Libros

Libros

El antisemitismo, marcado a fuego

El antisemitismo, marcado a fuego
El antisemitismo, marcado a fuegolarazon

La nueva novela de Erich Hackl (Steyr, Austria, 1954) tiene su origen en un comentario que un joven llamado Hanno Salzmann hace a un amigo a finales del siglo XX: «Mi abuela murió en un campo de concentración». La frase determinará su vida porque se le considera judío y sufre, en la década de los noventa, un hostigamiento laboral y social que muestra un alarmante antisemitismo. Pero no menos curiosa es la ignorancia: el nacionalsocialismo también llevó a los campos de exterminio a los opositores políticos y entre ellos estaba Hugo Salzmann, miembro activo del Partido Comunista alemán que sobrevivió tras doce años de cautiverio, mientras que su esposa Juliana murió en el campo de Ravensbrück a los cuatro años de su reclusión. Hugo Salzmann hijo es el centro de una historia que transcurre desde los años 20 hasta la actualidad y que está marcada por el exilio, el hambre, la guerra y la orfandad, aunque la desgracia adopta diferentes formas para no abandonar en ningún momento a las tres generaciones de la familia.

Historias de persecución

Hackl utiliza en su relato las investigaciones sobre la historia de la persecución del matrimonio Salzmann y los datos autobiográficos que se conservan en un informe escrito por Salzmann padre. La riqueza de registros es el gran acierto de este libro que pasa de la objetividad informativa con datos y fechas a las afirmaciones de los protagonistas o las opiniones del autor. Es entonces cuando la luz entra por las grietas para iluminar lo más individual, lo más humano, lo que se esconde, por ejemplo, tras el activo militante que da la vida por sus correligionarios pero es incapaz de tener una muestra de afecto hacia su hijo, los sacrificios de la tía Ernestine o el desencanto y el miedo en la vida de la República Democrática Alemana.

«Si le hubiera dicho...», apunta en algún momento el narrador de esta crónica de injusticias aludiendo a la frialdad del abuelo, y al mismo tiempo muestra los hechos que explican el silencio: nadie sale indemne de un campo de concentración, ni los abuelos ni los descendientes.