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Los juegos de cañas, un pasatiempo morisco en la corte de los Austrias

Fue una práctica de origen islámico que evolucionó en la España medieval hasta convertirse, en tiempos de los Austrias, en un fastuoso espectáculo cortesano de acción bélica

Juegos de cañas en la Plaza Mayor
Juegos de cañas en la Plaza MayorMuseo de Historia de Madrid. Juan de la Corte (1623)

El juego de cañas fue una práctica lúdica en la sociedad medieval hispana, y tuvo diferentes manifestaciones a lo largo de la Edad Media y Moderna, desde la presencia de estos juegos a modo de baile realizados por musulmanes acompañando al Corpus Christi, hasta la simulación de acción bélica al modo de torneo al que acudían vestidos a la morisca reyes y aristócratas a mediados del siglo XV. En los siglos XVI y XVII los juegos de guerra se habían institucionalizado y a modo de ceremonia pública se celebraba en las grandes plazas urbanas como la Plaza Mayor de Madrid. El espíritu del juego giraba en torno a simular una acción bélica o de combate. Consistía en hileras de hombres montados a caballo (normalmente nobles) tirándose cañas a modo de lanzas o dardos y parándolas con el escudo. Se hacían cargas de combate, escapando haciendo círculos o semicírculos en grupos de hileras.

El origen de esta práctica es discutido, aludiendo algunos autores a su origen romano o etrusco, pero la realidad es que en la península ibérica no aparece ninguna práctica similar en los textos altomedievales como las Etimologías de Isidoro de Sevilla aunque si describa los juegos gladiatorios: «Múltiples son los tipos de juegos gladiatorios; el primero es el ecuestre. Precedidos por estandartes militares, hacían su aparición dos jinetes, uno por la parte oriental y el otro por la occidental, a lomos de blancos caballos y pertrechados con pequeños cascos dorados y armas muy apropiadas. Con atroz perseverancia, cada uno según su valor, iniciaba la pelea, combatiendo hasta lograr la muerte del contrario; el que sucumbía se hacía acreedor a la desgracia, mientras su matador obtenía la gloría. Este ejercicio militar se efectuaba en honor de Marte, dios de la guerra».

Una práctica de origen islámico

A lo largo de la Edad media aparecen en las fuentes justas y torneos, y también otra serie de prácticas desarrolladas por musulmanes en las que éstos demostraban su fuerza y habilidades con las cañas. Este origen islámico de esta práctica es señalada por el historiador Juan de Mariana (1536-1623), uno de los eruditos que con mayor profundidad tocó el mundo del juego. Era Mariana un defensor convencido de estas prácticas lúdicas, tal como lo demuestra en su obra «Del rey y de la Institución Real» (1559), libro II, capítulo V, donde nos habla del ejercicio del cuerpo describiendo el juego de cañas a la manera de los moros. Si bien la práctica del baile con cañas estaba institucionaliza entre los mudéjares en ceremonias cívicas, lo cierto es que el espíritu caballeresco de las justas y torneos había calado en la sociedad castellana, y también en la Granada nazarí transformándose esa práctica en combates simulados a modo de espectáculo llegando a convivir ambas prácticas un tiempo. En la región de Jaén, en la época del Condestable Lucas de Yranzo los señores andaluces se entregaban con entusiasmo al juego de cañas. Una embajada granadina ante la corte del rey Juan II, tuvo un notable éxito practicando este tipo de juego. En tiempos de Muhammad VIII, en una carta de la cancillería nazarí de 1430 y dirigida a Alfonso V, enumera entre los regalos destinados al rey aragonés, un equipo para el juego de cañas.

Jerónimo Münzer nos ha transmitido una descripción del juego de cañas al que asistió en Granada el 26 de octubre de 1494. El conde de Tendilla, había convocado a los cien jinetes más diestros en una explanada que hay en la Alhambra destinada a estos juegos. Alonso de Palencia, relata la táctica del juego de cañas al evocar una justa disputada en Jerez en honor de los Reyes Católicos. El juego, aunque era peligroso, servía de entrenamiento y de simulacro de batalla entre los caballeros, el caballero que ganaba era el que se zafaba de los golpes y que conseguía apalear a sus contendientes.

El juego y su práctica decayó en la segunda mitad del siglo XVI pero, volvió a recuperarse gracias al rey Felipe IV (1605-1665). En los festejos de la inauguración del el Palacio del Buen Retiro llegó a participar el mismo Felipe IV quien corrió y gano la competición junto con el Conde Duque de Olivares. Durante el siglo XVII el juego se convirtió en un verdadero ballet ecuestre en el los nobles exhibían sus galas y sus mejores caballos hacían las cabriolas mas inauditas. En el manuscrito de la Biblioteca de Palacio, Doménico Rossi ilustra la indumentaria de los asistentes al simulacro de combate, junto con la música del espectáculo acompañada por dos orquestas de viento, oboes, clarines y fagots. Dado el elevado costo de la ceremonia y su carácter nobiliario y real asociado a los Austrias menores decayó al mismo tiempo que la dinastía, el siglo XVIII y no era más que una entrada en el diccionario.