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Kiko Veneno y Ariel Rot, expedición musical por España

Inician «Un país para escucharlo», una gira que les llevará por España sumando invitados, a la manera del programa de TV
Alberto R. RoldánLa Razón

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Despejan con elegancia la posibilidad de haberse convertido en instituciones ya de la música en España. Ariel Rot y Kiko Veneno prefieren vivir con la urgencia de seguir celebrando la tradición en marcha, de continuar siendo relevantes y proponer ideas desde el escenario. Ahora, suman fuerzas en la gira «Un país para escucharlo» que tiene su origen en el programa de televisión homónimo que presentaba Ariel Rot y que contó como primer invitado con el autor de «Échate un cantecito». Ambos se embarcan en una gira conjunta en la que, además de profundizar en su simbiosis musical, tratarán de incorporar, como en el programa de televisión, artistas y sonidos propios de cada rincón de España donde actúen. Tras su presentación oficial en el Actual de Logroño, la siguiente parada será el Inverfest de Madrid, el próximo 4 de febrero.
Ambos recuerdan que el programa televisivo fue el principio de su entendimiento: «Hubo conexión y cuando me planteé llevar el formato al directo pensé en Kiko, porque era un contrapunto muy potente y que abría el abanico de posibilidades. Me gustan sus canciones, cómo habla y cómo piensa”, dice el presentador. “Fue algo sorprendentemente tranquilo. Yo lo atribuí a la edad. Porque a la televisión le tengo mucha prevención, me parece un supermercado. Esas luces blancas, esa falta de realidad. No me acaba de gustar esa forma de enlatar la realidad. Hacer televisión es carísimo y además necesita una imagen que vender. Te maquillan, te iluminan, te controlan. ¿Y qué gana alguien que no vive de su imagen? Pero el programa de Ariel no se parecía en nada a todo eso. Era al aire libre, por lugares muy hermosos y estuvo muy bien”, dice su compañero. Puede que terminasen de convencerse mutuamente en la fiesta en casa de Tomasito, en torno a un fuego y unos cantes, pero la pandemia se llevó el proyecto por delante. Sin embargo, la idea seguía en la cabeza de Ariel. “¡Le tuve que insistir!”, ríe el argentino. Así que juntos dieron forma a un núcleo sobre el que construir la gira.
Apropiación cultural
Eso son los clásicos, los temas míticos de los anfitriones, anfitriones como “Me estas atrapando otra vez”, “Echo de menos”, “Dulce condena”, “En un mercedes blanco”, “Salta”, “Volando voy” que suenan con el toque del otro, renovados, y “manteniendo la coherencia y un discurso para que no parezca fragmentario”, explica Kiko. Unos diez o doce temas a los que se sumarán los que aporten los invitados, en cada lugar, diferentes. Pero de la tierra en cada caso. “Nos interesa mucho el concepto de las compañías de teatro que parten de la capital pero que se van de gira al interior. España es muy agradecida”, dice Rot, que lleva más de cuatro décadas en España, pero que, gracias al programa, amplió sus conocimientos. “Me fascina cómo en tan poco espacio cambia tan radicalmente la manera de hablar. Y cómo el paisaje marca el carácter. Eso se ve claramente y lo entendí mejor haciendo el programa”. “Y cómo eso es una riqueza, frente a otras miradas que quieren ver esa diversidad como un obstáculo de alguna manera. Eso a mí me parece una perversión. Y la variedad de España es maravillosa. De las gaitas al flamenco y al rock...”, apunta su compañero. No se trata de hablar por hablar. Las biografías de ambos explican cómo la cultura les abrió universos. Rot, llegado desde Argentina, arraigó y convirtió el rock anglosajón en un ritmo madrileño. Y Kiko nació en Figueras (Girona) pero se educó en Cádiz y Sevilla hasta fundir el rock con el flamenco. “Es fundamental, eso es lo que nos alimenta. Viajar debería ser asignatura obligatoria en el colegio. Para mí fue muy enriquecedor no ser de un solo sitio”, añade Rot. “Yo mandaría a los chavales todos los años a una comunidad autónoma diferente. A que vayan a hacer apropiación cultural”, ironiza Kiko. «Me río de aquella polémica. Para mí, la apropiación cultural es algo positivo, no algo que cree conflictos como si le estuvieras quitando las pertenencias a alguien. La música es un código abierto», añade. «La música no es de nadie, es de todos. Cuando los ingleses rescataron el blues que estaba olvidado en Estados Unidos y lo popularizaron a escala planetaria... Muddy Waters no se enfadó. Estaba agradecido, porque era celebrar la música. Nosotros también lo estamos»