Un caso único

Francisca de Pedraza, la mujer que dijo "no" a la violencia de género en el Siglo de Oro

Fredeswinda Gijón y Borja Rodríguez rescatan en Madrid la historia de «la primera mujer que obtuvo una sentencia favorable de violencia de género», aseguran

Carolina Lapausa y Elena Rey se alternan en el papel de Francisca durante la gira del montaje
Carolina Lapausa y Elena Rey se alternan en el papel de Francisca durante la gira del montajeT. Quique San Francisco

A día de hoy, mucho le debe Francisca de Pedraza a Ignacio Ruiz de no haber quedado en el pasado. Fue él, catedrático de Historia, el principal responsable de que su vida y lucha no cayeran para siempre en el olvido. Se empeñó en desempolvar los escritos y otorgarle valor a un personaje que, en 2018, terminaría dando el salto al cómic de la mano de Almudena del Mazo en una obra, Mujer y media, que nos mostraba cómo «decir no en la España del Siglo de Oro». Pero más que al profesor, Francisca se debe mucho a sí misma, a sus ganas de no doblegarse en unos tiempos en los que acatar el destino que marcase el marido de turno era lo que tocaba. Con ella lo intentaron, pero fue imposible: su larga batalla judicial –en la documentación de aquella odisea radica el éxito del trabajo de investigación–, con constantes reveses, ha quedado ahora como ejemplo de aquellas mujeres que nunca dieron las cosas por sentadas y que lograron victorias que hoy sí.

Y es en ella en quien se fijó Borja Rodríguez para levantar la Francisca que llega al Teatro Quique San Francisco de Madrid. «La historia de la primera mujer que obtuvo una sentencia favorable de violencia de género», presentan de un texto que dirige Fredeswinda Gijón. Pero, ¿quién fue realmente la protagonista de la trama? «Una pobre niña», suspira el autor sobre esta alcalaína. «En 1624 la vida de una mujer no le pertenecía a ella, así que, como huérfana –resume la directora–, pasó de ser propiedad de la Iglesia a pertenecer a un hombre». Pero más allá de esos «encierros», fue su ansia por «separarse de su marido» lo que llamó la atención de Gijón: «Me atrajo que intentara tener una vida que no conocía, vivir fuera de las paredes del convento o de las garras de su pareja».

Su periplo por los tribunales eclesiásticos fue rescatado por la Universidad de Alcalá de Henares: «La mandaban a casa, le echaban todo atrás», explican, cuando acudía a denunciar a su esposo. Por el contrario, «a él [Jerónimo de Jaras] le daban una palmadita en la espalda y le decían que la tratase amorosamente, como está en los escritos», comenta la directora. Pero Francisca de Pedraza no se daba por vencida. «Volvía una y otra vez sobre sus denuncias. ¡Cómo no me voy a enamorar de esta mujer!». A cinco juicios se tuvo que enfrentar hasta que, con la ayuda de la propia Universidad de Alcalá, ganó el último. «Le dio tal paliza que le arrancó el feto. Un horror para los alcalaínos que lo vieron. Por suerte, sobrevivió, que hay un montón que no lo hicieron (ni lo hacen hoy) . Es terrible que exista un malnacido de este tipo, pero también un sistema que lo amparase», cuenta Rodríguez. Huye el equipo de plantear la obra como un clásico, y juegan con el «espejo», dicen: «Contemporaneizamos la obra con testimonios actuales. Le va a venir bien a mucha gente porque al ver el espectáculo eres consciente de que conoces a muchas Franciscas», continúa Gijón.

Ganas de salvación

Con ello, el montaje aprovecha los vacíos en su historia para darle vuelo sobre las tablas. La Francisca de Gijón y Rodríguez sueña a través de los libros, en ellos conoce todo ese mundo que no está dentro de los muros de sus «cárceles». «Lo que nos sorprende dramatúrgicamente es lo que intuimos», subraya un autor que escribe «en los márgenes de su biografía». Son las ganas de salvarse –apunta la directora– lo que permite «fantasear y ficcionar»: «Hay detalles en su historia que la hacen soñar. Habla del mar como un horizonte de libertad». Francisca ve en los océanos el punto más lejano al que poder escaparse; y pese a que nunca lo ha visto, «sabe mucho de conchas y mariscos porque es su vía de escape», a la que se agarra incluso en los peores momentos con su esposo.

Advierte Rodríguez que el inesperado viaje de la protagonista interpela al propio espectador, «que viene a ver una obra sobre un maltrato y se encuentra con un canto a la vida». Porque esa también ha sido una de las obsesiones de Gijón: «No mostrar el horror y la dureza, y tampoco he querido romantizar la violencia». «Seguimos normalizando la violencia en la sociedad –interviene el autor–. Llevamos muchos años, desde el amor cortés, en los que la mujer es posesión del hombre, y eso es un fallo de raíz». El problema, denuncia la directora, «es que no se empatiza con las historias y las víctimas porque muchas veces solo vemos números. Tal vez necesitamos que nos las nombren más. Un número o un porcentaje deshumaniza el problema».

  • Dónde: Teatro Quique San Francisco, Madrid. Cuándo: hasta el 12 de noviembre. Cuánto: desde 14 euros.