Entrevista

Roberto Villa sobre el golpe de 1923: "Las dos repúblicas desembocaron en guerras civiles y dictaduras"

El historiador acaba de publicar "1923, el golpe de Estado que cambió la historia de España" y sorprende con los paralelismos con la España y el PSOE de hoy

Entrevista con el Historiador Roberto Villa García
El historiador Roberto Villa GarcíaAlberto R. RoldánLa Razón

−Al leer tu libro, uno ve la quiebra del sistema de partidos, el papel del rey y de los nacionalismos en 1923, y tiene vértigos pensando en la España de 2023.

−La crisis de 1923, que desembocó en un golpe de Estado, nos alerta de algunos factores. La Historia ofrece lecciones. En mi libro muestro algo muy actual. Las democracias también caen porque los partidos que deberían actuar con lealtad hacia el sistema político ponen en cuestión sus principios y sus mecanismos con actos que los menoscaban y les restan legitimidad. No es determinante que exista, por ejemplo, una crisis económica o una insatisfacción puramente material. En 1923 fue clave la existencia de una crisis de eficacia; es decir, un repudio generalizado a un gobierno incapaz de diagnosticar y solucionar los problemas básicos, y de preservar el imperio de la ley. Ahora en 2023 nos enfrentamos a algo peor: a una crisis de legitimidad.

−¿En qué debemos fijarnos entonces para examinar la salud de un sistema democrático?

−La crisis de 1923, que desembocó en un golpe de Estado, nos alerta de factores como la fragmentación del sistema de partidos, el debilitamiento de la mecánica bipartidista y el veto de las minorías sectarias, las dificultades en la articulación de mayorías parlamentarias y de gobiernos estables, las repeticiones electorales, la eclosión de un nacionalismo abiertamente secesionista, el terrorismo y su banalización, y la protección de nuestra importantísima frontera meridional, con Ceuta y Melilla.

−En su libro señala que el PSOE desestabilizó la monarquía liberal de Alfonso XIII y luego colaboró con la dictadura de Primo. ¿Guarda algún parecido aquel partido con el actual?

−El PSOE de 1923 era un partido marxista y, además, con el declive del viejo republicanismo se había erigido en el abanderado de la causa republicana.

−Es que el republicanismo en España siempre ha sido una forma de hacer la revolución.

−Exacto. Además, aquel PSOE era el apéndice político de la UGT, que más que un sindicato estaba destinado a ser el núcleo del futuro Estado socialista que debía sustituir a lo que llamaban «Estado burgués». Meras ínfulas, pues el PSOE era un partido pequeño. De hecho, su mejor resultado electoral fue en 1923: 7 diputados, de un total de 409.

−¿Pero las elecciones fueron limpias?

−En general, sí. Y el ascenso del PSOE fue anecdótico. Los socialistas volvieron a caer en las elecciones provinciales, donde sacaron solo cuatro escaños en toda España. Su debilidad electoral explica que se dispusieran a participar como brazo civil de un movimiento militar en el verano de 1923, el del general Francisco Aguilera, presidente entonces del Consejo Supremo de Guerra y Marina.

−¿Un PSOE golpista? ¿No eran cien años y más de honradez?

−Era coherente con lo que los socialistas llamaban su «oportunismo revolucionario»: su participación en las instituciones de la monarquía liberal era utilitaria y no implicaba renunciar a derribarla cuando se presentara la oportunidad. El PSOE ha querido mitificar su pasado sin crítica, santificando a sus dirigentes históricos y ocultando sus comportamientos antidemocráticos sin propósito de enmienda, y eso explica que éstos vuelvan a aflorar. En especial, esa idea instrumental de la Monarquía parlamentaria, de la democracia liberal y de sus reglas básicas. Solo las apoyan si sirven para apuntalarles en el poder. En caso contrario, esas instituciones y reglas son maleables y prescindibles.

−¿Está diciendo que el PSOE ha sido en la historia un partido accidentalista sin más patriotismo que el de partido?

−Básicamente. En el PSOE existe una devoción al partido como sujeto colectivo que es superior a la lealtad a la comunidad política sobre la que se fundamentan las libertades y la democracia, que es España. De ahí que cuestionen la nación y su forma de gobierno si con ello obtienen el apoyo del secesionismo nacionalista para continuar en el poder. No es incoherente con su propia historia. Antes de 1977 el PSOE había defendido la autodeterminación de las nacionalidades del «Estado español». En 1923, Julián Besteiro defendió en las Cortes la independencia de Cataluña, pues la nacionalidad, dijo, «no se podía mantener por la fuerza».

−En 1917, según contó, se acarició una revolución, y en 1923, un golpe de Estado apoyado por casi todos. ¿Puede decirse que la historia contemporánea de España es una historia de libertad?

−Quizá como especialista en las crisis y quiebras de las democracias, no suelo tender al optimismo. Desde una perspectiva amplia y comparativa, España tiene una historia constitucional de las más largas en Occidente, con múltiples esfuerzos por establecer y asentar un Gobierno representativo que garantizase la libertad. Ahora bien, nuestra historia constitucional es también disruptiva. Costó muchas décadas asimilar que la libertad es inseparable del imperio de la ley, reconocer el pluralismo político y que el adversario político no es un enemigo, y, en suma, tener un sistema de partidos estable, y una alternancia pacífica con procedimientos electorales limpios y una sana competencia por el voto. España había comenzado a lograrlo en la Restauración, tan denostada como mal conocida. Por eso la quiebra de 1923 fue tan dramática. Nos hizo retornar otro medio siglo a los regímenes exclusivistas, fundados en la imposición de unos españoles sobre otros.

−Hablemos de la monarquía. En su libro rompe la tesis tradicional de que Alfonso XIII participó en el golpe de 1923. ¿Cuál ha sido el papel de la monarquía en la consolidación de la libertad en España?

−Puede decirse que desde que la monarquía se hizo constitucional, con la regente María Cristina de Borbón, en 1834, el balance hasta Felipe VI indica que la Corona es inseparable de la libertad en España. Del mismo modo que la unidad nacional tampoco puede entenderse al margen de la monarquía.

−De ahí los ataques de los nacionalistas a Felipe VI.

−Claro. La Corona fue clave en la conformación de España y su consolidación como sociedad política. Por ello, simboliza su unidad y garantiza su pervivencia. Desde 1834, la Corona se identifica además con la libertad y, ya después, con la democracia. Esto se aprecia mejor si se evalúan los resultados del republicanismo en España. Las dos Repúblicas desembocaron en guerras civiles y dictaduras, y hubo que restaurar dos veces la Monarquía para restablecer la libertad constitucional.

−Describe a un pueblo español aplaudiendo el golpe y la dictadura en 1923. Se cae el mito del pueblo democrático.

−El caso de 1923 muestra la inconsistencia del relato, desempolvado de nuevo por algunos ensayistas, que nos muestra un supuesto «pueblo» honrado y trabajador, que ama una libertad de la que le está privando constantemente una «oligarquía» autoritaria, incompetente y corrupta. Ahora bien, lo paradójico es que aquellos españoles, acostumbrados ya al gobierno constitucional, demandaban algo tan esencial en democracia como el «liderazgo», es decir, alguien que rompiera el bloqueo político y se responsabilizara de diagnosticar correctamente sus problemas y solucionarlos. Como no surgió ese liderazgo de entre los prohombres del régimen constitucional, se dejó el camino abierto a un caudillo como Primo de Rivera.

−En su libro señalas el nacionalismo como un factor de la quiebra de 1923. ¿La «España plural» ha sido en la Historia una coartada para las oligarquías nacionalistas o un proyecto común de respeto y unidad?

−Todo colectivo de seres humanos es plural por definición, pues no hay dos individuos iguales. En realidad, el discurso de la «España plural» solo sirve para reforzar la aspiración de los nacionalistas de acabar con la única nación real, la española. Los nacionalistas han conseguido convencer a muchos ciudadanos de la ficción de que no son españoles. Y a otros muchos de que es normal que unos se arroguen decidir en un referéndum si se priva de sus derechos civiles a todos los demás en una parte de su territorio. Un absurdo que, de consumarse, arrasaría los fundamentos de nuestro régimen constitucional.

−¿Por qué la izquierda española se ha aliado con quien quiere romper la unidad del país? Lo hizo en 1917, en 1931 y ahora.

−Hay más: 1906, 1923, 1934 o 1936. La izquierda republicana y la de «clase» actuaron históricamente como fuerzas antisistema: por eso se aliaron con el nacionalismo y asumieron sus demandas. En perjuicio, claro, del proyecto nacional español, con el que mantuvieron una relación distante al no lograr implantar sus proyectos propios: la «República» y el «Socialismo”.