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Sánchez, El Mella y Zulueta, grandes en infernal lluvia

La primera de Olivenza se suspende al quinto con una intensa lluvia y éxito de los novilleros

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La lluvia era una amenaza constante, un arma de destrucción masiva para las ilusiones de todos. Los empresarios que habían cincelado esta feria con el mimo de dar con el misterio un año más de que Olivenza fuera puntal de un buen comienzo. La lona salvaguardó un ruedo que todos sabíamos que acabaría por encharcarse en cuanto siguiera lloviendo. Y la tregua duró nada. Las fuerzas justas tuvo el bonito novillo de Talavante, que es protagonista deOlivenza por todos los lados. Un quite por saltilleras le hizo Sergio Sánchez antes de coger la muleta. Un puyazo había tomado y tuvo prontitud el animal y nobleza en el embroque. También ese punto de pegajoso, que hacía que le costará irse del engaño, sobre todo por el derecho. Más ritmo tuvo al natural, aunque recortaba en la distancia corta. Sergio sacó todo el repertorio: arrimón, desplante y bernadinas y un espadazo. Y así el premio.

El segundo levantó parte de las tablas de salida a nada que derrotó en un burladero. Así son los toros. La furia de lo bravo. En un segundo derribó parte de la plaza y cayó un paraguas al ruedo. Se descomponía el mundo. Y en esa expectación de ver qué pasaba y el diluvio que teníamos ya por ese tiempo nos sorprendió El Mella en las verónicas, que fueron buenas. De verdad. De esas que algo prende dentro. La inmensidad que separa una cosa de la otra que se parece mucho, pero no es lo mismo. Quietud pasmosa en el quite en los medios. Interés. El Mella controlaba la situación y nos pudo descontrolar luego con el toreo sincero de rodillas a un noble y repetidor novillo de Talavante, la cadencia al natural y los derechazos de entrega. Muy torero con un ruedo impracticable. Más de una vez tuvo que cambiar la muleta. Aquello embarrado era toda una prueba de fuego, pero sobresalían las buenas maneras del torero. Media espada. Un trofeo. Ganas de volver a verlo. Y más cuando el ruedo no sea una pista de patinaje con un toro delante.

Antes de que saliera el tercero, que era para Javier Zulueta, novillero que está en boca de la afición, ganador de varios certámenes de novilladas y que se convertirá en matador por septiembre, en San Miguel y con cartelazo en Sevilla, hubo un impasse. ¿Habría suspensión al cuarto? Motivos había. Aquello rozaba la imagen pantano. La cosa es que Zulueta corrió turno y salió un precioso jabonero que estaba anunciado para cerrar plaza. Quiso Javier estirarse a la verónica, pero en un descuido acabó el capote sobre la arena y casi enterrado en el barro. Torero el comienzo, la cadencia de los tiempos, ya llueva o truene. Esa cosita que se lleva dentro. El embroque, belloooo, una cuarta de barro, un todo de querer, con el medio pecho, los vuelos manchados y el corazón impoluto. Cambio de muleta para aligerar el exceso de peso que ponía la lluvia. Movilidad y nobleza sin acabar de entregarse el de Talavante. Acorde al día. Bonito el cierre de faena, personal, porque busca el toreo sin caer en lugares comunes y bebe en la fuente única y eterna de la esencia. Un misterio que siempre funciona. Derechito con la espada. Trofeo que sabe a gloria y toreo que deja huella.

Sergio Sánchez se fue a portagayola cuando la plaza estaba de misión imposible. Era el cuarto. Daba mucho miedo. Todo. Estatutarios en el centro después y unas ganas de otro planeta con condiciones horrorosas ante un ejemplar noblón y a menos. Estoconazo. Y doble premio. Y se tuvo que acabar. Lo agradecimos, porque eso no era lluvia. Era un horror. Hasta salir de la plaza. Los caprichos de este mes de marzo. Y aun así hubo toreo.