El dandi Califa
Su último libro de poemas se tituló "Desde el Sur te lo digo", editado en 2019 tras una trayectoria en que tampoco faltó un libro de memorias, "Ahora hablaré de mí"
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«Tenía que llegar y lo sabías: / pero ha llegado demasiado pronto». Esto cantaba bellamente Clara Montes, en 1998, en un disco en que grabó doce canciones a partir de poemas de Antonio Gala. Tal cosa aconteció al año siguiente de que el propio escritor diera sus «Poemas de amor», después de llevar treinta años sin publicar poesía. Ese poema se titulaba «La hora del adiós» y recreaba el fin de lo amoroso, que es «la hora más difícil», «la hora del silencio». Porque Gala se vio como un poeta, pues sostuvo que la poesía sostiene a todos los géneros literarios. Y lo fue del amor, que comandó todas sus acciones, escrituras y apariciones públicas; no en balde, su voz y tono eran cadenciosos, dispuestos siempre para seducir gracias a su labia irresistible.
Una vez, una de sus amigas le reprochó que no la insultaba –con palabras soeces que usaba con otras de modo bromista y afectuoso– y, que por lo tanto, no la quería como a las demás. Y con sus maneras elegantemente amaneradas, respaldado con un hermoso bastón donde hacía que descansaran sus manos, protegido su cuello con un pañuelo siempre a modo de escudo –como si ese trozo de piel, sensible al frío tanto como a la sensualidad, fuera su punto más vulnerable–, hablaba del Amor. No heterosexual u homosexual, pues para él no se era así o asá, sino que se ejercía de una cosa u otra en determinados momentos. Con ello, se acercaba a la postura del Walt Whitman que celebraba el sexo y los órganos humanos y para quien era inconcebible etiquetar a machos o hembras.
Nada hizo sin esa pulsión amorosa, dijo, y se vio salvado por las mujeres, ciertamente, a las que encontró más sensitivas que los hombres, más inteligentes por estar más cerca de lo natural, más representativas del alma humana, completas y generosas. Él intentó página tras página analizar dicha alma, la individual y la colectiva de todo un pueblo, en artículos de prensa de los que más adelante hacía recopilaciones, como los casos de «Charlas con Troylo» (1981), donde llevaba a cabo una fantasiosa conversación con su perro, «La soledad sonora» (1991), cuyo título bebía de la estrofa XV del «Cántico espiritual» de San Juan de la Cruz, o «A quien conmigo va» (1994), que alude al «Romance del infante Arnaldos». Porque, realmente, Gala era un escritor de preocupaciones modernas pero anclado en nuestros clásicos más importantes, de ahí que dijera una vez en 1974: «Mi gran ilusión es poder escribir una narración en la que coexistan novela, poesía y teatro: es decir, literatura total», esto es, algo que ya hiciera Cervantes con «El Quijote» más de tres siglos antes.
Su último libro de poemas se tituló «Desde el Sur te lo digo», y se editó en el año 2019, tras una trayectoria en que tampoco faltó un libro de memorias, «Ahora hablaré de mí» (2000), en que reconstruyó «la frágil y enigmática mesa de los recuerdos». Desde ese Sur español, rodeado de un «legGalado» cordobés que atrapa la Roma antigua, la cultura islámica y la tradición católica, Gala nos dijo que en el amor y, bien mirado, en todo, el fin ha de llegar, ya sea la culpable la propia vida que separa a los amantes, ya lo sea la definitiva muerte. La suya tenía que llegar, lo sabíamos; pero como decía en el poema aludido: «No me iré nunca y tú lo sabes. / Ha terminado todo y tú lo sabes. / Mi alma se queda aquí a tu lado / Mientras te estoy diciendo adiós».