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“¿Que no...?”: Infinitos puntos de vista ★★★☆☆

Jesús Ugalde
La Razón

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Autor: Antonio Fernández Ferrer, Christian Boyer y Jesús Cracio a partir del libro “Ejercicios de Estilo” de Raymond Queneau. Director: Jesús Cracio. Intérpretes: Javier Ballesteros, Nur Levi, Rosa Martí, Arturo Martínez Vázquez, Paloma de Pablo, Fernando Sainz de la Maza, Claudia Salas y Álex Villazán. Naves del Español en Matadero (Sala Fernando Arrabal), Madrid. Hasta el 21 de noviembre.
Por tercera vez ya en su carrera, Jesús Cracio lleva a las tablas esta curiosa y difícil adaptación, a la que él quiso titular “¿Que no…?”, del libro “Ejercicios de estilo” del escritor francés Raymond Queneau. Si el propósito del autor surrealista fue, entre otras cosas, demostrar que la panoplia de formas literarias que cabe utilizar para contar una misma historia es inagotable, Cracio demuestra aquí, por su parte, que esa multiplicidad de formas y puntos de vista también es extensiva al lenguaje puramente escénico.
Un hombre “con el cuello bastante largo que lleva un sombrero de fieltro” protagoniza una pequeña riña en una línea de autobús. Unas horas más tarde ese mismo hombre está conversando con un amigo, que le hace una observación sobre el escote de su abrigo y le recomienda “subirse el botón superior por algún sastre competente”. Este suceso, cuya acción es relatada, o directamente recreada, de mil maneras diferentes por testigos directos o indirectos, es la única materia argumental tanto en el libro como en la obra teatral. Como puede apreciarse, la historia de fondo es deliberadamente anecdótica, insustancial. Lo importante es evidenciar que el arte puede encontrar infinitos caminos para expresarse, y que cada espectador, de acuerdo a su particular idiosincrasia, gusto o inquietud, encontrará en algunos de estos caminos mayor belleza y acomodo que en otros.
El drama realista, el vodevil, el expresionismo, la narración oral, el teatro gestual, las máscaras, el simbolismo, el musical, la tragedia clásica, la comedia de intriga… y un sinfín de géneros, estilos y elementos se van sucediendo sin tregua para contar una y otra vez al público el mismo chascarrillo. El director, que firma la adaptación junto a Antonio Fernández Ferrer –autor asimismo de la versión del libro de Queneau que editó Cátedra en España– y Christian Boyer, desafía así la paciencia del espectador durante 70 minutos en los que siempre pasa lo mismo, aunque siempre de distinta manera. Y sale bien parado porque ese desafío, ideado con ingenio, humor y oficio, nos permite, sobre todo, reconocer no ya la subjetividad creativa inherente al hecho artístico, sino también nuestra propia subjetividad como receptores a la hora de asimilar y disfrutar de la obra de arte.
Desde luego, es una obra mucho más indicada para quienes se dedican de un modo u otro a esto del teatro –ideal para estudiantes de arte dramático, por ejemplo– que para el público, digamos, “normal”; pero todos, probablemente, sabrán apreciar el conocimiento con el que está planteada y el esfuerzo con el que está materializada por un joven elenco en el que destacan, sobre todo, Nur Levi, Álex Villazán y Javier Ballesteros. Además, hay un bonito trabajo de todo el equipo artístico, con mención especial al vestuario de Beatriz Robledo y al movimiento escénico de Marta Gómez.

Lo mejor

Aunque el reto es complicado, está resuelto con imaginación por todo el equipo.

Lo peor

Probablemente no todo el mundo disfrute con una función en la que lo único verdaderamente importante es el aspecto formal.