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Objetos universales

Las siete maravillas de ayer y de hoy

En la tradición greco-latina algunos monumentos eran famosos por su belleza e importancia comenzando la tradición de las listas de las Siete Maravillas Calímaco de Cirene de la biblioteca de Alejandría, en nuestros días la lista es votada por el público

Faro de Alejandría
Faro de AlejandríaX

En el mundo antiguo existió una lista con siete monumentos que variaban según los diferentes autores, siete como fueron los sabios de Grecia, las colinas de Roma, las artes liberales o los pecados capitales. La costumbre griega de confeccionar listas se remonta a Hecateo de Mileto y Herodoto de Halicarnaso, pero la primera de monumentos se debe a Calímaco de Cirene, bibliotecario de la Biblioteca de Alejandría, en el siglo IV a.C., quien escribió un libro titulado «Sobre las maravillas de todas clases reunidas por lugares». En esta obra prima el gusto por los lugares remotos y lejanos que tanto se desarrollaría en la tradición grecorromana. Se cree que una de las primeras listas fue recogida por Antípatro de Sidón, quien menciona en un poema las murallas de Babilonia con una calzada para carruajes , la estatua de Zeus junto al Alfeo así como los jardines colgantes, el Coloso del Sol y las altas pirámides, la vasta tumba de Mausolo y el templo de Artemisa.

La sabiduría popular

La lista formó parte de la sabiduría popular en la época romana: en el siglo I d.C. se encuentran referencias a las Siete Maravillas en la obra de Valerio Máximo «Factorum et dictorum memorabilium», un manual de retórica escrito en torno al año 31 que pretende ensalzar una serie de virtudes romanas a través de una compilación de hechos memorables procedentes de mitos y relatos tradicionales de historiadores. En este contexto aparecen las menciones al Mausoleo de Halicarnaso y al Templo de Artemisa en Éfeso como referentes del amor conyugal y del afán de gloria respectivamente. Por su parte, Estrabón calificó expresamente la Muralla de Babilonia como maravilla del mundo, aportando datos que muy probablemente procedían de los escritos de Onesícrito de Astipalea, quien participó en las expediciones de Alejandro Magno y escribió una obra sobre él que no se ha conservado completa. También Plinio el Viejo en su «Historia Naturalis» menciona entre las Siete Maravillas el Templo de Artemisa, los Jardines Colgantes, las Pirámides, el Zeus de Fidias, el Faro de Alejandría y el Coloso de Rodas, existiendo otras obras prodigiosas dignas de mención como la Ciudad de las Cien Puertas de Tebas. Sería el poeta hispano Marcial uno de los primeros en referirse al Coliseo de Roma como uno de los monumentos más importantes de las humanidad en su «Libro de los espectáculos». Ya en el siglo IV d.C. las obras arquitectónicas romanas aparecían en los textos de Gregorio Nacianceno, arzobispo de Constantinopla, quien mencionaba la Tebas egipcia con sus templos, los muros de Babilonia, el sepulcro de Mausolo, el conjunto de las pirámides, el Coloso de Rodas, el capitolio en Roma y el monumento a Adriano. En la Alta Edad Media las maravillas citadas en las listas son un tema recurrente entre filósofos y eruditos; Gregorio de Tours (539-584) va a incluir dos nuevas que no habían aparecido hasta ahora: el Arca de Noé y el Templo de Salomón, dos maravillas bíblicas que van a sustituir a obras paganas, como eran el Zeus de Olimpia y el Templo de Artemisa en Éfeso.

Por su parte, Beda el Venerable (672-735), el autor de la primera historia de los ingleses tras visitar varias abadías y comunidades eclesiásticas en las islas británicas, también mencionaba las obras de la antigüedad clásica en «De septem mundi miraculis» como el Capitolio de Roma, el Faro de Alejandría, el Coloso de Rodas, la estatua ecuestre de hierro de Belerofonte, el baño de Apolonio, posiblemente las termas de Caracalla, el teatro de Heraclea y el templo de Artemisa. A grandes rasgos, se podría decir que la tradición de las maravillas continuó en Bizancio descritas las mismas como «espectáculos», y en Occidente se mezcló con la tradición de los «Mirabilia Urbis Romae», guía de Roma escrita por Benedicto, canónigo de la basílica de San Pedro, en 1140 describiendo de modo legendario los lugares de Roma. Las listas de maravillas se fueron mezclando y multiplicando hasta el siglo XVI, cuando el pintor neerlandés Maerten van Heemskrerck realizó siete cuadros representando a las siete maravillas y eligiendo aquellas que tenían un mayor consenso en las obras conocidas en su tiempo: la Gran Pirámide de Guiza, construida sobre el 2570 a. C. para el faraón Keops; los Jardines Colgantes de Babilonia, construidos entre el 605 -562 a. C. y que perduraron hasta no más allá del 126 a. C.; el Templo de Artemisa en Éfeso, comenzado a levantar por el rey Creso hacia 550 a. C. y destruido por un incendio en 356 a. C. (Alejandro Magno ordenó su reconstrucción); la estatua de Zeus en Olimpia, esculpida hacia 430 a. C. por Fidias; el Mausoleo de Halicarnaso, empezado por el sátrapa Mausolo y continuado por su mujer Artemisia hacia 353 a. C.; El Coloso de Rodas, forjado a finales del siglo III a.C. por Cares de Lindos y ubicado en el puerto de la ciudad de Rodas; y por último el Faro de Alejandría, construido entre el 285-247 a. C. en la isla de Faros, a la entrada de Alejandría (Egipto), para guiar a los navíos que se dirigían a los dos puertos con que contaba la ciudad.

Inspirada en esta lista, en 2007 una empresa privada de nombre New Open World Corporation organizó una competición entre monumentos, siendo los más votados el Chichén Itzá en México; el Coliseo de Roma; la estatua del Cristo Redentor en Río de Janeiro; la Gran Muralla China; el Machu Picchu, en Perú; Petra,en Jordania; y el Taj Mahal, en Agra, India.