Esfuerzo de Emilio con el único difícil ante la imbatible suerte de El Cid
De Justo corta dos orejas y Manuel Jesús, una con la corrida de La Quinta, en la que el primero fue premiado con la vuelta al ruedo en la Feria de Abril de Sevilla
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Si algo nos vino a demostrar el primer toro de la tarde es que la suerte de El Cid en los sorteos sigue vigente (retirada de por medio). Qué barbaridad. El primer toro del festejo, el que abrió plaza, boca, apetito, no es que fuera bueno es que fue extraordinario y premiado con la vuelta al ruedo. De gozarlo. Noble, con ritmo, abriéndose en el viaje y yendo hasta el final en la muleta con ese punto de poder rajarse en cualquier momento (no llegó a hacerlo) y ese punto, también de falta de humillación. Pero era una delicia. Manuel Jesús lo vio claro desde que comenzó la faena, que fue ligada, templada y conectó con el público y hubiera sido la bomba si además se hubiera ajustado con el animal para embarcar las embestidas del de La Quinta, que eran un regalo, y llevarlas atrás. Eso no ocurrió. La espada cayó muy atrás y baja. La gente pidió el doble premio. Uno dio el presidente.
Suavón y al paso fue el cuarto, que no tenía un ápice de maldad por ningún lado. El animal se paraba por falta de ímpetu para seguir el engaño, pero no con la necesidad de coger. El Cid lo consintió y se metió entre los pitones, que era donde dejaba estar el de La Quinta, tan noble como paradote.
Se desmonteró Iván García con el segundo tras poner con brillantez dos pares. Al toro de Daniel Luque le faltaba ese punto de motor y de querer empujar hasta el final. La habilidad del sevillano hizo que lo cuidara y lo ayudara a seguir una cuarta más en una faena muy resuelta y en el constante intento de poner lo que le faltaba.
El quinto tenía el motor justo y pocas ganas de embestir. Iba al paso, desganado, sin aportar demasiado y cuando se resistía lo hacía con el margen suficiente para que Luque pudiera reaccionar. Si bien es verdad que el posible esfuerzo tampoco tenía la capacidad de trascender porque el de La Quinta acudía con la emociones más que justas.
El tercero no se empleó en el caballo, pero llegó a la muleta con nobleza y cierta transmisión. Era toro para hacer faena. Una oreja cortó Emilio de Justo tras una labor de cantidad, pero sin llegar a cuajar y centrarse con las cualidades del toro. La estocada debió hacer el resto para el cómputo orejil.
Se desmonteró Abraham Neiro en el último de la tarde, antes de que Emilio de Justo brindara a Manuel Jesús «El Cid». Y este fue el único toro del encierro que iba y venía con mal estilo, sin entrega, con más fuerza y soltando la cara. Así lo demostró en la primera tanda diestra. El toro requería poder y mando, pero este sí que era de echar la moneda al aire, porque en cualquier muletazo podía salir cruz. En ese ir y venir, de aquí para allá solo había uno que ganara la partida. Por el derecho, muy tapado y siempre puesta llegaron los mejores momentos y ya cuando lo había convencido por ahí lo tragó al natural. No fue fácil, pero quiso Emilio de Justo y acabó por ver la recompensa cuando metió la espada.
A estas alturas al público se le habían bajado los ánimos, pero hubo momentos que Sevilla no era Sevilla sino un pueblo. Uno cualquiera.
SEVILLA. Feria de Abril. Se lidiaron toros de la ganadería de La Quinta. El 1º, extraordinario y premiado con la vuelta al ruedo; 2º, noble pero falto de empuje; 3º, bueno, con brío y repetición; 4º, noblón y paradote; 5º, sin poder y al paso; 6º, complicado. Lleno en los tendidos.
El Cid, de azul marino y oro, estocada baja y trasera (oreja con petición de la segunda ); pinchazo, media, aviso, dos descabellos (saludos).
Daniel Luque, de grana y azabache, estocada (saludos); estocada, descabello (saludos).
Emilio de Justo, de catafalco y azabache, estocada (oreja); estocada (oreja).