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Jesús Úbeda: «Un periodista instruido por un veterano será mejor que uno instruido por Google»

Publica «Nido de piratas», la historia de diario «Pueblo» y de los periodistas que trabajaron en su redacción

El periodista y escritor Jesús Úbeda
El periodista y escritor Jesús ÚbedaGonzalo Pérez

Jesús Úbeda es un funambulista, un hombre de equilibrios. Un tímido que no lo parece, que envida a la vida tirando de desparpajo, sacando desenvolturas del caño de las vivencias con mucha maña y habilidad. Asienta la personalidad en una conversación que regatea el cauce de la palabra fácil y la frase manida. Después de mucho periodismo enjaezado a sus espaldas se ha enfrentado al reto nada menor de escribir la biografía de un periódico, la del diario «Pueblo» nada menos, que fue una cabecera de mucho éxito y también con mucha controversia encima.

Se ha empapado de hemeroteca, desgastado la labia en treinta entrevistas largas y desairado muchas madrugadas por empollar libros y rematar folios. El resultado es «Nido de piratas» (Debate), un retrato literario y divertido, que huye la hagiografía y brinda la radiografía exacta de aquella época, de los periodistas que la contaron y de cómo la contaron en las páginas de su diario. Tico Medina, Marlasca, Raúl Cancio, José María García, Raúl del Pozo, Arturo Pérez-Reverte, Pilar Narvión, Julia Navarro, Felipe Navarro... «Es un diario polémico, pero no se puede juzgar en 2023 unos hechos que sucedieron entre 1965 y 1984. Esto es un ejercicio de documentación. Ahí está todo. Sin tergiversaciones. Desde luego, ese periódico no era la Crítica de la razón pura, pero qué demonios, es que ofrece unas historias fabulosas para cualquiera que sea escritor».

¿Qué le ha sorprendido más de «Pueblo»?

El amor que tenía esta gente por su trabajo, pero, también, por el lugar de su trabajo. Conozco periodistas que aman su profesión, pero apenas conozco periodistas de nuestra generación que haga de la redacción un lugar de vida. Me acuerdo de Carmelo Cerezo durmiendo en el sofá de ese diario. O de Marlasca padre buscando excusas para ir de nuevo a la redacción. Esto es inédito. Hoy ese amor profundo por este oficio y por el sitio donde se ejerce, no lo encuentro.

¿Cuál era la causa?

Era un lugar divertido. Era un garito. No tenía nada que ver con las redacciones actuales, que parecen laboratorios de genética. Allí se bebía, se daba al burle, se jugaba... era donde todos se juntaban. Perseguían esa historia que les permitiera firmar en la primera página; encontrar la historia más visual y más sorprendente, aunque en ocasiones aplicaran medios más o menos éticos o más o menos lícitos. Pero ese instinto por dar con una noticia y luego poder contársela a la ciudadanía es estupendo. Me parece sublime ese instinto por informar.

¿Existía una correlación entre el whisky en la redacción y ese periodismo?

Sí, porque eso generaba algo que trasciende el fichaje laboral, algo alimentaba la vocación, ese hambre y ganas que tenían ellos por conseguir una noticia. Había, como en todas partes, gente que se llevaba mal y otras que se llevaban bien. Ellos solían decir: «En el pan como hermanos y en la información como gitanos». Lo explico: había enormes lealtades, se ayudaban entre sí, hasta el momento del «sprint» final, el instante de alcanzar la primera página. Ahí comenzaban los navajeos. En nuestras redacciones, parece que debemos ser éticos, buenos chicos, pero ellos no eran precisamente monaguillos ni tampoco el padre Ángel. Dicho esto, hoy no se pueden emplear los métodos de «Pueblo» porque sería terrorífico. Hay que subrayar que estamos hablando de una época concreta. No puede observarse con presentismos.

¿Cuál es la clave de que salieran tantos periodistas famosos de «Pueblo»?

El elemento técnico. Era más visual, tenía mejor tecnología y eso permitía que las portadas fueran más llamativas y que llamaran más la atención. Con una buena rotativa ilustras mejor, por ejemplo, un artículo sobre un tigre que se ha comido a alguien en Murcia, que fue una de las cosas que publicaron. Pero existe otro aspecto. Ese diario alimentó la vanidad de los aspirantes por querer ser mejores, por firmar en el principal escaparate, la portada, y eso también perfeccionó la profesionalidad de muchos. No todos podían aparecer en el escaparate más vistoso. El hecho de que se juntaran periodistas tan brillantes, incitaba otros a ser igual brillantes. Eso derivó en la formación de una tribu. Todos ellos, de hecho, tenían un sentimiento de pertinencia, se sentían inmortales, que nada les podía pasar.

¿Cómo explica su éxito?

Por la originalidad y la libertad, en cursiva, que tenía. Era evidente que no podías meterte con la madre del ministro de turno porque te cortaban la cabeza. Pero más allá de la política, tenían una libertad que no existe en los periódicos actuales. Ahora la libertad se ha recortado mucho.

¿Hay algo vigente de esa manera de hacer periodismo?

Quiero creer que el amor por la verdad y, también, que pesaba mucho más la información. Hoy cotiza más la opinión y el refuerzo de la creencia. Al disidente se le intenta fusilar al amanecer si se mueve. Me gustaría que se recuperara esa propuesta por la información y por el reportaje. Esto fue una característica de «Pueblo». Fue un diario que apostó por el reportaje de una forma fabulosa. Sus grandes estrellas fueron reporteros. Hoy los que tienen más seguidores son columnistas. Esto dice bastante de la sociedad en la que vivimos.

El papel del veterano aparece constantemente.

Un ministro de universidades dijo que había que dejar que los estudiantes siguieran memorizando porque todo estaba en internet... Pero, ¿qué me estás contando? Hay que instruir al estudiante y al periodista. Un periodista que se ha instruido con un veterano va a ser mejor que si lo ha instruido Google. Ojalá esas empresas que prejubilan a los veteranos para invertir en máquinas, dejaran de hacerlo porque ganaríamos todos, no solo los periodistas, también los ciudadanos porque dispondrían de información más elaborada.

La figura de Emilio Romero es también polémica.

Emilio Romero fue un gran patrón de periodistas. De hecho, lo llamaban «patrón». Fue su gran Rey Sol. Sin él no hubiera resplandecido el diario. Al margen de que fuera un jerarca del régimen, Emilio Romero protegió a sus periodistas como pocos directores de diarios de hoy, en plena democracia, protegen a sus periodistas. Esa protección que les brindó fue absolutamente crucial para que se pudiera hacer buen periodismo. Hay un ejemplo descarado. Carrero Blanco va con una lista de rojos a «Pueblo» y le dice a Emilio Romero: «A todos estos ponlos de patitas en la calle». Emilio Romero comenta entonces: «Falta uno». Y apuntó su nombre. Al final no se despidió a ninguno. En esa lista estaban Javier Reverte y Raúl del Pozo. ¿Imagina que se hubiera prescindido de ellos? El periodismo español, sin duda, hubiera sido peor.

¿Cuál fue el papel de Suárez en la caída de Emilio Romero y «Pueblo»?

Bueno fue el enemigo de Emilio Romero. Este lo desprecia. Incluso escribió un artículo en el que dice: «¿Y quién es Suárez?». Lo infravaloraba y Suárez tomó nota de eso. Luego le dieron un ascenso envenenado a Emilio Romero. Un puesto donde tenía más medios a su cargo, pero menos poder. En cuanto Suárez le dio la patada para arriba, los descoyuntó. Ahí se inició el descenso al ostracismo periodístico, lento pero irremediable, de Emilio Romero. Él fue uno de los pocos jerarcas que no fue amnistiado por la democracia por su enemistad con Suárez. España, creo, al final ha sido injusta con él porque, más allá de su ideología y su «mujerismo», también es cierto que fue el descubridor de José María Carrascal, Jesús Hermida, José Luis Balbín, Julia Navarro, Rosa Villacastín, José María García y tantos otros. Si él no los hubiese subido a la palestra, no hubiéramos sabido nunca nada de estos gigantes.

¿Echa de menos algo de estos reporteros?

El amor por el trabajo, la aventura y esa sensación de estar todos los días detrás de una historia y sin saber con qué historia se van a encontrar. Ahora rigen más las previsiones... aunque seguramente me hubiera avergonzado, porque soy tímido, correcto y pequeño burgués, me hubiera gustado ser becario allí en Sucesos...