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Karla Sofía Gascón: «Hay una parte de la sociedad que me odia solo porque existo»

La actriz publica unas memorias donde describe cómo fue «la transición» y los momentos más duros que ha vivido

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«Hay una parte de la sociedad que me odia solo porque existo». Karla Sofía Gascón. El cine la encumbró y Twitter, o lo que sea hoy, casi la destruye. La actriz ha presentado su tercer libro, «Lo que queda de mí», una biografía con elementos de ficción que ha tardado dos años en escribir y que, después de suspenderse su publicación en un sello de México, ha visto la luz en Almuzara. Un libro que ha servido de pretexto para reafirmar lo que ella misma piensa sobre su personalidad, que es «transparente», que nunca permite que nadie hable o escriba en su nombre, que «no sabe mentir» y que no se siente en la obligación de representar a nadie, otro asunto es que otros la conviertan en un espejo en el que mirarse.  

La realidad es que no faltó a esa verdad. Aprovechó el lanzamiento de esta obra para hablar claro, a las bravas, pero sin bravatas, sin esconderse, pero sin tampoco regalar puntos, como hacen los buenos tenistas, y decir, para empezar, que «no blanqueo el nazismo ni estoy a favor de Hitler y que asegurar eso de mí es una tontería». Comentó que «soy menos racista que Gandhi y menos de Vox que Echenique», y defendió que durante toda su vida siempre ha estado del lado de los más desfavorecidos. «Me han puesto calificativos sin conocerme», argumentó con seriedad, y adelantó que «a los musulmanes les tengo respeto, pero no al fanatismo ni al terrorismo ni a las barbaridades que se cometen en nombre de una religión o de un dios, porque ninguna religión ni ningún dios es culpable de esos actos, sino las personas que los comente».

Añadió que «la palabra racista es muy fuerte. He luchado contra ella durante toda mi vida, continuamente. Siempre he estado apoyando las causas de los negros y de otras etnias». Y subrayó, en relación con algunos posts que publicó en redes y que le afearon en Estados Unidos, que lo único que hizo «fue comentar noticias, como tantos otros en las redes, como el 11S o el 11M». Y apuntó, para rematar esta cuestión, que «los musulmanes son personas que quieren salir adelante, como todos nosotros, pero cuando ves cómo unos individuos revientan los vagones del tren que yo cogía a diario para venir a Madrid, te cagas en la madre de quien sea. Me gustaría saber qué han puesto otros en esas circunstancias». Karla Sofía Gascón, con traje de chaqueta negro, se disculpó si había ofendido a alguien, y comentó lo que más le había hecho sufrir de todo lo que se ha generado a su alrededor: «Han intentado sacarme de la ecuación y lo han logrado, la verdad. Lo que más me ha dolido es la imagen que han creado de mí, porque han escogido las palabras y han omitido otras, como las que he empleado para criticar a la extrema derecha o la inquisición. Siempre me he declarado en contra de los skinheads y esta clase de grupos».

Situación límite

Reconoció que «en las redes sociales siempre he estado sometida a una masacre» y recordó algunos de los mensajes que le dejaban: «Eres un hombre, no una mujer», «nunca vas a parir». «Esto lo he sufrido desde hace años», reconoció. Estas tesituras, junto a lo que ha llamado la «transición», la puso en situaciones límites y, también, en pensamientos extremos. Este libro comienza con la imagen de un hombre que trata de suicidarse y cómo, desde esa coyuntura, se retrotrae en su vida. Cuando se le preguntó si alguna vez ha tenido esa clase de sentimientos, ella no vaciló en su respuesta: «Si no lo he hecho es porque creo en el ser humano. Y, porque, además, tengo una responsabilidad hacia mi hija. Si la vida no me quita de en medio, no lo voy a hacer yo. Toda esa maldad, todo ese odio hacia mí, lo que me hace es ayudar a superarme, a ser mejor». Admitió que su hija no tiene redes y que se parte de risa de todo esto que ha estado sucediendo alrededor de ella. Aunque admitió que estaba deseando que llegara el tres de marzo para poder descansar y pasar página: «A partir de ahí, ya sabía que no podían hacerme más daño, porque había intereses políticos y económicos. La verdad es que me cortaron toda la felicidad. Aunque la felicidad no existe, solo es una falta de sufrimiento», se atrevió a reflexionar.

Karla Sofía Gascón, que supo responder a las preguntas con humor y cintura, las dejaba caer a su manera: «Ahora me doy cuenta de que en esta sociedad la gente no coge la ironía, ni el humor ni la socarronería. Es algo que no se entiende hoy, sobre todo en algunas partes del mundo» (ahí la soltaba hacia los amigos norteamericanos, que se toman las cosas demasiado a pecho). Admitió, con cierta coña, que «soy la única persona en el mundo capaz de tropezar tres veces con la misma piedra», pero, con congruencia, reconoció que «aunque haya sufrido mucho, siempre repetiría lo que he hecho, porque lo que he pasado a lo largo de mi vida es lo que me ha hecho ser yo y si renunciara a eso, no aprendería nunca». De su carácter apuntó que ha sido en el pasado «muy justiciera, ser una persona que me gustaba tomar la justicia por mi mano», pero matizaba que era antes, y que «no se puede acabar con odio hacia nadie. Si nos hacen daño y hacemos daño, al final nunca encontramos la paz». A lo largo de su conversación explicó por qué en un momento de la promoción de «Emilia Pérez» decidió dar un paso hacia atrás y optar por un perfil más discreto: «Preferí apartarme porque mis explicaciones lo único que hacían era dar de comer a este odio. Daba igual todo lo que explicara, porque todo iba a seguir su curso. Si alguien quiere hacerte daño, lo va a seguir haciendo, expliques lo que expliques». Admitió que no fue consciente de la «posición que tenía frente al mundo» en las redes sociales, que «no eran cuatro coleguitas», sino «cuatrocientos millones», y admitió que intentaron «convertirme en un robot, es como me siento, en alguien que tiene que ser inmaculado, pero yo no represento a nadie. Es como si, de repente, tuviera que ser perfecta. Pero yo no tengo que serlo. Porque, además, el arte surge de la imperfección del ser humano». Por eso, admite, reconoce que le gustan los papeles complejos y, echando un capote a las compañeras que compitieron por el Oscar en esta edición, dijo: «Todas las nominadas se lo merecían. Todas las que estaban ahí, pero el arte es subjetivo. Pero todas, intentamos hacerlo lo mejor posible».