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El Teatro Real se hace grande en Manhattan

Un encuentro flamenco y, sobre todo, un espectacular concierto en el mítico Lincoln Centre de la gran manzana reavivan la proyección internacional de la institución española
La imponente presencia de la cantaora Esperanza Fernández
La imponente presencia de la cantaora Esperanza Fernández Chris Lee
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Cuenta la leyenda que hasta once revisiones tuvo que pasar “El amor brujo”, de Manuel de Falla, para parecerse al libreto con el que había soñado su autor. A medio camino entre la minería de cultura popular y el álgebra de lo culto, hay pocas presentaciones con la fuerza y el brío necesarios para, a la vez, dar cuenta del folclore de un pueblo y de sus capacidades sinfónicas. Ese es, quizá, el motivo por el que la obra de Falla tuvo un lugar de privilegio en el concierto que ofreció la pasada madrugada la Orquesta del Teatro Real -con el maestro Juanjo Mena al frente- en el mítico Lincoln Centre de Nueva York (Estados Unidos). Ante un respetable de unos 2.200 espectadores, acogidos por el renovado teatro Wu Tsai del David Geffen Hall, en el que se encontraban la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, o la escritora Fran Leibowitz, los vientos, cuerdas y percusionistas del Real hicieron aún más grande su nombre.
La que fue declarada, internacionalmente y tras la pandemia, como “mejor ópera del mundo”, se presentó por segundo año consecutivo en la gran manzana con la intención de mejorar los resultados -líricos y de proyección- conseguidos en 2022. Y el esfuerzo comenzó un día antes, en la noche del domingo, cuando la antigua sinagoga que alberga a la Fundación Ángel Orensanz en el East Village de Manhattan, acogió un cuidado espectáculo flamenco. Los bailaores Amador Rojas y Yolanda Osuna, arropados por dos guitarras, dos cantaores y un saxo, hicieron las delicias del público allí congregado, interpretando piezas pertenecientes al catálogo del espectáculo Authentic Flamenco, con el que la institución lleva años dando a conocer nuestro arte. Y no queda ahí el esfuerzo por mantener el arte en movimiento, ya que en la pasada madrugada española, un cuarteto de solistas del Teatro Real ofreció otro concierto, esta vez gratuito, en la Americas Society.
Pero si algo engrandeció las hechuras de la institución operística española, capaz ya de mirar de tú a tú a sus grandes competidores globales gracias a iniciativas como la plataforma de “streaming” MyOperaPlayer, fueron las cuatro piezas que dieron forma al generoso concierto sinfónico de la noche del lunes. Tras un correoso acercamiento a la “Suite Panambi” de Alberto Ginastera, confluencia entre los sonidos más clásicos y la influencia indígena en Sudamérica, la noche dio paso al virtuosismo del violonchelista Pablo Ferrández. Aunque comenzó todavía encontrándose en la acústica del nuevo teatro, quizá el único pero de una noche redonda, Ferrández puso vida al “Concierto en Si menor” de Antonin Dvorak, iluminando la estancia con colores esforzados y esbozos de genialidad.
Su rendición minimalista a “El cant dels ocells”, en el bis, terminó de rematar la faena. Tras el intermedio, en el que el español se convirtió en la lengua dominante de cada uno de los corrillos, le llegó el turno a la imponente presencia escénica de la cantaora Esperanza Fernández. Encargada de interpretar a la Candela protagonista (en solitario por una adaptación que se ciñó mucho a la intención inicial de Falla, con apenas una veintena de músicos sobre el escenario), la artista se arrojó al escenario yendo más allá del manido duende, como dando cuenta de un espíritu que está mucho más arraigado de lo que uno podría esperar en un concierto que no deja de ser un muestrario de las versátiles aptitudes del Real. Si el “show” en la ciudad que no duerme era un catálogo, Fernández era su sección de pedidos exclusivos y bajo demanda. Especialmente bella fue su versión del “Conjuro para reconquistar el amor perdido”, recorriendo la escena de manera casi cinematográfica, instalando en el espectador esa conexión inmediata con, por supuesto, el cine del recientemente fallecido Carlos Saura.
Para cerrar el desembarco del Teatro Real en Nueva York, el maestro Mena se sacó de la manga el “Daphnis et Chloé” de Ravel. Y, antes de que lo ceremonioso del acto lo llevará casi a las dos horas de concierto, los “encores” estuvieron dedicados a Enrique Granados, interpretando dos de las piezas de las “Goyescas” del maestro. Sin duda un pomposo y espectacular final para un público que, ya entregado, no paró de aplaudir durante varios minutos, agradeciendo la entrega de los 92 músicos congregados y, sobre todo, dando cuenta de las posibilidades de la institución más allá de las fronteras españolas.
Así lo hizo también efectivo Ignacio García-Belenguer, director general del Teatro Real, quien en la rueda de prensa que tuvo lugar en la sede de Dragados en Nueva York (y a la que también acudieron Joan Matabosch, la Presidenta Ayuso y la delegada de cultura, Marta Rivera de la Cruz) reafirmó el compromiso de la ópera española con el hermanamiento entre Madrid y Nueva York, en el marco de un pacto que abarcará un total de cinco años. Sin fronteras y ensanchando cada partitura, la duda queda ahora en el techo que este tipo de iniciativas, tan provechosas para la cultura como para la propia “Marca España” que generan ya a nivel económico, puede alcanzar. Tirando de Falla, eso sí, todo parece más sencillo.

El nuevo desafío de Jesús Carmona

A pesar de que la iniciativa se filtró durante el fin de semana, la Presidenta Ayuso quiso hacerlo oficial en su desplazamiento a Nueva York: a lo largo de 2024, y con un presupuesto cercano al millón de euros, la Comunidad de Madrid pondrá en marcha un Ballet Español que tendrá su sede en los Teatros del Canal. Las labores de dirección recaerán en el renombrado bailarín Jesús Carmona, reconocido en los Benois de la Dance de 2021 (los Premios Oscar de esta disciplina) como el mejor del mundo. “Es un fenómeno”, explicó la política en la rueda de prensa.