Cultura

El laboratorio de la Historia

El confesor de Putin

De nombre secular Gueorgui Aleksandróvich Shévkunov, el padre Tikhon fue estudiante de cinematografía

Vladimir Putin ha sido calificado como un «cristiano ejemplar»
Vladimir Putin ha sido calificado como un «cristiano ejemplar»SERGEY GUNEEV / KREMLIN POOL / SAgencia EFE
La fecha: 1998. Según el testimonio del padre Tikhon Shevkunov, confesor de Vladímir Putin, el hombre que rige hoy los designios de Rusia es un cristiano ejemplar.
Lugar: Moscú. El monje y el político se conocieron hace 22 años, durante los trece meses en que Putin fue jefe del servicio secreto por designación súbita de Yeltsin.
La anécdota. El padre Tikhon fue estudiante de cinematografía y se convirtió en un experto en yoga y sánscrito, hasta bautizarse a los 24 años para hacerse monje.

El hombre de negocios Serguéi Pugachev, convertido hoy en uno de los principales enemigos del presidente ruso Vladímir Putin, quien llegó a poner precio a su cabeza sin miramiento alguno, confesó a la periodista británica Catherine Belton en 2016: «Nunca le habría presentado a Putin a la Iglesia de haber sabido cómo iba a acabar todo». Se refería Serguéi Pugachev al padre Tijon Shevkunov, el sacerdote que llegó a conocerse como el «confesor» del presidente. La relación de Putin con el pope a quien el llamado «zar rojo» ha desvelado los lugares más recónditos de su conciencia sale a relucir ahora en mi último libro «El reloj del Apocalipsis», publicado por la editorial HarperCollins.

Con 59 años cumplidos, Serguéi Pugachev sigue siendo una molesta china en la bota del presidente de Rusia. Sin ir más lejos, Pugachev le contó a Catherine Belton que en cierta ocasión, cuando asistió con Putin a un servicio religioso el Domingo del Perdón, el último antes de la Cuaresma ortodoxa, le indicó que debía postrarse ante el sacerdote según la costumbre y suplicar acto seguido su indulgencia. «Me miró asombrado», recordaba Pugachev: «”¿Y por qué?”, me preguntó. “Soy el presidente de la Federación Rusa. ¿Por qué debo pedir perdón?».

Si nos atenemos al propio testimonio del padre Tikhon Shevkunov, consejero espiritual y confesor de Vladímir Putin, el hombre que rige hoy los designios de la nueva Rusia sería un cristiano ejemplar. Entrevistado por el periodista alemán Hubert Seipel en la primavera de 2015, el archimandrita con sotana y barba obligada no tuvo pelos en la lengua: «Vladímir Putin –aseguró el también vicario del patriarca Kirill– es un cristiano que no sólo se reconoce abiertamente como tal, sino que pone en práctica su condición de cristiano. Confiesa, toma la Sagrada Comunión y conoce sus responsabilidades».

El padre Tikhon era abad entonces del monasterio de Sretenski, con las clásicas cúpulas en forma de cebolla y los muros exteriores blancos en medio de Moscú, en la Bolshaya Lubianka. Paradójicamente, una manzana más allá se encontraba el cuartel general de la policía secreta soviética que asesinó o envió a campos de trabajo a decenas de miles de fieles ortodoxos durante la era de Stalin.

De nombre secular Gueorgui Aleksandróvich Shévkunov, el padre Tikhon había sido estudiante de cinematografía. En aquellos años devoró a Marx, Lenin y Trotski, y se convirtió en un experto en yoga y sánscrito, hasta bautizarse a la tardía edad de 24 años para hacerse monje poco después e ingresar finalmente en el monasterio de las cuevas de Pskov, en el nordeste de Rusia, cerca de la frontera con Estonia. Curiosamente, el mentor espiritual del padre Tikhon Shevkunov fue el archimandrita del monasterio, Juan Krestiankin, a quien en 1950 se le recluyó durante cinco años en un penoso campo de trabajo.

En 2008 el padre Tikhon produjo el documental El desmoronamiento del Imperio. La lección de Bizancio, emitido varias veces en «prime time» en la televisión rusa, donde se advertía a Rusia del grave peligro de contagio de la decadencia de valores en Occidente.

Su autobiografía titulada Neswatye swatye (El santo sin santidad), de la cual se vendió más de un millón de ejemplares, es un homenaje a la perseverancia y la bondad del estamento clerical durante la resistencia, y pasa de puntillas sobre la postura colaboracionista de la jerarquía eclesiástica con el régimen soviético.

Tikhon no es sólo amigo de Putin: es su gran colaborador en el intento de rehabilitar a la Iglesia como parte de la historia de Rusia en la memoria colectiva del país. El monje y el político se conocieron en 1998, durante los trece meses en que Putin fue jefe del servicio secreto por designación súbita de Boris Yeltsin. Desde entonces, su grado de complicidad ha crecido de modo exponencial.

Es indudable que la Iglesia proporciona a Putin un credo poderoso y unificador que se remonta al pasado imperial de Rusia y ensalza el gran sufrimiento y abnegación del pueblo oprimido, como si de una nueva «Tercera Roma» se tratase. El plan es ideal, desde luego, para convertir a los rusos en siervos y mantenerlos en la Edad Media. De modo que Putin, el zar rojo, pueda gobernar sobre ellos con un poder casi omnímodo.

La explicación de un magnate ruso a Catherine Belton, en noviembre de 2013, no tiene desperdicio: «Ese poder sagrado crea a su alrededor un cordón absolutamente impenetrable de inocencia. Las autoridades no pueden ser culpables de nada. Sirven a través de un bien absoluto».

AUTOCRACIA, PATRIA E IGLESIA

El oligarca ruso Stanislav Belkovski brindaba también a Catherine Belton esta certera reflexión sobre la filosofía del mandato de Putin: «Es un nudo de tres elementos. El primero es la autocracia: un gobierno fuerte, un hombre fuerte, un padre, un tío, un jefe. Es un régimen autocrático. El segundo elemento es el territorio, una patria, el amor al país y esas cosas. El tercer elemento es la Iglesia. Es el elemento que lo une todo. Es el cemento, por así decirlo. Da igual que sea la Iglesia o el Partido Comunista. No importa demasiado. Si nos fijamos en la historia de Rusia, siempre ha habido esos tres elementos juntos. Putin se preocupa mucho de aunar esos tres elementos. Es la única manera de mantener el país completo. Si retiramos uno de esos elementos, el país se viene abajo». La Iglesia constituía así el cemento armado del imperio gobernado por Putin.