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La imparable revolución no binaria de Paul B. Preciado: "El ''Orlando'' se convirtió en algo más importante que la Biblia o la Constitución española"

El filósofo, escritor y comisario de arte debuta en el cine con «Orlando, mi biografía política», un grito político a favor de la libertad de los cuerpos
Paul B. Preciado, además de dirigir "Orlando, mi biografía política", también participa en ella
Paul B. Preciado, además de dirigir "Orlando, mi biografía política", también participa en ellaLa Razón/Collage: Marta Moleón
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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El cuerpo como elemento vivo, el cambio como estado natural –no como etapa–, la identidad como herramienta política de movilización social y la ficción como superación imperativa y bellísima de una realidad insuficiente. El subtexto que respira «Orlando, mi biografía política», el bautismo cinematográfico del filósofo, escritor y crítico de arte superlativamente contemporáneo Paul B. Preciado, mesías de lo «queer» y consagrado teórico de los estudios sobre el género, no es, en absoluto, pretexto artístico, sino una declaración de intenciones radical en forma de grito revolucionario: «Serás sintética pero no apologética. ¡No eres la perra del médico!», se escucha en una canción con espíritu ravero que envuelve una escena transcurrida en la sala de un psiquiatra.
Entre compendios ornamentales de testimonios teatralizados y sensibles de personas hablando de sus procesos de transición, acercamientos visuales pulidos al físico y a la organicidad variable de sus formas y experimentaciones narrativas con la integración cronológica del libro de Virginia Woolf que da nombre al título del filme o mejor dicho, una interpretación propia establecida por el propio Preciado –y la consiguiente extrapolación emocional de la figura literaria– transita esta biografía documental presentada en la pasada edición del Festival de Berlín y amerizada en aguas donostiarras tras su paso por el Festival de San Sebastián que opera como apasionante relato incendiario al tiempo que divulgativo sobre la urgencia de reivindicar la subjetividad de la metamorfosis. Una llamada con vocación universalista a la libertad de los cuerpos y a las distintas formas que lo constituyen. Una patada conceptual al ordenamiento capitalista.
El velo límpido de sus ojos claros interfiere en nuestro primer contacto visual durante la entrevista que mantenemos desde la terraza del Hotel María Cristina que, en el marco del certamen vasco, es donde pasan todas las cosas y donde cambian todos los nombres, incluso los propios. El acercamiento emocional del filósofo a la obra de Woolf fue, tal y como admite, revelador: «Quizás para los lectores que no me conozcan es importante recalcar que yo nací en Burgos en 1970, es decir, tengo 53 años. Nací en un momento anterior al final de la dictadura, en un contexto muy militar y religioso incluido el colegio de monjas al que fui. No había nada alrededor mía que permitiera que yo imaginara mi vida política, corporal, sexual y de género de otro modo que no fuera una manera muy normativa. Fui un niñe no binario, esa es la realidad. Desde que tengo cuatro años siempre he mirado el teatro de la binaridad con asombro y desconcierto porque no me sentía ni una cosa ni la otra. En el colegio de hecho me decían «los niños, las niñas y luego estás tú». Mi realidad era algo que yo tenía muy asumido, pero sin embargo no tenía modelos, ni referentes, ni relatos, ni representaciones. Y de repente, con catorce años, estudiando literatura inglesa me encuentro con este libro, con ‘‘Orlando’’», relata sobre su contacto iniciático con la salvación literaria de la escritora.
"En el colegio de hecho me decían "los niños, las niñas y luego estás tú""Paul B. Preciado
Y prosigue: «Nadie le presta demasiada atención al libro en ese momento y a mí me lo dan con una suerte de lectura de aventuras. Pero cuando yo leo el ‘‘Orlando’’ de Virginia Woolf, de repente la ficción se convierte para mí en algo más importante que la realidad. Pienso ‘‘mi vida es posible, a lo mejor no estoy tan equivocado’’. Ese libro se convierte enseguida en algo más importante que la Biblia y que la Constitución Española. A lo mejor determina también el por qué me voy a convertir en escritor por ejemplo, porque me sirve para darme cuenta de que se puede vivir de la ficción y también de que la ficción muchas veces tiene más realidad que la realidad misma. La realidad está muerta, lo que te rodea está lleno de violencia y de muerte y la ficción aparece como un ámbito de vida. A partir de ese momento yo me agarro a la ficción», reconoce.
El resultado de ese asidero es este biopic que le proponen por encargo desde la televisión francoalemana conscientemente transgresor con los códigos audiovisuales tradicionales con el que el autor de «Dysphoria mundi» pretende desterrar el clasicismo estereotipado con el que hasta ahora se había representado lo trans en el cine. «La representación de lo trans siento que se ha hecho desde una mirada binaria muy normativa y en esa representación ha habido siempre como dos registros fundamentales: el de la película de horror, que es un registro patologizante en el que la persona trans aparece casi siempre como el asesino y al final de la película tiene que ser asesinado igualmente o el registro de lo pornoexótico, en el que la persona trans tiene que aparecer desnuda y se produce ese momento como de la revelación de la anatomía. Está bien reventar esos esquemas», clama. Bendita extraña forma de vida.