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Teatro
Crítica de 'Los brutos': La vida como un guion de cine ★★★★☆
Lo interesante del montaje no radica en el argumento en sí, bastante sencillo e incluso manido, sino en la manera de desarrollarlo

Con un estilo teatral muy relacionado con el cine, y que recuerda en ciertos aspectos al de Pablo Remón -junto al cual escribió la espléndida ‘Sueños y visiones de Rodrigo Rato’-, Roberto Martín Maiztegui debuta en la dirección escénica rindiendo un bonito homenaje a la ficción como vía de escape y como salvaguarda al mismo tiempo de nuestra propia realidad. El título de ‘Los brutos’ alude metafóricamente al material completo de una película antes de las supresiones y las transformaciones que se llevan a cabo en la fase de montaje. Y es, en efecto, ese material “bruto” el que alimenta esta historia repleta de pequeñas historias sobre un chico de barrio llamado Nito, de familia humilde, que ha vivido siempre rodeado de gente sencilla, y en cierto modo ruda, a la que muy pocos encontrarían algún encanto. Cuando Nito termine el bachillerato y entre a estudiar en la Escuela de Cine comenzará para él una nueva vida, más moderna y cautivadora, que lo alejará, quizá para siempre, del mundo que había conocido hasta entonces.
Pero lo interesante del montaje no radica en el argumento en sí, bastante sencillo e incluso manido, sino en la manera de desarrollarlo, dado que es el propio protagonista el que va creando las escenas e introduciendo los personajes del mismo modo que hacíamos algunos cuando éramos niños, en la era analógica, y nos entreteníamos en el recreo contándonos unos a otros las películas que habíamos visto, transformadas luego a nuestro antojo en la imaginación. En efecto, Nito actúa en todo momento como un guionista que estuviera escribiendo y modificando sobre la marcha el guion de la película de su propia vida. En ese guion de naturaleza irremediablemente inestable coexisten la realidad y la fantasía, lo vulgar y lo extraordinario, lo cierto y lo probable, el recuerdo y la invención, el regreso y la huida. Y esa dualidad está expresada con gran talento y delicadeza artística, merced también, cómo no, al trabajo de unos actores que se han plegado a la perfección al carácter de la propuesta y entre los cuales destaca, en el papel protagonista, Francesco Carril, maravilloso una vez más.
- Lo mejor: La obra presenta la originalidad de encontrar en la propia forma su verdadero y poético fondo.
- Lo peor: La estructura es tan maleable que a veces cuesta diferenciar con nitidez las distintas capas narrativas que contiene.
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