Opinión

El Atlético y el día de la marmota

El Cholo sigue empeñado en que los rojiblancos jueguen como un equipo pequeño

Diego Pablo Simeone, en el partido ante el Getafe en el Estadio Cívitas Metropolitano de Madrid
Diego Pablo Simeone, en el partido ante el Getafe en el Estadio Cívitas Metropolitano de MadridKiko HuescaAgencia EFE

Si el ser humano es el único sobre la faz de la tierra que es capaz de tropezar dos veces en la misma piedra, en el caso del Atlético de Madrid la afirmación se queda tremendamente corta. Es agotador ver como el equipo rojiblanco, independientemente del nivel del rival de turno, cae en la trampa de continuar jugando como hace más de un lustro, cuando se demuestra, partido a partido, que el sistema en cuestión no funciona. En esta ocasión el beneficiado fue el Getafe, penúltimo de la tabla y que no fue capaz de generar una sola inquietud en la portería de Oblak, que pasó absolutamente desapercibido en el encuentro hasta que Simeone decidió cambiar lo que estaba funcionando.

Cuando haces lo de siempre, lo más habitual es que te pase lo de siempre, pero el entrenador argentino, empeñado en ganarle el pulso a la razón, no parece dispuesto a cambiar un ápice su filosofía de juego. Con 1-0 en el marcador, minuto 75, en casa y con un rival que no pasaba del centro del campo, el Cholo sacó del terreno de juego a su delantero centro para meter un centrocampista, cambió el sistema a una defensa de cinco que no funciona ni a tiros y cedió el campo y el balón a los de Quique Sánchez Flores, a los que bastaron dos centros laterales para forzar un penalti que les permitiera sacar un punto con el que ni habían soñado.

Por jugar como un equipo pequeño, los rojiblancos dejaron escapar dos puntos más. Son ya la mitad de los jugados los que han volado del Metropolitano.

Afortunadamente para el Atlético, no quedar entre los cuatro primeros –hay cuatro puntos de ventaja con el Villarreal y el Betis– se antoja demasiado complicado por mucho que se empeñe Simeone, el equipo o el comité arbitral. Esta vez le toco el turno a Mateu Lahoz que, en su permanente búsqueda de protagonismo, decidió no pitar un penalti de libro de Djené a Morata que hubiera dejado al Getafe con 10 futbolistas más de 70 minutos de partido.

Es asombroso el poco, por no decir nulo, respeto que tienen los árbitros españoles al máximo goleador de la selección, al que le pueden coser a patadas con total impunidad hasta que llegue una lesión de gravedad, sea portada del periódico y luego todos lo lamentaremos.