Feria de Otoño
Ponce, a hombros en su adiós 30 años después
El torero cortó dos orejas y un valentísimo Navalón arrancó un trofeo en Madrid
Había llovido, tronado y brillado el sol a partes iguales. Y miedo, mucho miedo ha corrido por las venas de aquel torero de Chiva que con 16 años hizo el paseíllo en esta plaza. En la de Madrid, en esta monumental que condensa los terrores y los sueños como ninguna. Hoy era la última, o la penúltima para los supersticiosos o para ser justos, con esta terrible condena que es la vocación por ser torero que no te suelta hasta el final de tu vida, que te quiebra y perturba en cualquier momento, porque una vez que te has asomado al precipicio, el resto puede resultar de una banalidad insoportable. Enrique, decíamos, emprendía su paseíllo más emotivo, ya no el más importante, ni en el que se jugaba más.
Aquí Ponce, en su extensa carrera, ha abierto cuatro veces la Puerta Grande, aunque faenas sin ese final feliz hayan sido inolvidables, como la de “Lironcito” de Valdefresno o el tándem que con los toros de Samuel Flores formó durante un tiempo. Parte de la historia, la suya propia y la de esta plaza. Por todo ello salió a saludar. Luego el destino quiso jugar una mala pasada y el presidente otra. El toro se partió un pitón en el peto y el del palco le dejó en el ruedo. Obvió lo que dice el reglamento, también que esos toros en Madrid van para atrás. Mal gusto. Ponce no hizo otra cosa que quitárselo del medio y al público le trincaron un toro, así sin más. Se desmonteró Fernando Sánchez en el cuarto y brindó al público Ponce. Era el día y la hora. Y fue. La noble embestida del de Juan Pedro ayudaba a que todo ocurriera con los vuelos. Iba con lo justo el toro, pero dejaba hacer. Se protestaron los espacios en la faena (ni en el día de marras), pero la cosa cuajó en el último tramo en los circulares genuflexo. Y entonces el estocadón de efecto fulminante hizo el resto. El público quiso despedir la carrera de Enrique con su quinta Puerta Grande premiando la faena con un cariñoso doble premio. La trayectoria lo merecía. Se le saltaban las lágrimas. No era para menos.
Samuel Navalón se fue a la puerta de toriles con el toro de Garcigrande que confirmaba alternativa. Esperó un mundo a los banderilleros, pero después empujó en la muleta de Navalón sobre todo por el pitón diestro. Anduvo listo el torero para jugar con los terrenos y desprenderlo de ellos en el mismo centro. El animal tuvo alegría en el viaje y repetición. La faena largura, seriedad y aplomo. La extensión le pasó factura en el último tercio. Apostó con un sexto que se movía, pero sobre todo al natural tenía su miga. Lo cogió y siguió desarrollando.Navalón no volvió la cara y expuso una barbaridad hasta asustarnos a todos. Qué tremendo. Este torero es para no perderle la pista. Hundió el acero porque se fue detrás de él como un cañón y la oreja valía su peso en oro.
Bonito fue el comienzo de faena de Galván, expresivo como es su toreo. El toro tenía movilidad y franqueza. Tenía tantas ansias el gaditano que la faena le salió repleta de entusiasmo, pero también rapidez. Tuvo cosas buenas, pero sin acabar de consolidar.
Emocionante la salida a hombros de aquel niño de Chiva, que soñó con ser torero de la mano de su abuelo Leandro cuando apenas tenía 8 años. 30 después volvía a abandonar Las Ventas en hombros. A veces la vida es maravillosa.
FICHA DEL FESTEJO:
Sábado 28 de septiembre de 2024. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Primera de feria. Casi lleno.
Se lidiaron toros de Garcigrande, 1, 2 y 3 y de Juan Pedro Domecq los restantes. El 1, noble; 2, indigno; 3, movilidad y franco; 4, noble y con la fuerza justa; 5, deslucido; 6, complicado.
Enrique Ponce, de malva y oro, pinchazo, estocada (silencio); aviso, estocada (dos orejas).
David Galván, verde aguamarina y plata, estocada caída, tres descabellos, aviso (saludos); dos pinchazos, estocada baja (silencio).
Samuel Navalón, de malva y oro, que confirma, pinchazo, dos avisos, estocada, dos descabellos (saludos); estocada (oreja).
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