Olite: al mal tiempo, buena cara y más teatro
La localidad navarra planta cara a la lluvia y el viento en la 24ª edición de su festival con un completo programa de marcado acento social que aúna teatro, música, danza y circo
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No pudo lucir la inauguración del Festival de Olite este año tanto como hubieran querido sus responsables y el público. El viento, habitual testigo de las funciones que se exhiben en su imponente escenario principal, denominado La Cava, estuvo acompañado el pasado viernes de una persistente lluvia que hizo cancelar a mitad de la representación La infamia, el espectáculo de gran formato que daba el pistoletazo de salida a la cita veraniega. Y eso que todos los allí presentes, incluida la protagonista de la obra, la actriz Marina Salas, trataron de resistirse con tesón y buen humor al parón definitivo. Eso sí, fue suficiente lo visto hasta ese momento para que el público dedicara una comprensiva ovación a este montaje que dirige José Martret a partir de un libro autobiográfico de Lydia Cacho en el que la periodista mexicana relata su secuestro después de denunciar una importante trama de pedofilia, corrupción y tráfico de personas en su país.
La obra, que no renuncia en su dramaturgia al lenguaje eminentemente narrativo, y que experimenta, además, con la fusión de lo teatral y lo audiovisual, servía muy bien para marcar el tono de lo que ha ido llegando después, y lo que aún falta por llegar, en un festival con una línea artística muy bien definida por sus directoras, María Goiricelaya y Ane Pikaza. “Hemos buscado proyectos contemporáneos que apuesten por nuevas dramaturgias, o por nuevas puestas en escena, que tengan con inclinación hacia lo social en los temas que abordan –explica la segunda de ellas–. Además, hemos tenido muy en cuenta la paridad: queremos que Olite se convierta en un punto de encuentro para las creadoras de artes escénicas; por eso el cincuenta por ciento de las propuestas, como mínimo, están dirigidas o han sido escritas por mujeres”.
Así ocurre en Mujer en cinta de correr sobre fondo negro, el segundo espectáculo que pudo verse el fin de semana –este ya sí de principio a fin– en La Cava. Alessandra García, autora, directora e intérprete, recibió un caluroso aplauso por este simpático retrato, en el que se dan la mano el homenaje y la parodia, de la vida y las gentes de un barrio humilde de Málaga. El montaje, que obtuvo el premio Max en 2022 en la categoría de mejor espectáculo revelación, dejaría paso al día siguiente en el mismo escenario a Casa, una desenfadada pero enjundiosa función con la que la directora Lucia Miranda ha explorado, después de un largo proceso de entrevistas y documentación, el problema de la vivienda en distintos segmentos de la población.
Pero también la creación navarra está teniendo un papel fundamental en la programación: Perséfone, de Miguel Goikoetxandia, y Simulacro, de Ion Iraizoz, son dos de los títulos que ocupan estos días el gran escenario a los pies del castillo y que sirven de antesala a otros montajes, procedentes de otras geografías, que ya han tenido más recorrido y han cosechado un éxito notable, como es el caso de El mar, de Alberto Conejero y Xavier Bobés, o Las guerras de nuestros antepasados, dirección de Claudio Tolcachir, a partir de la obra homónima de Miguel Delibes, y el popular actor Carmelo Gómez como protagonista.