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Bibliotecas y Museos

Neil MacGregor, los dioses están cambiando

El historiador, ex director del British Museum y la National Gallery, publica un ensayo en el que repasa las creencias de las distintas culturas.

El estudioso ha repasado las distintas creencias que han ido formando el pensamiento y las sociedades del hombre en la historia. Foto: Gonzalo Pérez
El estudioso ha repasado las distintas creencias que han ido formando el pensamiento y las sociedades del hombre en la historia. Foto: Gonzalo Pérezlarazon

El historiador, ex director del British Museum y la National Gallery, publica un ensayo en el que repasa las creencias de las distintas culturas.

El hombre viene edificando el templo de sus deidades desde el principio de los tiempos. Un diálogo continuado para explicar el mundo, en realidad, a sí mismo, que le ha llevado a deambular por insospechadas circunvalaciones, desde la adoración de los ancestros, la construcción de mitologías y otros variados panteísmos hasta alcanzar este gran «hit» que han sido los monoteísmos. En nuestro mundo de materialismos, donde los valores y las ideas parecen acuñadas en la ceca de Ebenezer Scrooge en vez de provenir de los filósofos y otros salvaguardas del pensamiento, Neil Macgregor, ex director del British Museum y de la National Gallery de Londres, autor de ese regalo insospechado que fue «La historia del mundo en cien objetos» (Debate), explica cuál ha sido la relación de las distintas comunidades del pasado y presente con las deificaciones, cuál es el combustible abstracto que alimenta las bujías de las religiones y por qué las creencias están reviviendo en un planeta que avanzaba hacia el laicismo. «En Occidente, el hombre se ha convertido en algo más importante que la comunidad. Es el cambio de ser ciudadano a ser consumidor. El individuo está preocupado por sus derechos como individuo. Antes la plenitud de un hombre alcanzaba su plenitud en la comunidad. Ahora como ser individual. Este cambió sucedió en los años 60 y 70. Ahora, la gente necesita una idea de comunidad. Esto explica por qué en América han irrumpido pequeños grupos religiosos con ideas de comunidad extraordinariamente fuerte».

Un giro en la historia

Pero existe otra razón que viene de la Guerra Fría, aquel duelo de pistoleros que protagonizaron EE UU y la URSS. «Daba la impresión de que todos los países pertenecían a la historia de uno o de otro. Y que esos dos sistemas conducía al cumplimiento de una utopía. Eso cambió en la década de los setenta, con la Revolución de Irán, que demostró que no provenía de uno y de otro. Para contarlo recurrió al lenguaje del Islam, que no era ni soviético ni europeo ni americano». Para Neil MacGregor, una de esas personas que disfrutan con los desafíos y diferentes abismos que abren las conversaciones, añade la sutileza de un matiz, que es donde en ocasiones residen las claves: «Las fuerzas económicas controlan nuestras sociedades. Tienen poderes imperiales. Pero no conforman una comunidad. Por ejemplo, ¿dónde están los pobres en ellas? Están aparte de la comunidad. Pero existe una historia en que estas personas forman parte de una comunidad: las religiones. Y esta sigue siendo una de sus fortalezas, en donde todas las personas están incluidas. En las historias económicas no están integrados». Neil MacGregor marca un corte esencial entre las religiones panteístas, como la romana, y las monoteístas, que parten de un hombre al que se le ha revelado la fe y que descansan sobre un textos que es sagrado y que es la voz del propio Dios. Los romanos eran capaces de integrar en sus templos a los dioses de los pueblos que conquistaban. Lo que significa un nivel de humildad de pensamiento y de tolerancia que actualmente es muy difícil en Europa. Seguimos creyendo que estamos en la posesión de la única verdad y nos cuesta conceder valor a otras tradiciones. Es algo con lo que estamos teniendo dificultades».

Para MacGregor, no obstante, estamos al inicio de algo nuevo con los planteamientos que trae, por ejemplo, la ecología y que entroncan con antiguas creencias: «Como antes, comenzamos a sentir la necesidad de honrar y venerar el mundo que nos rodea y que no entendemos. Estamos dándonos cuenta de que no controlamos el mundo que nos rodea y que lo necesitamos. Empezamos a reflexionar sobre qué podemos ser aún y en qué nos podemos convertir».