Un cerebro extirpado, un hacha inmisericorde y ni rastro de la conciencia política: La Columna Durruti ataca de nuevo
La compañía argentina divide su nueva propuesta en dos partes, una ficcionada y otra dialogada, para preguntarse y debatir sobre las corrientes políticas actuales y la amnesia colectiva que invade a la sociedad
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En lo nuevo de La Columna Durruti resuenan Ulrike Meinhof, Derrida, la hauntología, la posmodernidad, Mark Fisher, la depresión, el suicidio y la pregunta por el sujeto histórico, pero la compañía advierte que, aunque no se tenga ese grado de “referencialidad”, la pieza llega al público “independientemente” de controlar, o no, estos nombres. “La clave está en la verdad emocional”, apunta Maricel Álvarez.
Los anarquistas de la escena (de ahí su nombre) vuelven con su arte y filosofía, teatro y pensamiento, acción y búsqueda crítica; y lo hacen con una nueva incorporación, Marcelo Expósito. Será esta la tercera pata de un engranaje al que hay que sumar al otro pilar de La Columna, Emilio García Wehbi, y que estrena este fin de semana en el FIT de Cádiz un díptico que viajará después por la península: Nocturno de Ulrike o El sujeto histórico, donde Ulrike Meinhof, polémica periodista y miembro principal de la RAF (Rote Armee Faction), y la deriva de nuestros tiempos serán el eje disparador de todas sus reflexiones.
“Hablamos de Ulrike Marie Meinhof, periodista recordada sobre todo por sus artículos en la revista Konkret, antibelicista militante, tanto que pasó a la clandestinidad en 1970 alejándose para siempre de su familia para participar en diversas acciones terroristas”, presenta los “Durrutis”. Huyen de cualquier controversia sobre la conveniencia o no de utilizar un nombre como el de Meinhof justificando su subida al escenario para “hablar de cómo se construye la violencia y no como reivindicación de esta”, cuenta García Wehbi de una función que “no es un biopic”.
La Columna Durruti apunta así a la “destrucción del sistema burgués” y señala, entre otras, a la misteriosa muerte de Ulrike en mayo de 1976, cuando se la encontró ahorcada en una celda blanca sin ventilación, con luz día y noche, aislada acústicamente y sin contacto alguno con el exterior durante más de 200 días: un régimen de “tortura blanca”, como lo calificó Amnistía Internacional. Después el cerebro le sería extirpado, sin el consentimiento de sus familiares, porque los peritos forenses querían estudiar la neurología de “un comportamiento tan violento”. Una victimización postmortem que también aprovechará la compañía argentina para “hablar de la violencia sobre el cuerpo femenino”.
La de Ulrike Meinhof será la primera de las partes de un montaje que va intercalando sus dos propuestas. Así, tras esta parte más ficcional, más teatral, de la que se encargará Álvarez y donde aparecerá el espectro de la periodista para reclamar la devolución de su cerebro, Expósito y García Wehbi se sumergen en El sujeto histórico. Estos, ya sin guion, se pierden en las idas y venidas de la larga correspondencia epistolar transoceánica que mantuvieron durante 2021. Cuál es el sujeto histórico del presente se convierte en el centro de la discusión. Para ello, primero despertarán el fantasma de aquellos años 60-70 para certificar la muerte de la modernidad, y, luego, se apoyarán en el vídeo para abordar el tiempo actual, “que vive sepultado bajo el paradigma de la cultura visual”: “Se intentará convocar a aquellos fantasmas del pasado que procuraron colarse a través de la grieta del sistema para habilitar la posibilidad utópica o no de que podamos habitar el presente como dignos sujetos históricos de la época en la que nos ha tocado vivir, y no como simples algoritmos de una ecuación mercantil que ni siquiera comprendemos”.
Y continúa García Wehbi con las preguntas: “¿Qué está pasando con la conciencia política y con ese crecimiento de las nuevas derechas, el negacionismo, la violencia política, el terraplanismo, el odio, la posverdad...? ¿Cómo se construye una amnesia colectiva? ¿De qué modo operan los poderes fácticos?...”. Son algunas de las cuestiones que flotarán en el ambiente de un escenario desnudo, pero lleno con la presencia de los tres intérpretes; más un tronco en el que Álvarez, hacha en mano, depositará su ira, como trasunto de la violencia que desplegó Ulrike Meinhof en su etapa en la RAF, e incluso antes, cuando la leyenda cuenta que arrasó el mobiliario de su propia casa.
- Dónde: Teatro del Títere La Tía Norica, Cádiz. Cuándo: 23 de octubre (12 y 13 de noviembre en Teatro Pradillo, Madrid). Cuánto: 10 euros.