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«Crisálida»: El salvajismo de una infancia robada

El guionista Fernando Navarro cambia el cine por la literatura con una novela gótica, frenética y lisérgica

Entrevista a Fernando Navarro por su novela Crisálida
Entrevista a Fernando Navarro por su novela CrisálidaDavid JarLa Razón

¿Ysi la civilización se reiniciase? ¿Qué rol asumiría? Aunque desafortunadamente cada vez sea un pensamiento más recurrente, es interesante reflexionar sobre cómo actuaríamos ante una crisis que requiera cierto grado de supervivencia. Lo sensorial, lo primigenio, incluso los miedos y lo hostil salen a relucir a la vez que la incertidumbre golpea a una sociedad cada vez más mal acostumbrada a la instantaneidad. Fernando Navarro cae frecuentemente en ese análisis de la realidad. Guionista de «Segundo premio», entre otras películas, deja a un lado el cine para, define, «pasar de trabajar con una banda de rock a mi disco en solitario». Con la publicación de «Crisálida» (Impedimenta), ha dejado a un lado la exigencia del cine para «escribir para mí mismo. La soledad de la escritura literaria permite satisfacciones muy íntimas. Para mí en el cine todo es dinero, siento ser prosaico, pero es una cuestión práctica. Pero la literatura no debe ser así».

La protagonista es Nada, una niña que abre los ojos en un sanatorio al que no sabe cómo ha llegado. Los recuerdos y pesadillas le van devolviendo a un tiempo anterior, cuando sus padres la llevaron, con sus hermanos, a un bosque perdido entre las Alpujarras y Sierra Nevada. Un escenario en el que Navarro asienta la violencia y la locura, con una narrativa frenética y angustiosa que ha cultivado tras tratar de meterse en la cabeza de la salvaje niña. Mientras, teje una relación de extraña admiración de ésta hacia su padre, Capitán, un hombre atormentado y paranoico. ¿Hasta qué punto es una novela violenta? «Soy muy sensible a las atrocidades, y contarlas, aunque parezca mentira, es terapéutico. Es importante no tener que huir de forma pública de lo que realmente nos preocupa, y a mí lo que me atormenta es el mundo, qué le va a pasar al planeta», explica Navarro.

Todos tendemos al salvajismo, «aunque vivamos en el centro de Madrid», dice el autor. Cree, «de hecho, que nuestra naturaleza se expresa muy bien desde lo salvaje. No soy fan del regreso a lo rural, sino que cada uno puede hallar estos valores tanto en la ciudad como el monte». Una visión, explica, «que me resulta seductora como territorio literario», y con la que dibuja al peculiar personaje del Capitán. Es el padre de Nada y, define Navarro, un villano al que se comprende. Refleja esos miedos casi apocalípticos hacia cosas que pueden ocurrir, y que le lleva a la idea de cambiarlo todo. Y también tiene algo de payaso». Una personificación (literaria) de la Granada de los 80. El autor evoca con esta figura a su ciudad en una época «delirante, donde todos eran poetas, drogados, flamencos, músicos, punkis o rockeros. Aquella Granada fue un caldo de cultivo para gente que quería hacer algo, y si no lo conseguía acababa en la frustración». Todo ello genera un personaje ambiguo, pero no pesimista, «pues en el fondo tiene esperanzas, intenta buscarse una solución aunque sea a costa de sus hijos», desgrana el guionista.

Entre Erice y Stephen King

Quizá sea por las inquietudes visuales de quien trabaja en el cine que al autor le atrae la estética de las palabras. Algunas como «cachorro» o «columbino», dice, «me gusta leerlas». Por tanto, y en base a este gusto por la lectura que va más allá del propio contenido, así confecciona un lenguaje narrativo basado en la belleza, para con él tratar sobre un tema tan delicado como la infancia robada. «La novela es descarnada porque trata sobre ese momento en el que no te dejan crecer, sobre esa infancia interrumpida y que, a pesar de todo, la mayoría de la gente suele recordar esa etapa como el mejor momento de sus vidas», propone Navarro. Pone como ejemplo «El Imperio del Sol», novela de J. G. Ballard cuyo protagonista «creció en un campo de prisioneros en el Japón de la Segunda Guerra Mundial y, sin embargo, recuerda su infancia como el mejor momento de su vida. Es fuerte». Una obra la del guionista hiperrealista, que navega entre el horror y lo didáctico, y que bebe tanto del terror familiar de Shirley Jackson y Stephen King como de los dramas paternofiliales del cine de Víctor Erice y Carlos Saura. Un homenaje a ese bonito y brillante recuerdo que guardamos de la infancia. Pues, y aunque ésta tuviese su oscuridad y sombras, ¿a qué etapa de su vida regresaría si no a la de volver a salir de la crisálida?