
Celebración
16 de mayo, orgullo y voz de los taurinos
El Día Internacional de la Tauromaquia crece como una fiesta cultural global

Hay fechas que laten distinto en el calendario. El 16 de mayo ya no es sólo el aniversario de la muerte de Joselito el Gallo, sino también el día en que el mundo taurino alza la voz, el pecho y la memoria. Por segundo año consecutivo, el Día Internacional de la Tauromaquia se celebra como lo que es: una afirmación cultural con raíz honda y vocación universal.
Desde que la Fundación Toro de Lidia oficializó esta jornada, los ecos de la fiesta se han multiplicado con entusiasmo. En su primera edición, el año pasado, se registraron manifestaciones no sólo en todos los países del mapa taurino (España, Francia, México, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Portugal) sino también en lugares tan inesperados como Panamá, Costa Rica, Australia, Estados Unidos o Alemania. Porque la tauromaquia, más que una práctica, es una sensibilidad, y esa sensibilidad ha cruzado fronteras.
Este año, esa ola crece. Y crece bien. Lo que comenzó como una jornada conmemorativa está tomando cuerpo de celebración global. En cada rincón donde hay afición, hay hoy una actividad, un gesto, un acto público que proclama con naturalidad: somos taurinos y, no solo eso, estamos orgullosos de serlo.
Hay misas en plazas de toros, charlas con figuras, homenajes musicales, exposiciones de arte, recitales de poesía, paseíllos simbólicos y toreo de salón en las calles. Desde Albacete hasta Granada, de Valladolid a L’Hospitalet, de Gelves a Talavera, de Aguascalientes a Arequipa, la tauromaquia se manifiesta en formas múltiples, reflejo de su riqueza. Cada ciudad lo celebra a su manera, y en ello reside parte de su fuerza: no hay un solo perfil de aficionado ni una única forma de vivir la pasión por el toro.
El Día Internacional de la Tauromaquia no busca uniformidad ni la impone: al contrario, acoge. Es una cita para el viejo que aún recuerda la última faena de su ídolo y para el niño que empieza a soñar con vestir de luces. Para el curioso que se acerca con respeto, el artista que encuentra en el toreo una estética poderosa, el intelectual que analiza su simbolismo, el vecino que asiste a una charla en el casino de su ciudad, el joven que aprende en una escuela taurina.
Y lo que se festeja no es sólo el pasado glorioso de una tradición con siglos de historia. Es también, y sobre todo, su presente vivo y su futuro posible. Porque la tauromaquia no se ha detenido: sigue latiendo en las plazas, pero también en las calles, en los libros, en las redes sociales donde miles de voces, que tantas veces discrepan, hoy se unen bajo una emoción común.
El 16 de mayo es una cita de orgullo compartido. Hoy se reivindica el toro como símbolo, el toreo como arte y la tauromaquia como una expresión profunda del alma de los pueblos. Se celebra con alegría, con respeto, con gratitud. Porque mientras haya quien se conmueva con una verónica, quien admire el valor y la belleza de esta liturgia única, mientras exista esa emoción difícil de explicar pero tan fácil de sentir, la tauromaquia seguirá encendida.
Y este día será, cada año, una bandera, una cita imprescindible, una ocasión para mirarnos como comunidad, para celebrar lo que somos. Y este día será, cada año, una bandera, una cita imprescindible, una ocasión para mirarnos como comunidad, para celebrar lo que somos y proyectarlo con esperanza hacia lo que vendrá. Este año, por ejemplo, habrá un toreo de salón por las calles de Albacete, una ponencia sobre toros y flamenco en Granada, música y poesía en los patios cordobeses, homenajes en Sevilla y Talavera, y exposiciones en Valencia. Esas y muchas más, pequeñas o grandes, son las luces que dibujan este mapa emocionado del planeta toro.
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