
Sección patrocinada por 

Selvático animal
Marc Seguí: «El sexo, el amor y la fiesta son cosas que nos tocan un poquito a todos»
En 2021 ocupó el octavo puesto de los cantantes españoles más escuchados de Spotify gracias al tema «Tiroteo» –831 millones de escuchas–. Ahora presenta nuevo disco: «No tengo prisa»

Marc Seguí, palmesano de 1998, se mueve con soltura entre el pop, el trap latino y el reguetón. Lo avalan más de siete millones de oyentes mensuales en Spotify y una canción, «Tiroteo», compuesta e interpretada junto al cantante y actor Pol Granch, que supera los 148 millones de escuchas en esa plataforma y los ¡831 millones! en el «remix» con el puertorriqueño Rauw Alejandro. Tras el disco de estudio «Pinta y colorea», el EP «AAAAAA» y un río de sencillos, acaba de publicar su segundo disco de estudio, «No tengo prisa», 15 nuevos temas con los que saldrá de gira tras el verano. ¿Ha terminado de asimilar el éxito descomunal de «Tiroteo»? «Yo sabía que tenía una gran canción –afirma tras unos segundos de reflexión–, pero nunca te imaginas que pueda llegar a tener esa repercusión. No sé cuántas canciones en español habrá habido que sean tan “heavies”, por el alcance, y veo que, aunque hayan pasado cuatro años, no ha pasado de moda: tiene más de medio millón de reproducciones al día, es muy loco. Y aunque siento que tiene que haber un punto de suerte para que eso pase, estoy convencidísimo de que vendrán más grandes canciones y de que mi música llegará mucho más lejos aún». Le digo que traperos y reguetoneros tienen muy cabreadas a las madres por sus letras. Que cantantes famosas como Vanesa Martín, Pasión Vega, Pastora Soler y Sandra Carrasco se han quejado en esta sección de que sus hijas las cantan ajenas al fuego de su significado, lo cual les parece peligroso: «Mi música es un pop llevado a lo urbano –afirma– e intento cuidar al máximo mis letras. Creo que no vas a encontrar ninguna palabrota ni nada malo en ellas, aunque sé que no hablas en concreto de mí, sino del género. Yo respeto que cada cual se exprese como quiera, porque el arte va de eso, de expresar lo que sientes, pero también entiendo que algunas canciones cabreen a las madres porque sus hijos las escuchan. Yo mismo, a veces, me digo: “Uoooh, lo que se está diciendo aquí”, porque hay letras fuertes». ¿Cree que el exceso de sexo en el trap y el reguetón es uno de sus grandes atractivos para los jóvenes? «Hombre, el sexo, el amor y la fiesta son cosas que nos tocan un poquito a todos y son temas que deben tratarse de alguna manera. La sensualidad en las canciones es algo que debe estar, igual que el momento en el que te enamoras, el desamor o la fiesta. Es verdad que hay gente que lo puede hacer con más o menos elegancia. Yo puedo escuchar a Leiva hablando de amor con elegancia y luego un reguetón superguarro, como diríamos nosotros, y también me lo gozo y me encanta escucharlo estando de fiesta».
Protesta o banalidad
Tienen cabreados también a los músicos de otros géneros porque parece que les han robado la tarta y no entienden el enorme éxito de una música tan simple técnicamente. Pero lo cierto es que raperos, traperos y reguetoneros han desplazado al rock y al punk como los grandes géneros contestatarios. Ahora, ellos son los transgresores, quienes les dan cortes de mangas al sistema: «Yo no diría que somos los nuevos roqueros o punkis, sino la nueva generación. Pero creo que el rock sí que está presente y que en Madrid hay una movida que está saliendo, como Carolina Durante, que está pegando fuerte. El otro día los estuve viendo en México y la gente estaba loca con ellos. Volviendo a lo que me planteas, es verdad que la música de antes se utilizaba más a modo de protesta, para cosas más sociales, y que lo que ahora está de moda trata temas más banales, pero no creo que le estemos robando la tarta a nadie. Yo me considero un artista emergente. Llevo cinco año haciendo música y admiro y respeto a músicos que no están en lo que yo, como Leiva. Y en cuanto a lo de la técnica –añade–, es verdad que antes la música exigía una mayor complejidad, pero también hay que saber hacer esas cosas “simples” que nosotros hacemos».
Las palabras, el lenguaje, tienen mucha importancia en el tipo de música que Marc hace. ¿Lee libros, poesía? «De pequeño leía muchísimo más, pero ahora no soy una persona muy lectora, te mentiría si te dijera lo contrario. Y sí creo que leer es una asignatura pendiente, pero tengo TDA (trastorno por déficit de atención), aunque no estoy diagnosticado, y cuando leo dos frases tengo que volver a empezar, como cuando estoy en el gimnasio y no sé cuántas repeticiones llevo. Me cultivo, sobre todo, viviendo cosas y escribiendo en mi block de notas. Suelo escribir conversaciones con amigos, cosas que veo por la calle, en viajes, y viendo películas. De ahí saco las temáticas para mis canciones». Ha participado en el flamante disco de duetos de Hombres G, «¿Por qué no ser amigos?», poniendo voz a uno de sus temas más conocidos, «Venezia». Marc asegura que a pesar de hallarse tan alejado, musical y estéticamente, del grupo madrileño, siempre le han gustado mucho y ha sido para él un honor poder formar parte de ese disco: «Hombres G son unos grandes y estoy superorgulloso de haber participado en su disco, es un honor increíble. Mi padre me los ponía cuando yo era pequeño y “Venezia”, precisamente, es uno de mis temas favoritos, lo pondría en el Top 2. Vinieron al estudio con nosotros a grabar la famosa intro de “Venezia”, esa burla, y grabaron todas las voces. Comimos juntos –prosigue– y nos estuvieron explicando la historia de esa canción, que cada año la canción del verano era de un italiano y dijeron: “Pues este año la canción del verano va a ser nuestra”. Siento envidia al ver lo bien que se lo siguen pasando. Mi admiración hacia ellos es total».
En 2021, salieron a la luz unos tuits de contenido machista y homófobo que Marc publicó cinco años antes y que le salieron muy caros. Dice no sentirse concernido con lo que le ha pasado a la actriz Karla Sofía Gascón, pero lo cierto es que ambos cometieron idéntico error: ser de gatillo fácil. Tuvieron un calentón y lo expresaron: «Lo mío no fue un calentón –puntualiza–, no es que yo me pusiera cabreado a hacerlo, pero sí lo hice sin ningún tipo de reflexión. Estaba con unos amigos haciendo el gilipollas y, al ver que uno ponía un tuit y se liaba parda, todos empezamos a poner tonterías. Lo que yo hacía entonces no tenía ninguna repercusión, pero cuando me empecé a dedicar a la música sí la tuvo. Si yo hubiese tenido en mente todo lo que había ahí, obviamente lo habría eliminado. Fue un momento de inmadurez de un crío que no sabe dónde pueden llegar las palabras y del dolor que pueden causar. Pero de eso también he aprendido y creo que ya he dado las explicaciones que tenía que dar y que la gente ha entendido, después de cuatro años, que me han podido conocer un poco más, que no tengo nada que ver con eso», concluye.
Al otro lado de las balas y los gritos
Por Javier Menéndez Flores
Te delata algún vídeo como un forajido con cuernos de diablo, un demonio con la cabeza amarilla, un apátrida que se busca desesperadamente en los espejos. Y desierto adentro, amputado del mundo y del resto de los simios que caminan erguidos, te sentías el monarca supremo de un reino sin súbditos. Allí, igual de solo que un astronauta a la deriva, podías cantar, Marc, largo y tendido, descargar gritos de 666 aes que solo oían ese cielo que no te quitaba ojo y la tierra que bañaba cuanto abarcaba una mirada, la tuya, que no terminaba de creérselo. Y te explotaba la cabeza cada seis minutos porque todos los pensamientos conducían a ella, y así es muy fácil rugir como las fieras que te habitan y volverse un "psycho killer" a la caza de sí mismo. Menos mal que en tu loca travesía te cruzaste con un peregrino llamado Carlos Ares, quien supo ver más allá de aquel tiroteo que te hizo miembro de honor del club de Spotify –allá va un abrazo eterno para Pol y Rauw– y le dio lustre a tu arte.
Madrid es una ciudad con un billón de rostros y cada coche aloja un manicomio. Y cuando caminas por la calle jurarías que todas las muchachas te sonríen y todos los tipos mayores de cuarenta te miran como si les debieras guita. Y has presenciado cómo los famosos son agasajados en los restaurantes exclusivos igual que emperadores de la Antigua Roma y no has sabido qué nombre ponerle a eso. Y te dejas acribillar a selfies mientras te pruebas unas zapatillas carísimas o una camiseta, al cabo de todo un día ejercitando la lengua con periodistas.
Pero cuando el zumbido se hace intolerable, cierras los ojos y apareces en el acto en el azul estupefaciente de Las Palmeras. Y revives la felicidad de cuando ibais a Sindicato a gastaros los billetes –¡flush, flush, flush!– y después, a lomos de una moto, enfilabais a Esporlas, donde en la ermita de Maristella descorchabais una botella que era el primer peldaño de una fiesta que solo se extinguía cuando el sol saltaba sobre vosotros. Para volver a la adolescencia no tienes más que sintonizar Rock FM y chocarte otra vez con Queen y con Pink Floyd y su muro prodigioso. Papá sabía lo que se hacía, qué coño, y de sus gustos nacieron muchos de tus deseos.
Qué putada, te lamentas, no haber conocido a Pau Donés y a sus Jarabe de Palo. Y aunque ahora, no sabes si por las obligadas corazas o por la ansiedad, la emoción rara vez logra ponerte la mano encima, cuando suena con su voz «La chica de Ipanema» es como charlar con él junto al fuego. Y entonces aprovechas y le cuentas que el presente que eres y el futuro que serás poseen una prehistoria en la que un niño proyectaba sueños imposibles que tenían mucho que ver con estudios de grabación y escenarios.
Piensas seguir ascendiendo a base de escribir historias que suceden a tu alrededor como sets de rodaje, pues no salen de los libros sino de la estricta contemplación de la vida. Pero después de pintar y colorear con avidez, entre mentiras y pelis de amor, y de gritar en clave de rock que siempre quieres lo que no tienes y que buscas nubes en el cielo, has comprendido que las prisas no te interesan porque son curvas que ya tomaste. Y pese a que discutir con ella era como estar en medio de una balacera, tú mismo lo dijiste: "cuando el infierno te trata bien, ¿quién quiere una plaza en el cielo?".
✕
Accede a tu cuenta para comentar