FIT de Cádiz, un festival en transición que apuesta por lo seguro
Primer fin de semana de la cita gaditana con un par de cierres de trilogías, David Montero y Bonobo, y con dos compañías que no fallan: la de María Pagés y los portugueses de Chapitô
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Poner a la Pagés para abrir cualquier cosa es un seguro. Eso fue lo que debió pensar Pepe Bablé a la hora de programar la nueva edición del FIT, "una de transición", advertía el director artístico en la presentación del mismo.
Todavía no conocemos el nombre de quién lo dirigirá el año que viene, pero lo que sí sabemos es que María Pagés ha tardado demasiado en pisar el escenario del Falla. Innumerables son sus visitas internacionales, por ejemplo, a Japón o Nueva York, sin embargo, las tablas principales de Cádiz parecían un imposible para la bailaora... hasta el viernes.
Precedida por el pasacalles Tchyminigagua (Colombia), que fue del Palillero al Falla, 'De Sheherazade' era La Cita. Un montaje redondo, como se señalaba al principio. Y las gentes del sur no son tontas, aplaudieron a rabiar. Tras dos años de gira, Pagés & co. gustó y mucho en la apertura del FIT. Hora y media de ensimismamiento y palmas gaditanas de goce como guinda del pastel.
La historia de la narradora de 'Las mil y una noches' pasada por el tamiz de la danza y el flamenco volvió a poner en valor a su protagonista como “un ejemplo”, para Pagés. “Solo con sus palabras, con su manera de combinarlas y usarlas, fue capaz de convencer a un asesino para que dejara de matar”, defiende de una figura de ficción que “no es solo eso”, añadía la bailaora en su estreno absoluto de hace dos años: “También pone en valor lo que aportaron a la literatura universal otras mujeres como Medea, Safo, Blimunda, Bernarda... Todas ellas están reflejadas en esta obra”.
Los tonos arena del elenco tomaron el Falla para “extraer un mensaje sobre la importancia de la palabra –explicaba Pagés–. Pone en valor la comunicación entre seres humanos y la resolución de conflictos. Estamos en un momento en el que las palabras no llegan y no tienen el valor que deberían. Tenemos el deber de transmitir valores; lo que sucede es que no siempre transmitimos los buenos. Ahí es cuando aparecen la violencia y los miedos”.
Y de seguido, tocó marchar al Baluarte para ver 'Palmasola', un proyecto de investigación teatral suizoboliviano sobre la cárcel del mismo nombre en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia.
Fue el inicio "de transición" en un Festival Iberoamericano de Teatro que el sábado viviría un cierre de trilogías. David Montero, primero, y los chilenos de Bonobo, después. Ni uno ni otros pretendían, dicen, completar una terna de piezas, sin embargo, todos coinciden en que fue el propio arte el que los llevó hasta ahí. “Te pones a trabajar, ves un hilo común y se desarrolla”, cuenta Montero. Antes de estrenar la segunda pieza falleció su madre y sintió “que a partir de mi experiencia personal debía construir un discurso que fuera más allá de mí”.
El dramaturgo sevillano, tras 'Si yo fuera madre' y 'Ex (el final del simulacro)', puso sobre la Central Lechera la despedida a su madre, enferma de alzhéimer. Primera visita del artista a Cádiz en solitario, donde sí había estado con una 'Fuenteovejuna'.
Montero se define como “un inconsciente” que se mete en los proyectos y ya luego “me doy cuenta de lo que estoy haciendo”. Con 'El tiempo del hijo' ha encontrado una función “sanadora, dolorosa y necesaria” -siguiendo la senda de 'La presencia pura', de Christian Bobin-, dice quien ve en la muerte un tabú que ha ido “a más” con los años. “Antes por lo menos existía un protocolo, una conexión con la trascendencia que ahora no tenemos. Había un acto comunitario que hemos perdido. La muerte nos supera porque es una idea que no podemos entender y contar con un ritual público nos ayuda a acogerla colectivamente. Hemos salido perdiendo”.
Aun así, el actor y director de esta pieza no pretende volver atrás, pero sí “hacer pensar sobre qué hacemos en comunidad en ese tránsito”. Antes, “la muerte estaba insertada dentro de la vida; hoy, se aborda al cuerpo enfermo como una cosa científica. Se saca de lo cotidiano y se incurre en un tabú que no es bueno”.
La culpa es otro de los sentimientos que se asoman por 'El tiempo del hijo': “Hay una cosa muy rara cuando te enfrentas a una enfermedad degenerativa de un familiar porque una parte de ti quiere que deje de pasarlo mal y que desaparezca”. Ahí es cuando llega la contradicción “en la que hay que tomar muchas decisiones, algunas muy duras, como ingresar a tu madre en una residencia. Es una culpa que no se te quita incluso sabiendo que es lo mejor para esa persona”.
Entra así Montero en un ambiente menos político que en sus anteriores piezas de la trilogía. Asegura el autor que “cualquier discurso entraría en la demagogia”, por lo que ha decidido quedarse al margen y apuntar a esa experiencia personal que trascienda al público.
Montero repetiría el domingo en la Central Lechera y el tema, curiosamente, se extenderá al día 19, cuando Sergio Blanco muestre, en el Gran Teatro Falla, el adiós a su propia madre en 'Tierra', un montaje que acaba de pasar por Madrid (Centro Dramático Nacional) y que también se podrá ver en el Temporada Alta de Gerona.
Con Bonobo se consumaba la gran cita americana del fin de semana. Pablo Manzi y Andreína Olivari llevaron a la Tía Norica su disparatada visión de una familia emprendedora. La llegada de una quinta hermana a la familia hizo saltar las alarmas sobre una escena en la que ironía y lo absurdo toman protagonismo para reflexionar sobre la violencia y la justicia.
Con 'Temis' llegó otro cierre de trilogía (tras 'Dónde viven los bárbaros' y 'Tú amarás') en el que se muestra “un cambio que ha habido en la cultura chilena y puedo que en el mundo -señala Manzi-, donde las empresas han tratado de integrar la narrativa de las democracias liberales”.
Con el emprendimiento “viento en popa”, dice, todo se quiebra cuando una hermana perdida viene a reclamar su parte del pastel. Bonobo lleva a la ficción la “pulsión de rabia”, explica el director, autor y actor, que se respira en Chile. A través de una familia poco convencional la crítica se centra en “la lógica neoliberal que te invita a salvarte solo”, explica Manzi haciendo un paralelismo con el teatro, donde “todo es sumamente colectivo”. Eso sí, con el humor negro como base de todo.
Y si la Sheherazade de Pagés era un seguro, no lo es menos Chapitô. Los portugueses fueron los encargados de cerrar el fin de semana por la Tacita de Plata con 'Julio César'. Siguiendo la línea de revisitar los clásicos ('Electra', a través de cucharillas de café; y 'Hamlet', con corbatas), la compañía apostó esta vez por profundizar en el emperador romano mediante unos guantes plateados que lo mismo eran una daga, que una espada, que un papel, que una corona de laurel...
El repaso por la vida del mandatario romano conectó desde un primer momento con la platea de la Tía Norica. Basada en eventos de la vida de este personaje histórico que inmortalizaron grandes narradores, como Plutarco o Shakespeare, la Companhia continúa con su exploración de la comedia como lenguaje para reinventar una historia en la que no ocultan una falta de rigor buscada.
Han sido los primeros días de un FIT que ya espera a su próximo director o directora. De momento, la "pelea" se reduce a una decena de candidatos. Hagan sus apuestas, que, por el momento, es tiempo de rumores.
De lo que no hay dudas es lo que viene a corto plazo: hoy sin ir más lejos, Alberto Cortés y el premiado 'Forever', de Kulunka Teatro; y el resto de la semana, 'Nevenka', la 'Gaviota' íntima de Guillermo Cacace, el citado Sergio Blanco y más.