La poderosa epopeya migratoria de Matteo Garrone en "Yo capitán": "Siempre he utilizado la violencia al servicio de mis personajes, no como un fin en sí mismo"
El cineasta retrata en su último y luminoso trabajo premiado en la Mostra de Venecia, el duro viaje emprendido por dos jóvenes senegaleses para llegar hasta Europa
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No quería caer en la tentación de dejarse arrastrar por su condición naturalmente privilegiada como cineasta apostando por el temblor de la mirada condescendiente, quería ceder protagonismo, entregar el altavoz, privilegiar el espacio de otros, señalar creando, hacerse invisible. Pero la rudeza tan explícitamente física y romana de Matteo Garrone, la esponjada gravedad de su voz como brotada del salvajismo de las noches largas y la falta de silencio, la expresividad de su boca grande, sus manos venosas, domesticadas, y su manejo expansivo del espacio con involuntarios destellos de capo siciliano, le impidieron pasar desapercibido cuando se sentó frente a LA RAZÓN en el marco del Festival de San Sebastián para desgranar la pretensión del discurso en su último y luminoso trabajo, "Yo capitán", justo merecedor del León de Plata obtenido en la última Mostra de Venecia, que bucea en el drama de la inmigración sorteando con acierto los clichés lastimeros proclives a la pornografía emocional o al miserabilismo.
Garrone se ajusta la cremallera de un chándal que le confiere un aspecto lindante con el de Maurizio Sarri -actual entrenador del Lazio- y defiende: "Intenté ponerme al servicio de estas personas, contar sus historias y lo hice a través de mi experiencia, de mi mirada, pero no pretendía desplegar un mero ejercicio de estilo. Quería que el espectador viviese la experiencia del viaje de Seydou y Moussa de forma directa y que mi labor en este caso como cineasta, la del director de fotografía o la del director de vestuario quedase en un segundo plano, se realizase entre bastidores, de forma disimulada. He intentado llevar a cabo un trabajo de resta, es decir, prescindir de cosas superfluas para que la película pudiese llegar directa al corazón. No sé si he conseguido no caer en este narcisismo estilístico, pero lo he intentado", apunta el cineasta sobre la dificultad evidente de abordar a través de su cine, con el parapeto artístico de la cámara, una problemática ya tratada en proyectos anteriores como "Ospiti" o "Terra di mezzo" y constituida por personas expuestas de manera permanente a los abusos del mundo, víctimas irreparables de la desigualdad, sin convertirse en un cínico.
En esta epopeya contemporánea llena de trampas y atropellos, narrada desde la perspectiva equilibrada de sus protagonistas senegaleses, los jóvenes Seydou y Moussa –personajes que podrían leerse como trasuntos de los premiados actores no profesionales que los encarnan, Seydou Sarr y Moustapha Fall–, quienes además de primos y amigos, son, por encima y a pesar de sus circunstancias, soñadores –mucho más prosaicos y reales y legítimos que los de Bertolucci– emprenden un viaje homérico a espaldas de su familia desde su Dakar natal hasta las sombras infernales de un campo de detención en Libia con el objetivo de llegar a la idealizada costa siciliana, de pisar con la seguridad del triunfador la moldeable silueta de sus anhelos europeos, que no son otros que los de convertirse en estrellas de la música y tener una vida mejor.
No hay rastro en esta ocasión de la explicitud de la violencia que podíamos advertir en "Gomorra" y sin embargo, en algunas escenas se percibe la fisicalidad vertebradora de aquellos momentos de denuncia, tan característicos del cineasta. Cuando le preguntamos por esta elección suavizada, señala que “siempre he utilizado la violencia al servicio de mis personajes, no como un fin en sí mismo. En este caso elijo contar la violencia a través de los ojos de Seydou, es una violencia que solo se vislumbra, no quería especular con ella ni utilizarla de manera excesiva. El riesgo hubiese sido que “desentonara” con las historias que cuento en el filme”. De hecho, en “Dogman” y en “Gomorra” sí, hay violencia, pero siempre forma parte de la historia: ayuda a entender las dificultades que están atravesando los personajes y ayuda a contar su condición humana".
Otro de los pilares de "Yo capitán" desde el punto de vista de la articulación de los hechos, es la estructura lúdica de cuento de aventuras, de odisea fabulada, escogida por Garrone para ordenar el tono del relato, algo que responde tal y como explica el director de "Reality" al hecho de que "el guion de esta película nace de los testimonios reales de las personas que han vivido de primera mano el viaje emprendido, desde los protagonistas hasta los extras. Yo mismo he visto en sus relatos esa pureza, ese candor, esa ingenuidad y de ahí que pueda recordar un poco al tono de otra de mis películas “Pinocho”, con ese anhelo, con ese deseo de llegar a la isla de los juegos. Es por eso que contar un relato de aventuras me parecía la forma más natural de afrontar la historia. Y creo que podemos utilizar la palabra épica con toda razón, porque ellos son los únicos portadores de una épica contemporánea. Es el viaje del héroe que alcanza su meta, que consigue realizar sus sueños".
"El guion de esta película nace de los testimonios reales de las personas que han vivido de primera mano el viaje emprendido, desde los protagonistas hasta los extras"Matteo Garrone
Unos sueños, desmenuzados y vaporosos, que como concepto simbólico pero también como sustento narrativo de esta película que ahora se estrena en salas españolas –mucho más desprendida de la politización del tema que trata que cuando pasó por el Festival de Venecia o por el donostiarra– le sirven a Garrone para aderezar en términos visuales el viaje con sugerentes ecos fellinianos que pueden parecer gratuitos, pero que no lo son en absoluto porque aligeran de carga dramática la forma al tiempo que engrosan la dimensión del mensaje. «El sueño tiene un papel importante para cada uno de nosotros y aquí ayuda en la interpretación del personaje porque pone de manifiesto sus traumas, sus heridas. De ahí que los momentos oníricos muestren las grietas sufridas por Seydou. Es un viaje de formación, de transición de la edad de la infancia a la edad adulta donde el chico puede también conocer la violencia del mundo y sus repercusiones. Pero no pretendía quedarme en la estructura somera de ‘‘road movie’’ por África sino también proyectar un viaje del alma, un viaje del espíritu».
Esta es una película que nace de la resignación ante la injusticia de una realidad que nos involucra como individuos pero también como conjunto, igualándonos al otro, nivelando nuestros deseos y necesidades y muere con el señalamiento de las vergüenzas de una Europa que sigue tapándose los ojos cuando se lanzan mensajes y cuerpos desde y hacia el mar. "El problema social que implica esta película no es sólo italiano, sino que tiene una envergadura mucho más grande, porque atañe a una injusticia que existe desde hace años y que seguirá existiendo durante muchos más. En realidad, la película toca temas como la violación de los derechos humanos: basta con pensar en el hecho de que estos chicos tienen que poner en riesgo su vida para desplazarse para perseguir sus sueños, mientras que otros, en otras partes del mundo, pueden moverse libremente para intentar alcanzar lo mismo. Creo que, para poner coto a la trata de seres humanos, para socavar el poder de estas redes de captación, lo primero que hay que hacer es ordenar los canales legales del viaje, otorgar visados con más facilidad para que los desplazamientos puedan darse de forma más ágil y libre. “Yo capitán” se limita a contar que estas historias desde el punto de vista de las personas que las viven y las han vivido, pero no pretende dar respuestas definitivas o tajantes, no es una cinta de tesis, sino un cuento. El cuento de un viaje", se despide. Un viaje extenuante, poroso, redentor, madurado y perdurable en la retina del espectador que, durante un intervalo de segundo, parece real. Y hasta lo es.