel porque estaba en contra de la guerra. Yo también tengo dos hijos. Y soy madre. Y una prisión rusa no implica solo falta de libertad, sino que, tal vez, también suponga la muerte. Ahora Navalny acaba de ser asesinado en prisión. Ahora Navalny acaba de ser asesinado en prisión».

Valores no nacionales

La novelista asegura que «todavía no he escrito el libro que definitivamente será prohibido en Rusia. Lo estoy escribiendo ahora. Hay un personaje gay. Por si alguien no lo sabe, el movimiento LGBT se equipara al terrorismo en mi país y mencionar un personaje gay en un libro se considera “propaganda de valores no tradicionales”. Se puede obtener una pena de prisión. También hay una trama fantástica, pero se desarrolla en el contexto de una guerra real: Rusia con Ucrania. Y está prohibido mencionar esta guerra en la literatura. Especialmente si el autor sostiene que Rusia es el agresor en esta guerra».

Mijaíl Shishkin explica que «los escritores en Rusia llevan mucho tiempo divididos entre “patriotas” y “liberales”, especialmente después de la anexión de Crimea. “Patriotas” como Prilepin, Sadulaev, Shargunov apoyaron la guerra contra Ucrania. La mayoría de los escritores “liberales” que condenaron la agresión se encuentran ahora en el exilio. Los que se quedaron en Rusia tienen que guardar silencio, pero es imposible. El conocido poeta Lev Rubinstein condenó la guerra y murió en un accidente automovilístico en enero de este año. Fue atropellado por un coche en un paso de peatones cerca de su casa en Moscú. A muchos les recordó el trato que Stalin dio al artista judío Mikhoels. Fue otra señal enviada desde arriba hacia abajo. También hay algunos escritores “liberales”, como un antiguo amigo mío, Evgeny Vodolazkin, que apoyó la guerra. Fue una gran decepción para mí. Pero cada uno tiene que tomar su decisión. Tarde o temprano afectará a todos en Rusia, y especialmente a los escritores, actores, músicos y artistas. Será imposible guardar silencio. Será necesario decir claramente: estoy en contra o a favor, con todas las consecuencias de esta fatídica decisión», concluye el escritor.

Starobinets tampoco es muy optimista y asegura: «No sé si algún día tendré el valor de volver a Rusia. Tal vez no. Permaneceré a salvo en el extranjero. Pero mi nombre desaparecerá de los carteles de teatro, las obras basadas en mis libros se representan en 12 teatros de Rusia, y mis libros tarde o temprano serán envueltos en polietileno. Así es como la ley trata los libros por ser “agentes extranjeros”. Los cuentos para mis hijos sobre tejones, búhos y liebres serán etiquetados como “18+” y “¡peligrosos!”. Las librerías se negarán a venderlos o tal vez los quemarán. No me sorprendería en absoluto que saliera una ley para quemar libros de autores de la oposición. En los últimos años, es como si todo el país hubiera sido transportado a una novela escrita por Bradbury o Bulgákov y viviera según la lógica de una pesadilla absurda y viscosa con demonios riendo y moviéndose en el Kremlin».

LA CAUSA CONTRA BORIS AKUNIN O CÓMO BORRAR EL NOMBRE DE UN ESCRITOR

El propio Mijaíl Shishkin comenta por qué se ha emitido una orden de arresto contra Boris Akunin. «Desde el principio, Grisha se opuso a la dictadura de Putin. Participó activamente en mítines de protesta, en la llamada revolución “blanca como la nieve” de 2011, actuó en mítines, organizó “paseos con escritores” de protesta por los bulevares de Moscú, a la que asistieron decenas de miles de moscovitas. A las autoridades no les agradaba, pero lo toleraban. Emigró incluso antes del comienzo de la agresión a gran escala de Rusia contra Ucrania y, por supuesto, se opuso a esta despreciable guerra».

Starobinets también se refiere a Akunin y menciona la nueva manera que existe de suprimir el nombre de los escritores en su país: «Boris Akunin fue incluido en la lista de personas buscadas en Rusia. Gracias a Dios, lleva tiempo viviendo en el extranjero y puede permitirse el lujo de bromear en las redes sociales: “¡Y sé dónde está este tipo!”. Antes de eso, Dmitry Glukhovsky fue incluido en la lista de buscados. Esto es una farsa destinada a intimidar a las figuras culturales de la oposición que permanecen en Rusia. Es imponer la orden de “¡Silencio!” Por cierto, que las obras de Akunin son bastante utilizadas en los teatros y cines rusos; solo que su nombre ha sido eliminado de las obras de teatro y películas basadas en sus historias. Una variante ideal. El autor no sólo guarda silencio: se ha ido».