“Tu mano en la mía”: El amor y la vida en las cartas de Chéjov ★★★☆☆
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Autora: Carol Rocamora (a partir de las cartas de Antón Chéjov y Olga Knipper). Director: Santiago Sánchez. Intérpretes: Rebeca Valls, José Manuel Casany. Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, Madrid. Hasta el 28 de noviembre.
Vuelve a Antón Chéjov la compañía L’OM-Imprebís, con el director escénico Santiago Sánchez a su frente. En esta ocasión el punto de partida no es un material de naturaleza dramática, sino las más de 400 cartas que el escritor cruzó con la actriz Olga Kipper, que fue primero su amiga, luego su amante y finalmente su mujer. Carol Rocamora, gran experta en Chéjov y traductora de todo su teatro, firma este curioso texto al que ha infundido un sutil aliento narrativo para que el espectador pueda seguir con facilidad la evolución de la relación entre los protagonistas y pueda, al mismo tiempo, conocer los hitos que jalonaron los solo seis años que transcurrieron desde que los protagonistas se conocieron hasta que él falleció.
Dado que la lectura de una carta nos mueve inexorablemente a la evocación de lo que está escrito, Santiago Sánchez ha jugado con inteligencia sus cartas en la dirección para intentar crear, sobre todo, esa idónea atmósfera de ensoñación que permita al público recrear eso mismo que los personajes leen o escriben. Y, ciertamente, ha conseguido dar con ese clima en el que todo parece verosímil sin tener la consistencia de la realidad –que es el clima propicio para la evocación– y ha conseguido también que todo discurra en él de manera fluida, sin altibajos ni fracturas.
Sin embargo, tras el amable perfume que destila la interacción de los dos personajes, es difícil que el público termine de acomodarse con gozo en el meollo dramático, porque el texto, tal y como está escrito, se empeña en sacarlo continuamente de allí. El problema es que la alternancia de estilos narrativos o literarios –que han de corresponderse en el teatro con otros tantos estilos o niveles de representación– es excesiva.
Los personajes tienen que pasar demasiado rápido y demasiadas veces del relato memorístico de sus vivencias en primera persona a la relación epistolar que sirve de eje a su relación, en segunda persona; y, de esta, a la interacción pura y dura, protagonizando algunos momentos a los que las cartas aluden. Como consecuencia, los actores Rebeca Valls y José Manuel Casany no tienen tiempo ni herramientas para entrar de lleno en ninguno de esos planos y llevar hasta allí al espectador. Digamos que los dos resuelven bien la papeleta que les toca, que es la de guiar al público en un agradable paseo; pero no dejan opción a que este se pueda detener a contemplar –la estructura de la obra no lo permite- algunos rincones que podrían ser preciosos se alumbraran algo más.