Crítica de clásica

Real Filharmonia de Galicia: Inteligente (y actual) guiño bufo

Buena idea la de casar «La serva padrona» de Pergolesi con una obra de nueva creación firmada por Buide sobre la falsilla de aquella

La Real Filharmonia de Galicia fue coprotagonista de la obra, bajo el mando persuasivo de Paul Daniel
La Real Filharmonia de Galicia fue coprotagonista de la obra, bajo el mando persuasivo de Paul DanielFilharmonia Galicia
Giovanni Battista Pergolesi: «La serva padrona». Fernando Buide: «A sombra de Crtistal». Soprano: María Hinojosa. Barítono: César San Martín. Intérprete: Víctor Mosqueira. Director: Paul Daniel. Director de escena: Quico Cadaval. Auditorio de Galicia. 10-XII-2021

Muy buena idea la de casar la traviesa y fundamental operita de Pergolesi –a partir de ella se desencadenó en París la célebre Guerra de los bufones, capital para el desarrollo futuro del género– con una obra de nueva creación firmada por Buide sobre la falsilla de aquella. El proyecto, nacido de la mano de la Asociación de Amigos de la Ópera de Santiago y de la propia Orquesta, ha tomado afortunado cuerpo en dos representaciones desarrolladas en el Auditorio santiagués. Hay que hablar, claro, de la nueva partitura, trazada, sobre astuto libreto en gallego de Cadaval, espigando algunos de los elementos que dieron forma en su día al «intermezzo» de Pergolesi, varios de cuyos temas principales, algo que se nota desde los primeros compases, son tratados y variados a lo largo de la nueva composición, que mantiene en esquema, gracias a una hábil e inteligente traslación, una situación dramática equivalente a la de la obra dieciochesca.

Aplaudamos la elección por parte de Buide de un estilo musical que bebe en los hontanares de la más rancia comedia musical norteamericana, con rasgos en los que podemos reconocer acentos, giros, temas, tratamientos armónicos e instrumentación propios de un Gershwin, un Weill de su etapa estadounidense o, volviendo la mirada a Europa, un Poulenc. Pero todo está diluido, amalgamado en un discurso continuo que no pierde comba y que aparece sustentado por un trabajo muy depurado en lo rítmico. Hay efluvios que nos llevan al mejor cine musical del Hollywood de los 50 y que ayudan a construir un entramado en el que casi todo toma un sesgo humorístico con toques irónicos.

El protagonista de la anécdota es el consejero de Armonía e Innovación de la Xunta de Galicia, Trocado, entregado a sus fantasías, cuya jefa de prensa –Cristal– es dinámica y creativa. Sus relaciones y encuentros van marcando la divertida acción, contrapunteada por Marcial, personaje mudo, un policía que cuida de la seguridad del consejero. Las relaciones entre ellos siguen, salvando distancias, parecidas pautas a las establecidas entre los tres protagonistas de «La serva padrona», cuya música asoma sin modificar demasiado el norte marcado por Buide, que ha sabido ensamblar las idas y venidas con su música fácil, bien construida y desenvuelta.

La orquesta es coprotagonista bajo el mando preciso, flexible y persuasivo de Daniel, que en ciertos momentos interviene en la acción. Todo transcurre con naturaldad, con el adecuado aire bufo; como el que adorna el «intermezzo» de Pergolesi, enmarcado en un clasicismo chispeante y fluido, que se sigue a lo largo de una graciosa acción cuajada de equívocos, con un divertido trasiego trufado de gozosas arias y «ariettas» «da capo» y que narra a la postre las hábiles argucias de la criadita Despina para camelar a su amo y señor Uberto con la complicidad del criado Vespone.

Hay que anotar que también en este caso, en su sección de cuerda, la Filharmonia sonó, bajo el mando de Daniel, de la manera más adecuada: ligera, transparente, espumosa y elocuente; línea delgada, contrapuntos alados, dinámicas bien trabajadas. En las partes de Despìna y Cristal escuchamos a la soprano lírico-ligera, de buen caudal y acusada presencia tímbrica, María Hinojosa, excelente actriz y matizadora elegante. En las de Uberto y Trocado se lució el barítono lírico César San Martín, de metal no muy rico, pero de emisión bien centrada, homogénea, y de extensión más que suficente, con escaladas a la zona aguda nada problemáticas. Muy en sus dos papeles. Los acompañó, como Vespone y Marcial, el actor Vìctor Mosqueira, camaleónico y expresivo, dentro de su seriedad keatoniana y con gestos en ocasiones propios de Charlot.

Fue una sesión amena, musicalmente satisfactoria, apoyada en el excelente trabajo escénico del propio Cadaval sobre ese juego de espejos que es a la postre el espectáculo. El público, que ocupaba en buena parte el recinto, rió divertido y aplaudió con ganas.