Literatura

“La gran serpiente”: el mayor descubrimiento de Pierre Lemaitre

Tras su exitosa trilogía «Los hijos del desastre», el autor descubrió en un cajón olvidada esta obar escrita en 1985, y afortunadamente decidió darla a imprenta

Pierre Lemaitre / Foto: François Deladerrière
Pierre Lemaitre / Foto: François Deladerrièrelarazon

Tras su exitosa trilogía «Los hijos del desastre», Pierre Lemaitre descubrió en un cajón olvidada su primera novela escrita en 1985; un relato que no consideró entonces digno de publicarse. Mientras escribía el «Diccionario apasionado de la novela negra» volvió a leerla y para su sorpresa decidió darlo a la imprenta. El feliz hallazgo es «La gran serpiente», su primera novela negra, en el sentido de una farsa macabra. Con unos personajes atrabiliarios y un sentido del humor tan disparatado como divertido se despide de la novela negra y de sus fans.

En «La gran serpiente» está cuajado el estilo que lo hará famoso. Comenzando por la maldad del autor con sus personajes: o parecen imbéciles o seniles. Seres insignificantes que se comportan de forma amoral y acometen acciones insensatas que alimentan el placer sádico del lector. En «La gran serpiente», Lemaitre define con maestría cada uno de los personajes que poblarán sus mejores «polar» y muy en especial su «trilogía»: entre la picaresca y la frialdad. Dos constantes que marcan la imaginería del realismo absurdo de este autor.

La protagonista, Mathilde, una sicario infalible, senil y desnortada, anunciaba en los años 80 la moda de los viejecitos que protagonizan la novela policíaca de enigma actual. El éxito de «Mamie Luger» (2018), de Benoît Philippon, protagonizada por una anciana asesina desdentada de 102 años, debió animarle a resucitar a su sexagenaria Mathilde y devolverla a la vida. Pese al tiempo transcurrido, los personajes de «La gran serpiente» tienen vida propia y viven en una vorágine criminal típica del «drôle de drame» (drama jocoso). Una descacharrante novela negra.

Lo mejor: El ritmo desquiciado de este «drama jocoso».
Lo peor: Que la haya tenido 37 años en un cajón.