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Un verano de festivales

Música en vivo... y amistad, convivencia y casi todo lo que usted quiera apuntar. Los festivales de verano se han convertido en una fuente de negocio y diversión para buena parte de la juventud

Un verano de festivales
Un verano de festivaleslarazon

Música en vivo... y amistad, convivencia y casi todo lo que usted quiera apuntar. Los festivales de verano se han convertido en una fuente de negocio y diversión para buena parte de la juventud.

Algo más que música. Los festivales de verano (musicales), que han dado el pistoletazo de salida con el buen tiempo, son otra vuelta de tuerca en la cultura hedonista y de «juventud eterna» que es la sociedad actual. Atrás ha quedado acudir a una actuación, a un «concierto» –no de música clásica, sinopop–... ahora lo que se estila es irse más de dos días, tienda de campaña al hombro, acudir a comedores comunes, a unas duchas igual de comunitarias y realizar todo tipo de actividades «alternativas» mientras se escucha la música que ha sido el disparadero de tanta agitación.

Y todo tras hacer horas de viaje –ida y vuelta– para volver a casa más cansado y pobre de lo que se fue. En esto de los festivales de verano los gustos musicales son como los puñetazos: hay de todos los tamaños y para todos los gustos. Los festivales «indies», a los que muchos están abonados, nacieron en los años noventa como punto de encuentro para los amantes del pop-rock alternativo. Un acontecimiento que llegó en un momento en el que la escena musical vivía muy a gusto en su madriguera, aislada de la radiofórmula comercial y cerrada a todo aquello que no sonase a lo que ellos querían que se escuchase. Poco a poco, a medida que fue emergiendo del «underground», se fue abriendo primero a la electrónica, luego a la «world music», después al «mainstream» y ahora al movimiento urbano.

En 2019 ya no quedan casi fronteras por derribar y todos estos festivales cuentan con carteles que apuntan hacia la fusión musical total. Como todo esto es muy social, de convivencia, también, en un plano positivo, los festivalespueden ser un buen puntode aprendizaje para saber reciclar. Malo será que tras estar reciclando dudante días latas de cerveza y envases de vidrio, uno vuelva a casa y continúe despreciando al medio ambiente.

En el plano comercial, ahora que no se venden discos, que ciertos comportamientos ilegales (piratear los nuevos éxitos) son tan difíciles de perseguir, los festivales se han convertido en un escaparate perfecto para el consumo y distribución de los éxitos de siempre –o nuevos– y una manera de apoyar la música en directo. Algo tan antiguo como los festivales medievales, pero esta vez con un objetivo muy claro: los jóvenes. Sin ellos nada de todo esto sería posible. Verano tras verano.