
Festival
Mañana apoteósica: Curro Vázquez pone Madrid bocabajo a sus 74 años, Rincón lo borda y Casado sorprende
Vázquez, Rincón y Casado cortan dos trofeos en una mañana espectacular en el festival en honor de Antoñete

La plaza era un hervidero de emociones aun antes de empezar. Era otra cosa. Si algo estaba claro es que nadie se lo quería perder. La memoria de Antoñete impregnaba todo y ya su escultura es punto de encuentro. Qué maravilla. Tantas caras conocidas, tantas almas con todo y nada en común sabiendo que lo que venía era excepcional. Un sueño. Volver a ver a Curro Vázquez, con sus 74 años a cuestas (aunque no lo aparente está claro), al César Rincón que hizo historia en esta plaza tan suya… el paseíllo se abrió y fue como si expulsara una bocanada incontrolable de emociones arraigadas a tantas décadas del toreo. La memoria silenciosa de esta misma plaza en la que vivió Chenel quedaba conectada en un segundo con la del propio toreo y 24.000 personas. O almas. Pablo Hermoso abría plaza con el clasicismo al que siempre nos acostumbró.
Y de pronto llegó el momento de Curro. Y nos volvió locos. Se le agradeció el esfuerzo de venir aquí y aceptar el envite de Morante a sus 74 años. Le costó tomar la decisión. La grandeza de lo que vino después es indescriptible. El novillo de Garcigrande no era a modo, era un novillote y se encontró con un torero en toda su inmensidad. Un lance a pies juntos y la media condensó la puñetera maravilla que recrea que la magia perdura en las muñecas. Le apretó el toro después, le puso en apuros, el corazón en vilo. Al Cinco fue a comenzar la faena. Un delirio nos sobrevino, nos atrapó, nos maravilló. Qué manera de prologar la labor. Un fogonazo de torería, quietud en el toreo, pasándose la largura del toro tan bello el muletazo, el remate inmenso de una trinchera. La plenitud de un torero que lleva veinte años en el exilio de los ruedos. ¿Cómo puede ser esto? La explosión llegó al tendido como si arrasara todo de pronto. No se podía ser más feliz. En aquel momento lo teníamos todo. Era bueno el de Garcigrande, pero se movía. Curro se fue al toro con la torería de todos los tiempos, con la esencia de ser quien es. Y con la pureza de la cadera relajada, el poder las yemas, se plantó como quiso, gozó el misterio olvidado de la tauromaquia para arrancar una tanda de naturales que se quedará para los restos enganchada al alma. Indeleble al paso del tiempo, a la mala memoria, qué regalo verle maestro. Dibujó los últimos muletazos, el cierre de faena, condensado el sueño y se tiró a matar. Y entró la espada. No cabía más torería mientras el público, que eso era más un manicomio, que una plaza de toros, le gritaba ¡torero, torero! Llena la plaza de pañuelos blancos.
Qué imagen, qué momentos, qué magia, qué aventura vivida hoy en la plaza. Dos trofeos para el maestro.
Frascuelo saltó al ruedo para el tercero. Bonito fue algún lance. El novillo le puso en apuros, pero el torero madrileño defendió la faena en todo momento. Tuvo picante el animal y por eso estuvimos en vilo, pero Carlos sacó pedazos de torería, un lance por aquí, otro muletazo por allá. Cosa bonita para el toreo. Lo llevaba dentro y lo gozamos.
César Rincón tuvo que vérselas con un novillo que se metía por dentro de mala manera. Morante salió al rescate. El animal fue para corrales. Vimos a Florito el día de su despedida. Al sobrero, también de Garcigrande, le sopló Rincón tres verónicas y una media ralentizada en el tiempo. Qué delicia. Qué temple más divino. Lo cuajó a placer. En la distancia, como lo había hecho tantas tardes. César se lo dejó llegar. Esta gente daba una lección de vida tan bestia. Un compromiso consigo mismo que traspasaba todas las fronteras y por eso la emoción era un huracán a zarpazos con el corazón. Por la diestra muletazos que eran redondos, al natural templado, ligado, largo, profundo... Circulares que no quieren ser y son por la esencia del toreo. Los dos trofeos premiaban la faena. Lo que había dejado en el ruedo era sin duda mucho más. Se llama felicidad.
La suavidad y lentitud fue la de Enrique Ponce con el quinto, que también fue suavón. Un gustazo de principio a fin. La delicia de llevarlo sobre las yemas.
"Presumido", que homenajeaba a "Atrevido" de la divisa de Osborne sorprendió con su pelo recordándonos a aquel "toro blanco" que encumbró a Antoñete. Se había caído antes la plaza con la ovación a Morante. Al cielo brindó el sevillano. Y sacó oro para lo que había. No hay palabras para agradecerle.
Las tuvo Olga Casado, que sacó a todos los compañeros al brindis después de estar muy bien con la capa. Por estatuarios el comienzo. Había toreo y gestos por todos lados. Qué mañana. Cumplió la novillera con la nobleza del toro a derechas y más complicado al natural. Puso firmeza y ganas en el trasteo, y mucho temple, con esa tranquilidad que le caracteriza delante de los animales. Y brilló de largo.
Y así se nos echó la mañana encima. Una jornada inolvidable que pasará a la historia de la Historia y con el alma llenita de emociones. El toreo destilado de Curro nos había hecho jirones el corazón y Rincón nos trasportó a la maravilla del pasado. Qué gran día para los amantes de esta vieja locura.
Ficha del festejo
Novillos de Garcigrande, El Capea, 1, y José Luis Osborne, 5. El 1, bueno; 2, bueno, 3, complicado; 4, bueno; 5, con mucho ritmo; 6, va y viene; 7, noble y con buen ritmo.
Hermoso de Mendoza, rejón trasero (saludos).
Curro Vázquez, estocada (dos orejas (dos orejas)
Frascuelo, estocada tendida, estocada (vuelta).
César Rincón, pinchazo, estocada (dos orejas)
Enrique Ponce, pinchazo, estocada corta (oreja).
Morante, estocada, descabello (oreja).
Olga Casado, estocada (dos orejas).
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