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La «explotación dorada» de la servidumbre en el siglo XXI

La socióloga Alizée Delpierre cuenta el régimen de sumisión del servicio doméstico que atiende a los multimillonarios de nuestra sociedad

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Alizée Delpierre nos entrega en «Servir a los ricos» un análisis sociológico agudo sobre la relación entre los ultrarricos y su servicio doméstico. Este estudio no solo destapa la dinámica de poder que se esconde tras las puertas de mansiones y castillos, sino que también retrata un fenómeno histórico que, lejos de desaparecer con la modernidad, se ha transformado en una «explotación dorada» donde la opresión se disfraza de privilegio. Su obra, sin embargo, no es una denuncia, sino un espejo que refleja cómo el servicio doméstico ha evolucionado desde la servidumbre clásica hasta convertirse en un nicho laboral altamente codificado y jerarquizado. Un ejemplo claro es el de Jelena, una sirvienta polaca que trabaja para una familia aristocrática y cuya vida está completamente absorbida por las necesidades de sus empleadores, hasta el punto de dormir en la casa y ser la primera en atender cualquier capricho nocturno de la señora. Esta total disponibilidad, aunque bien pagada, muestra la esclavitud encubierta que aún pervive bajo el disfraz de la modernidad y la globalización.

El libro recuerda a narrativas anteriores que han explorado la relación entre la aristocracia y su servidumbre, como la serie británica «Arriba y abajo» y la novela «Lo que queda del día» de Kazuo Ishiguro. Estas historias también exponen las paradojas de la domesticidad, la lealtad y la sumisión, pero lo hacen desde una época en la que la rigidez de las clases sociales era más marcada.

Mientras «Arriba y abajo» nos muestra la estructura casi feudal de las casas de la aristocracia británica del siglo XX y «Lo que queda del día» explora la devoción de un mayordomo a un señor que encarna un sistema de valores obsoleto, «Servir a los ricos» se sitúa en un contexto contemporáneo donde la relación de poder sigue vigente, pero ha sido maquillada por incentivos económicos y una ilusoria promesa de ascenso social. La obra de Delpierre revela cómo el trabajo doméstico se ha adaptado a la globalización. Documenta con gran delicadeza y en un estilo perfectamente inteligible los resortes de la «explotación dorada» que actúa en los hogares de los riquísimos. Como lo demuestra el caso de María Celeste, una empleada colombiana que tras décadas de trabajo se ha acostumbrado al dolor físico constante sin ni siquiera percibirlo como una injusticia, la servidumbre moderna impone una dedicación total a costa del bienestar personal. Esta invisibilidad y resignación del servicio doméstico es una constante que atraviesa la obra: las antiguas casas nobiliarias han sido reemplazadas por las mansiones de empresarios, inversores y herederos de fortunas multimillonarias.

Salarios bajos, regalos de lujo

A diferencia del pasado, donde la servidumbre estaba cimentada en un sistema feudal de deber y protección mutuos (por más asimétrico que fuera), hoy los ricos compran a sus sirvientes con salarios altos y regalos de lujo, creando lo que Delpierre llama una «explotación dorada». Sin embargo, a pesar de las compensaciones materiales, las condiciones laborales pueden ser abusivas: jornadas interminables, invisibilidad social y una relación de dependencia emocional con los empleadores que puede volverse tóxica.

Casos como el de niñeras que deben estar disponibles las 24 horas del día o el de cocineros que apenas pueden ver a sus familias porque deben estar a disposición de los patrones en cualquier momento demuestran que, a pesar del lujo aparente, este trabajo se acerca más a la servidumbre de otros siglos que a una relación laboral digna del XXI.

A nivel sociopolítico, «Servir a los ricos» es un reflejo de la creciente polarización económica. El sociólogo Michel Pinçon, recientemente fallecido, dedicó numerosas obras junto a Monique Pinçon-Charlot a estudiar cómo la alta clase «defiende» sus espacios de privilegio. Pierre Bourdieu, en su concepto de «capital social y cultural», también explica la forma en que las élites utilizan sus redes de contactos y costumbres para perpetuar su posición dominante, algo que Delpierre muestra con claridad en la forma en que los ricos seleccionan a sus sirvientes dentro de un sistema de cooptación elitista. Delpierre muestra que este grupo interno es siempre imperfecto: los ricos nunca están solos. Sus vidas de lujo no podrían sostenerse sin un ejército de trabajadores invisibles que garantizan que todo funcione sin interrupciones. La autora revela cómo, lejos de ser un mercado laboral cualquiera, el servicio doméstico es un campo plagado de prácticas abusivas y contratos informales que perpetúan la dominación económica y social. Según Delpierre, cada vez hay más multimillonarios y, en paralelo, el trabajo doméstico se sigue concentrando en personas migrantes y mujeres de clases populares. La desaparición de la clase media es una de las sombras que se cierne sobre este análisis: los obreros modernos ya no se encuentran en las fábricas de antaño, sino en los hogares de los megapoderosos, realizando trabajos que han sido feminizados y racializados. Mientras que en «Arriba y abajo» la servidumbre podía tener un sentido de identidad dentro de una estructura, en «Servir a los ricos», el trabajo doméstico aparece como un refugio precario frente a un mercado laboral cada vez más hostil.

Intercambiables

Delpierre desmonta la idea de que los ricos estén aislados en burbujas de privilegio. Saskia Sassen, en sus estudios realizados sobre la globalización, ha analizado cómo el crecimiento de las fortunas no solamente genera más riqueza en la cima, sino que precariza a las clases bajas y convierte a los trabajadores domésticos en una fuerza laboral fácilmente intercambiable. Delpierre refuerza esta idea al evidenciar que estos empleados no tienen contratos formales y dependen del favor de sus patrones para mantener sus empleos, residencias e ingresos: su contacto diario con el servicio es una relación de dependencia mutua que perpetúa las jerarquías sociales. Los ultrarricos necesitan del servicio doméstico para mantener su estatus y estilos de vida, pero se esfuerzan en encubrir el carácter opresivo de esta relación con gestos paternalistas y un discurso meritocrático que justifica las desigualdades.

El valor del libro radica precisamente en revelar las contradicciones de la modernidad: a pesar de los avances democráticos y la igualdad de oportunidades, la estructura de clases sigue intacta, solo que con un nuevo barniz.

El libro de Delpierre es una obra de suma importancia para entender la persistencia de la desigualdad en un mundo que cada vez se polariza más entre los que tienen demasiado y los que deben conformarse con servirlos. Mientras las grandes fortunas aumentan sus riquezas, las oportunidades de ascenso social se reducen y la servidumbre se convierte en una de las pocas alternativas laborales para aquellos que no pueden acceder a trabajos cualificados. En un contexto donde la meritocracia es una ilusión y la concentración del capital se intensifica, «la explotación dorada» no es un fenómeno laboral, sino una estrategia deliberada para mantener la estratificación social. Se consolida así un sistema en el que la movilidad social es un espejismo. Un aviso de que la brecha social no se cierra, sino que se ensancha con cada generación.