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Entrevista
Christos Papadopoulos: "El mundo sigue ofreciéndonos razones para rendirnos"
El bailarín y coreógrafo griego regresa al Festival de Otoño para mostrar una pieza esperanzadora con la que retrocede a su espíritu adolescente

«My Fierce Ignorant Step» no es una terapia de Christos Papadopoulos, pero sí un grito de rabia. Una liberación del coreógrafo griego ante el mundo que le rodea: corrupción, guerras, destrucción del medio ambiente y ascenso de la extrema derecha. Obligó a su mente a retroceder hacia su adolescencia en Nemea, su pueblo natal. De entonces recuerda las ganas de vivir y la sensación de que no había barreras. «Todo era posible». Así se generó la chispa de un montaje que los días 21 y 22 de noviembre ocupará la sala grande, la Roja, del Canal dentro de la programación del Festival de Otoño y con el que Papadopoulos regresa a Madrid con ese sello marca de la casa.
–No abandona el minimalismo encima del escenario. ¿Es igual en su día a día?
–El minimalismo, para mí, nunca es una cuestión de austeridad o limitación, sino de presencia. Me atrae lo esencial, lo que queda cuando quitas todo lo demás. No se trata de reducir la vida, sino de intensificar la atención.
–¿Qué se necesitaría para que viéramos una producción barroca de Christos Papadopoulos con todo tipo de adornos?
–Siento que vivimos en un mundo rebosante de ruido y decoración. Mi instinto es ir en la dirección opuesta: quitar capas hasta que aparezca algo humano y crudo. Pero sí amo el exceso cuando viene de adentro, cuando viene del pulso del cuerpo, de la alegría de estar juntos. «My Fierce Ignorant Step» está repleto de todo ese tipo de abundancia: un barroco interior de respiración, sonido y energía compartida.
"Vivimos en una época que nos empuja hacia la separación, hacia la autoconservación"
–Presenta «My Fierce Ignorant Step» como su trabajo «más personal»: ¿por qué?
–No sé. Cada trabajo es extremadamente personal. No puede ser de otra manera. Tal vez porque lo personal aquí también es colectivo: es una memoria compartida, algo que nos pertenece a muchos de nosotros. La pieza conecta mi escucha privada con el paisaje común de una generación. Esta pieza es un intento de encontrar significado en esa intersección, donde lo personal se vuelve político al ser compartido.

–¿Es un espectáculo que habla de la eterna juventud?
–No se trata de la eterna juventud, sino de esa feroz vitalidad que a veces perdemos a medida que envejecemos. Es un recordatorio de esa primera sensación de posibilidad, cuando todo se sentía abierto y vivo. Quería volver a conectarme con esa energía, no con nostalgia, sino como una forma de coraje. Vivir plenamente, volver a creer en el movimiento, es ya un acto de resistencia en un tiempo que nos pide constantemente ser cautelosos, cansados y eficientes. No estoy hablando del pasado. ¡Estoy hablando de hoy!
–Habla de «unidad». ¿Qué tiene que decir esa unidad de tus bailarines sobre el mundo de hoy?
–La unidad hoy no es una idea simple, es un desafío. Vivimos en una época que nos empuja constantemente hacia la separación, hacia la autoconservación. En el escenario, los bailarines se mueven juntos no porque estén sincronizados, sino porque eligen conectarse. Esa elección, escuchar, moverse como parte de algo más grande, es profundamente política. Resiste la soledad y la fragmentación que dominan la vida contemporánea. En la obra, la unidad no es un efecto estético; es un gesto ético.
"Mi instinto es ir en la dirección opuesta al ruido"
–¿Nace «My Fierce Ignorant Step» del pesimismo sobre el mundo que le rodea?
–Comienza con la desilusión, sí. De la sensación de que el mundo que nos rodea se ha endurecido, que la injusticia, la desigualdad y la violencia se han normalizado. Pero la pieza no se queda en ese lugar. Busca energía, alegría, la memoria física de la esperanza. Bailar juntos se convierte en una forma de resistir el cinismo, de decir que incluso si el mundo se siente roto, nuestros cuerpos aún recuerdan cómo comenzar de nuevo. Es un proceso de conexión.
–En la sinopsis de la obra asegura que la esperanza es un acto de resistencia: ¿tiene esperanza en los seres humanos? ¿Y en las nuevas generaciones?
–Sí. La esperanza no es un sentimiento; es una elección. Es algo que tenemos que practicar, especialmente ahora, cuando el mundo sigue ofreciéndonos razones para rendirnos. Las nuevas generaciones parecen más conscientes de las contradicciones de nuestro tiempo, más en alerta a la necesidad de cambio. Se niegan a aceptar lo que se les entrega, y eso me da esperanza. La pieza está dedicada a esa fuerza, a la creencia de que la ternura y la imaginación aún pueden transformar la realidad.
–¿Por qué los fantasmas autoritarios del pasado parecen estar resucitando hoy?
–Porque el miedo y la fatiga son terreno fértil para el control. Cuando las personas pierden la confianza entre sí, buscan autoridad en lugar de solidaridad. Esos fantasmas regresan cada vez que dejamos de imaginar un futuro común. También somos muy lentos en nuestras reacciones. Un genocidio está ocurriendo frente a nuestros ojos y nuestra reacción es demasiado lenta. Tenemos demasiadas cosas que sacrificar, por lo que la valentía es difícil. Para mí, el arte es un espacio donde podemos practicar lo contrario, donde podemos generar confianza, incluso temporalmente. Un escenario es una democracia frágil: solo funciona si todos escuchan y se mueven juntos.
–¿Cómo vemos la poesía de Odysseas Elytis en el escenario?
–A través del ritmo, a través de la luz, a través de la vibración. La poesía de Elytis no es decorativa, es física. Respira con el mismo pulso que busco en el movimiento. En «My Fierce Ignorant Step», su mundo reaparece no como una cita sino como un sentimiento: la ligereza de estar vivo, la dignidad de la existencia, la insistencia en que la belleza y la libertad son inseparables. Sus palabras nos recuerdan que nada esencial desaparece nunca, solo espera ser escuchado nuevamente.
- Dónde: Teatros del Canal, Madrid. Cuándo: 21 y 22 de noviembre. Cuánto: desde 9 euros.
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