La vuelta al vascoiberismo de la Mano de Irulegui
El catedrático Antonio Arnáiz-Villena centra su trabajo en «hablar sobre la relación histórica entre el euskera y el íbero antiguo»
Madrid Creada:
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Desde obras de Pompeyo Trogo (siglo I a.C.) a escritos de Alfonso X el Sabio, el vascoiberismo se instaló como una identidad compartida entre el íbero antiguo y el vasco o euskera. Un hecho que durante los últimos años ha sido ignorado o denostado, pues no ha sido hasta tiempos recientes que esta afirmación ha vuelto a obtener la importancia que mereciera. Explica a este diario Antonio Arnáiz-Villena, catedrático y fundador del departamento de Inmunología de la Universidad Complutense, experto en investigaciones sobre la historia genética de los grupos étnicos, así como en la elaboración de hipótesis lingüísticas novedosas, que «nuestra obra, la de la asociación “Euskeraren jatorria” (“El origen del euskera”), ha hecho aflorar de nuevo el vascoiberismo». Una situación que se ha acentuado con «la reciente aparición en las cercanías de Pamplona de la Mano de Irulegui, escrita en íbero con palabras de traducción vasca descrita por fonología y semántica». Esta pieza bimilenaria ha reavivado el debate alrededor del origen de la lengua vasca, y asegura Arnáiz-Villena que «gracias a este objeto están todos de acuerdo en que el euskera era el íbero antiguo». Asimismo, el investigador, que lleva más de dos décadas estudiando estos aspectos, añade que «hemos encontrado que el íbero está escrito en las rocas de las Islas Canarias, así como revisando los textos de franceses, en el Sahara. Por ello nos interesa hablar de la historia, de cómo se ha considerado, desde la Guerra de las Galias hasta los cronistas de los Reyes Católicos, que el euskera era el íbero antiguo».
Si bien hace miles de años bajo el desierto del Sahara existieron multitudes de ríos y lagos, la desertificación hizo que sus habitantes se moviesen en todas las direcciones, huyendo. «En este periodo es posible que gran cantidad de norteafricanos entrasen en Iberia, siendo decisivos en la formación de lo que serían los íberos», explica Arnáiz-Villena. Así lo demuestran las escrituras halladas en Canarias y en el centro del Sahara, y que han definido como el Círculo Canario-Sahariano. «Hemos postulado dicho círculo como posible origen del íbero, ya que el signario ibérico-tartésico mismo se encuentra grabado en rocas de dichos lugares», apunta, y remite a trabajos de investigación al respecto que ha publicado junto al equipo que dirige en la Universidad Complutense, entre los que se encuentran el investigador canario Fabio Suárez-Trujillo, el catedrático Martín-Villa, Marcial Medina de Lanzarote y Félix Lancha de Zalamea la Real (Huelva).
Entre dichos trabajos, destacan aquellos en los que Arnáiz-Villena y equipo han analizado dos de los varios paneles de escritura rupestre hallados en la ladera del volcán Tenezara, en Lanzarote. Una publicación que se centra en inscripciones ibero-guanches, anteriormente denominadas latinas, y que explican cómo «la Prehistoria de Canarias se ha caracterizado por un fuerte dogmatismo y abandono. Se han dejado de lado descubrimientos que no encajaban en la historia oficial. Estas inscripciones han sido olvidadas una vez se descubrió que estaban relacionadas con las ibéricas», resume el estudio. Con esto, además cabe destacar que los canarios, norteafricanos e ibéricos muestran un estrecho parentesco genético. Y así lo explican los expertos en la publicación «El Círculo Saharo-Canario: la olvidada Prehistoria de la fachada atlántica euroafricana y la falta de pruebas de entrada de gentes orientales»: «Se ha producido un flujo continuo de genes, cultura y personas entre África e Iberia en ambas direcciones a través del Estrecho de Gibraltar durante la Prehistoria». La cultura mediterránea «se construyó gracias a las interacciones de africanos y europeos que convivieron durante miles de años», cosa que «se ha atribuido erróneamente en exclusiva a Roma y Grecia».
En definitiva, apunta Arnáiz-Villena que ha sido la mano de Irulegui la que ha permitido consolidar la teoría en la que lleva años trabajando. Pues tras su descubrimiento «se hicieron eco todos los medios del país y del mundo y, aparentemente, y sin estar toda la inscripción traducida oficialmente, aunque hay varias propuestas en nuestra asociación, varios de los académicos más anti vascoiberistas ya admiten de nuevo, tras 70 años de anti vascoiberismo, que el vasco y el íbero son idénticos o muy cercanos. Todo ello por la mano de Irulegui», concluye.