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Paul B. Preciado revienta radicalmente el género con su debut en la Berlinale: "El cine es más autoritario que la filosofía"

El filósofo burgalés apuesta en por una versión manifiestamente revolucionaria y política, a ratos inclasificable, del «Orlando» de Virginia Woolf
Una escena de la película «Orlando: mi biografía política», que supone el debut en el cine del filósofo Paul B. Preciado
Una escena de la película «Orlando: mi biografía política», que supone el debut en el cine del filósofo Paul B. PreciadoImdb
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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¡Adiós a Freud! ¡Fuera Lacan! ¡Contra el binarismo, subjetividad rizomática! ¡Abracemos el esquizoanálisis! ¡Viva Virginia Woolf! Cómo no estar de acuerdo con Paul B. Preciado y las proclamas de su “Orlando: ma biographie politique”, magnífico e inclasificable ensayo sobre la identidad múltiple, la fluidez de género y la lucha contra el capitalismo totalitario de la normatividad como signos de un revolucionario cambio de paradigma, que afecta tanto a la construcción del yo como a la de una conciencia colectiva que solo se entiende a sí misma en estado de tránsito. Presentada en la sección Encounters, la película de Preciado utiliza como hilo conductor el “Orlando” de Woolf como cuaderno de bitácora que se reinterpreta y transforma no solo a partir del proceso de transición que atravesó el filósofo y comisario de arte burgalés sino también de las historias de diversas personas trans.
Preciado se ha convertido en director de cine porque no quería protagonizar su propio documental biográfico. Como contraoferta a la insistencia de la cadena Arte, Preciado propuso adaptar la novela de Virginia Woolf. En cierto modo, la película es la crónica de un proyecto imposible, al menos desde una perspectiva normativa. La cuestión era apropiarse del discurso avanzado a su tiempo de la novela -en la que el protagonista cambia de sexoe en su pasaje central- para convertir a Woolf en la luz que nos ilumina a través de la mutabilidad contemporánea.
[[DEST:L|||"¡Qué cosa tan absurda esa historia de que uno quiere matar al padre para acostarse con la madre! El psicoanálisis ofrecía caminos rectos que ahora hay que desviar"|||Paul B. Preciado]]
“No quería entender a Woolf como la bandera de nada, porque se la puede interpretar de mil maneras distintas”, explicaba Preciado en un encuentro con la prensa española. “Hemos de dar con nuevos modos de narrar nuestra identidad. No nos podemos quedar, por ejemplo, con el complejo de Edipo, un discurso que ha servido para diagnosticar buena parte de los casos de neurosis, psicosis, etcétera. ¡Qué cosa tan absurda esa historia de que uno quiere matar al padre para acostarse con la madre! El psicoanálisis ofrecía caminos rectos que ahora hay que desviar. Lo mismo ocurre con Woolf, que no solo admite una lectura: una habitación propia está bien, pero un cuerpo propio está mejor”.
El estreno en la Berlinale de “Orlando: ma biographie politique” ha coincidido con la reciente aprobación de la polémica “Ley Trans”, que Preciado celebra pero considera insuficiente. Como formula en su último y espléndido ensayo, “Dysphoria Mundi”, la transformación ha de ser radical, ha de socavar las estructuras binarias del Estado. “Habría que eliminar la inscripción de la masculinidad y la feminidad en todos los documentos administrativos, porque me parece discriminatoria. Es decir, nadie soportaría, por ejemplo, que en su documento de identidad se dijera que es cristiano, u homosexual o negro”, opina. “Sin embargo, continuamos empeñados en entender la identidad según un régimen de organización visual de los cuerpos. Y eso es lo que yo creo que al final también me impulsó a hacer una película. En el sentido de que este régimen en el que vivimos, que nos parece tan natural e inamovible, en el fondo también es una invención, la invención de todo un sistema visual”.
Ontológicamente, afirma Preciado, “el cine es mucho más autoritario que la filosofía”. Cuando hablamos de cine, tendemos a hacerlo también desde un lenguaje de oposición binaria: documental/ficción, forma/fondo, analógico/digital, narrativo/experimental. ¿Podríamos hablar de un cine no binario? “Es como cuando Pasolini decía que el único teatro posible es un teatro que no fuera teatro. Creo que el único cine posible es el cine que no es cine”. El cine, pues, que habita el intervalo de las imágenes, que es un magma de líneas de fuga e intersecciones futuras. No es extraño, pues, que en la conversación aparezca Godard y, otra vez, Pasolini, cuyo cine de poesía, lúdico y libérrimo, impregna las imágenes de este “Orlando”. También Pasolini fue un visionario, un pensador polémico, un filósofo de la resistencia. ¿Cómo sobrevivir en un mundo en el que conviven la "queerización" de las identidades y la polarización reaccionaria de las ideologías? “Yo soy mucho más realista que los fascistas. ¿Por qué? Porque las fronteras no existen. Porque el mundo está hecho de vibraciones. Porque la vida es metamorfosis. Por eso, el que estoy del lado del realismo y de la naturaleza soy yo”.
Un fotograma de "Tótem"
Un fotograma de "Tótem"Imdb
En “Tótem”, que ayer competía en sección oficial, la mexicana Lila Avilés filma el bullicio de una familia que monta una fiesta de cumpleaños, que es también de despedida: el homenajeado se muere. Con un punto de vista móvil, que se desplaza con fluidez por organizadores e invitados, la película sabe transmitir la energía de un organismo lleno de vida que tiene que enfrentarse con la idea de la pérdida. De ahí salen fragmentos de verdad que a veces recuerdan al cine de Lucrecia Martel, aunque aquí se privilegia el frenetismo de una vigilia a contrarreloj frente al tiempo suspendido de la siesta.
Ninguno de los dos biopics que se presentaron fuera de concurso valen un euro. Del “Séneca” de Robert Schwentke, con John Malkovich como protagonista, sorprenden sus imágenes histriónicas, a lo Ken Russell trasnochado, en sangrante contradicción con el estoicismo del filósofo romano. De la “Golda” que encarna esa Helen Mirren adicta a las figuras de poder, indigna el lavado de imagen que hace de la primera ministra de Israel y de su problemático papel en la guerra de Yom Kippur. Propaganda sionista servida en una tediosa película de despachos y estrategias bélicas que parece una eterna partida de Risk.