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'Violencia': ¿es posible perdonar lo imperdonable?
El Centro Dramático Nacional presenta la versión teatral, a cargo de Diego Garrido Sanz, de 'Mass', la desgarradora cinta de Fran Kranz

Tras ver «Mass» (2021), ya avisaba Sergi Sánchez, crítico de LA RAZÓN, de su «dimensión teatral». Y eso mismo es lo que entendió Diego Garrido Sanz cuando fue a ver la cinta al cine, explica: «Me conmovió ver qué tenía yo retenido y todo lo que debía perdonar a mis padres. Si a mí me hizo llorar y entender cosas, además de aliviarme, quizá pudiera ayudar a más gente; y con el actor en primera persona frente al público todavía mejor».
Así introduce el adaptador y director la pieza que presenta en el Teatro María Guerrero, «Violencia» (de mañana al 28 de diciembre), donde versiona la cinta de Fran Kranz: «Una obra que va de padres, de bullying, de las violencias que tenemos en la calle, de por qué TVE le pone un micrófono a Vito Quiles en una manifestación llena de neonazis, etc. Todo lo que nos puede llevar a una matanza en un colegio y que luego nos preguntamos de dónde sale. Pues de muchos lados», sentencia quien también forma parte del reparto junto a Cecilia Freire, Jorge Kent, Ignacio Mateos, Esther Ortega y Abel de la Fuente/ Inés Diego/ Guillermo Yagüe.
«Hay que hacerla»
Para el director del Centro Dramático Nacional (CDN), Alfredo Sanzol, la función «trata de un tema complicado: el perdón, que saben contar con tensión y una ética muy fuerte». En la obra, prosigue Garrido, «el perdón funciona porque las partes intentan acercarse –añade–. Es un reto. Es lo más difícil que puede hacer uno para los demás y para uno mismo. Después de todo, tienes que hacer como Hannah Arendt: tener delante a Heidegger y perdonarle».
Tras ver el trabajo de Kranz, el director llamó a su amiga Esther (Ortega): «Mírate esta película. Hay que hacerla», invitó. Y la actriz, recogió el guante: «La vi y el lugar desde el que me sentí interpelada fue el otro, el de la madre. Me pareció importante que entendamos dónde se están ejerciendo las violencias, tanto fuera como dentro de nosotros. En esta obra hay dos familias con un corte tradicional en las cuales hay dinámicas que se manifiestan, se perpetúan y que seguramente no revisamos. Y esas mismas dinámicas se llevan a lo social. Por eso debemos revisarnos, si no lo hacemos nada va a cambiar. Y para eso está el teatro, en este caso, también destinado a un “target” joven, que son los que intentan sobrevivir en este mundo tremendamente hostil».

Por su parte, la función se presenta de la mano de una Beatriz (Freire) que no sabe si está preparada para la reunión que tendrá en diez minutos. A su lado, su marido Martín (Mateos). El dolor es inmenso. Hace años que no ve cara a cara a los padres del asesino de su hijo, Ricardo (Kent) y Amelia (Ortega), pero Beatriz necesita entender, o al menos intentarlo por última vez, cómo pudo ocurrir semejante atrocidad. Pasar página y recuperar las ganas de vivir. Está dispuesta a llegar hasta el final, cueste lo que cueste. Seis años después, ambas parejas han acordado reunirse. «Es la víctima la que necesita perdonar. Su vida se ha paralizado, es una zombi. Ha dejado de reír y sentir», añade Freire. Lo que comienza como un intento de entender el pasado se convierte en un proceso doloroso «pero necesario». Hablan de la infancia, del acoso, de la soledad, del arrepentimiento, del duelo... Ricardo y Amelia cargan con la culpa de no haber visto las señales; Martín y Beatriz, con la rabia de haberlo perdido todo. Pero en medio del abismo surge la posibilidad del perdón. Un gesto pequeño, silencioso, lo transforma todo: se cogen de las manos. Y por un instante, hay luz. Hay vida. Hay futuro.
Palabras para superar el trauma
«Esta es una historia de superación del trauma a través del diálogo. En un mundo donde la rabia, la violencia y la venganza inundan nuestras calles, el diálogo puede convertirse en el arma más poderosas para un cambio», presenta el equipo. Advierte Garrido que la violencia no es algo ajeno, «no es solo cosa de Estados Unidos»: «Está desbordando las calles de nuestras ciudades y adopta muchas formas. Pero la raíz es la misma: nuestra salud mental se ve gravemente afectada porque los vínculos sociales se están rompiendo. La pérdida de la sensación de pertenencia es la base del derrumbe. Somos animales sociales». Un colapso, continúa el director, que «afecta especialmente a los más jóvenes: el suicidio es ya la principal causa de muerte entre menores de treinta años en España. Hay un malestar profundo, silenciado, estructural. Esta obra intenta arrojar algo de luz sobre este problema masivo».
De este modo, «Violencia» se pregunta sobre quién es responsable de todo ello; o qué papel juegan internet y las redes en nuestra salud mental; o si la clase política está realmente asumiendo su responsabilidad; o cómo articular el dolor a través de la palabra, cómo desenredarlo para que no se enquiste y pueda fluir; o simplemente cómo perdonar aquello que no comprendemos y que nos atraviesa.
Asegura Garrido que en este trabajo los grandes dilemas contemporáneos se sientan alrededor de una mesa. Cuando las respuestas institucionales fallan es el turno de «los artistas», afirma de un sector que debe «asumir la responsabilidad» y «hablar sin metáforas, ni filtros, ni maquillaje. Solo el objeto de análisis y los cuerpos que lo habitan. Con toda su crudeza. Para provocar la catarsis. Y quizás, solo quizás, para iluminar un camino posible».
- Dónde: Teatro María Guerrero, Madrid. Cuándo: hasta el 28 de diciembre. Cuánto: desde 12,50 euros.
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