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Una cuestión de arraigo...
En esta fotografía se puede ver al "Ángel del Alcázar" en la segunda fila de abajo: el quinto por la derecha, con gafas y corbata
Javier Paredes

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Hace días me mandaron el enlace de un artículo con este título: «Anatomía del horror: las razones ocultas de las matanzas de clérigos de 1936». Y aclaraba el subtítulo: «Una investigación contradice la tesis de la explosión de odio como causa principal y detecta un carácter “estratégico” en los asesinatos de religiosos de la Guerra Civil». 
Ante semejante anuncio de las «razones ocultas de las matanzas de clérigos de 1936» me leí el artículo para saber en qué consistía ese «carácter estratégico» que provocó la mayor persecución durante toda la historia la Iglesia católica. Y no había acabado su lectura cuando ya me enteré de las pretendidas «razones ocultas»; las mismísimas razones que daban algunos cuando ETA asesinaba a algún español desconocido por su falta de relevancia económica o política: «Algo habrá hecho». El artículo de «El país» resumía otro publicado en la revista «Comparative Political Studies» titulado «Mobilization Capacity and Violence Against Local Leaders: Anticlerical Violence During the Spanish Civil War» («Capacidad de movilización y violencia contra líderes locales: Violencia anticlerical durante la Guerra Civil española»). Sus autores son Paloma Aguilar, profesora de la UNED; Fernando de la Cuesta, profesor asistente de la Complutense; Francisco Villamil, profesor asociado de la Carlos III; e Ignacio Sánchez Cuenca, catedrático de la misma universidad que el anterior. A final de su escrito declaran «haber recibido el siguiente apoyo financiero para la investigación, autoría y/o publicación de este artículo: agradecemos el apoyo financiero del Ministerio de la Presidencia de España (proyectos 191MD2021 y 102MD2022)».
De siempre, las ayudas a la investigación para la universidad las concedía el Ministerio de Educación, de modo que descifren ustedes la que significan las siglas «MD», únanlo al Ministerio de la Presidencia y entenderán de qué va el juego.
El artículo de la revista inglesa tiene 33 páginas a las que se unen 13 apéndices. Afirman estos autores que han recogido datos de 4.000 municipios, lo que equivale a casi la mitad de los pueblos existentes actualmente en España, pero en el texto no se proporcionan los datos ni los nombres de los mismos. Se limitan a exponer las conclusiones de esos datos que, ¡oh, casualidad!, coinciden con los argumentos que se han utilizado de siempre para justificar el sectarismo anticlerical de la Segunda República: «La Iglesia católica, como estaba unida a los intereses de los poderosos especialmente desde el siglo XIX...». Y tan unida, como que en el siglo decimonónico los poderosos, –porque supongo que Mendizábal y Madoz tenían algún poder–, mediante las leyes desamortizadoras, le quitaron a la Iglesia buena parte de sus bienes...
Pero lo que es sorprendente es la tesis central de ese artículo. Según los autores subvencionados por la Presidencia, el odio generalizado contra la Iglesia en toda España produjo que las matanzas de sacerdotes y religiosos fuera mayor donde la iglesia estaba arraigada con mayor fuerza. Y digo yo, ¿por ejemplo, en Navarra? Porque solo hace falta ver las grandes dimensiones que tenía el seminario de Pamplona para deducir lo arraigada que estaba la Iglesia en Navarra. Y en el Viejo Reino no hubo persecución religiosa. A ver si los motivos de la persecución fueron otros que los del arraigo mayor o menor de la Iglesia...
El argumento del «arraigo» es justamente el contrario: la persecución religiosa fue más cruenta donde mayor arraigo tenía... ¡En el Frente Popular! Como muestra, un botón. En las elecciones de febrero de 1936 en Aragón, la derecha fue mayoría en Zaragoza y Teruel, pero en Huesca ganó el Frente Popular cuatro a uno. Fueron elegidos diputados Casimiro Lana Serrate e Ildefonso Beltrán, de Izquierda Republicana; Joaquín Mallo, de Unión Republicana; Julián Borderas, del PSOE; y José Moncasi Radigales, de la CEDA. Pues en esta provincia se encuentra la diócesis de Barbastro, donde murió mártir el 81% de su clero.