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La masacre de Casas Viejas, “Seisdedos” y el fin de Azaña

Un día como hoy de hace 89 años, Cádiz era escenario y víctima de uno de los hechos más trágicos de nuestra historia reciente, incentivo de la mayor crisis política vivida en la Segunda República
LRLa Razón

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Se trató, en palabras de Juan García Oliver en “El eco de los pasos” (1978), de “una de las batallas más serias entre los libertarios y el Estado español, que determinó que los partidos republicanos y el Partido Socialista perdieran su influencia sobre la mayoría de los españoles”. Hace hoy 89 años, se producía en Cádiz una masacre que marcaría el destino tanto de nuestro país como del gobierno de la Segunda República y, por tanto, de Manuel Azaña. Se trata de la matanza de Casas Viejas, que tuvo lugar entre el 10 y el 12 de enero de 1933 en la localidad que le da nombre y que abrió una enorme crisis política, así como fue el inicio de la pérdida de apoyos políticos y sociales y, por tanto, de los momentos más trágicos de la Segunda República española.
Andalucía fue escenario y víctima de aquellos sucesos. Todo se desencadenaría el 8 de enero de 1933 en aquel pueblo -hoy su nombre es Benalup-Casas Viejas-, cuando se declaró una insurrección anarcosindicalista por toda España. Si bien las revueltas fueron rápidamente sofocadas por el Gobierno de Azaña, la de la pequeña aldea de Casas Viejas fue irrefrenable, hasta el punto de convertirse en uno e los sucesos más trágicos de nuestra historia reciente. Un recuerdo que, en opinión de José Luis Hernández Arango en su cinta “Casas Viejas 1933″ -se proyectó en agosto de 2021 en el Festival de Málaga-, “es ignorado por los españoles”. “Igual que a unos pueblos les toca la lotería, a nosotros nos tocó esta desgracia que no merecíamos”, dicen los vecinos en la cinta.
Así, en aquella madrugada del 11 de enero de 1933, se puso en práctica en Casas Viejas aquella “gimnasia revolucionaria”, consistente en impedir la consolidación de una república que tildaban de burguesa. Un grupo de afiliados a la CNT rodearon armados el cuartel de la Guardia Civil, en el que había un sargento y tres guardias. Y allí fue donde se produjo el primer tiroteo, por el que un guardia y un sargento resultaron gravemente heridos. Ambos murieron por los disparos, y ante esto la Benemérita envió refuerzos: un sargento con 12 guardias y, tres horas después, el teniente Gregorio Fernández con 4 guardias civiles y 12 de asalto. Comenzaron a detener a los responsables del ataque a la Guardia Civil, siendo el principal sospechoso Francisco Cruz Gutiérrez “Seisdedos”.
El anarquista fue denunciado por los vecinos como el máximo responsable del ataque, así como disparó desde el interior de una vivienda cuando llegaron a buscarlo, matando a un guardia de asalto. Una situación que empeoraba por momentos, ante lo que el gobierno de Madrid ordenó su fin por cualquier medio, abriendo fuego “sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas”. Y así lo hicieron. Rociaron de gasolina el lugar donde se hallaba “Seisdedos” y le prendieron fuego, muriendo el militante calcinado, junto con el resto de personas que había dentro de la casa.
Fueron detenidas doce personas y conducidas esposadas al edificio calcinado, donde les mostraron el cadáver para, acto seguido, ser ejecutados. “Como la situación era muy grave, yo estaba completamente nervioso y las órdenes que tenía eran muy severas, advertí que uno de los prisioneros miró al guardia que estaba en la puerta y le dijo a otro una cosa, y me miró de una forma que no me pude contener de la insolencia, le disparé e inmediatamente dispararon todos y cayeron los que estaban allí mirando al guardia quemado. Y luego hicimos lo mismo con los otros que no habían bajado a verlo, que me parece que eran otros dos. Así cumplía lo que me habían mandado y defendía a España de la anarquía que se estaba levantando en la República”, declaró el capitán Rojas Feijespán -quien comandó la compañía de guardias que envió el Gobierno-, a la Comisión Parlamentaria.
Estos sucesos obtuvieron una reacción periodística inmediata, así como un escándalo social que causó total conmoción. Una situación que, inevitablemente, se tradujo en un grave problema político para Azaña, quien respondió a lo ocurrido diciendo que “no se encontrará un atisbo de responsabilidad en el gobierno”. Así, con un Ejecutivo en crisis, el ex presidente se vio obligado a dimitir de su cargo en septiembre de aquel mismo año.

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