Opinión
El 7-0 de España no puede dar mal bajío
Conviene echarle un poco de agua al vino de la euforia porque la única utilidad de la primera fase es meterse en los octavos de final
Blasona España de ser la única selección campeona del mundo capaz de sobreponerse a una derrota en el debut y a aquella epopeya sudafricana, que comenzó con un gatillazo inicial contra Suiza, se agarran los devotos de Leo Messi y de Argentina, que parecen lo mismo, pero son cosa distinta. También los alemanes, imagino, aunque a éstos mejor será rematarlos el domingo para no complicarse contra Japón en el cierre de un grupo, y aquí queríamos llegar, en cuya evolución se intuye una devaluación de la goleada sobre Costa Rica. Para que nos entendamos: lo lógico sería que los ticos se fuesen de vacío y el pase se juegue entre los otros tres contendientes.
Es lugar común que no quieren los gitanos buenos principios para sus hijos y así lo confirmó la selección, coronada en Johannesburgo tras el fiasco inicial de Durban, pero convendrán también que mejor será darse un festín de goles y embolsarse tres puntos que transitar por estos saberes populares, siempre a caballo entre el esoterismo y la estupidez. Como para casi todo, la historia ofrece ejemplos para solaz de optimistas y contraejemplos para espanto de supersticiosos. España logró contra Costa Rica su marcador más abultado en una fase final de Mundial superando el 6-1 que le endosó a Bulgaria en 1998… cuando no pasó de la primera fase.
La mayor goleada de la historia de Mundial es el 10-1 que le endosó Hungría a El Salvador en Elche, en 1982. El partido acabó con un operario del Nuevo Altabix sosteniendo en vilo un cartelón con un “0″ para que el marcador manual no señalase empate a uno. Los magiares, un excelente equipo con figurones como Fazekas, Nyilassi o Lazslo Kiss, no pasaron a la siguiente fase. En 2006, la España de Luis Aragonés deslumbró con un 4-0 a Ucrania, un resultado de mucho más valor que el de Costa Rica por haberlo logrado frente a un futuro cuartofinalista, pero se topó en octavos con la última Francia de Zidane y volvió a casa antes de lo previsto.
¡Parece una desgracia meterle siete a Keylor Navas! En absoluto, aunque convenga echarle un poco de agua al vino de la euforia porque la única utilidad de la primera fase es meterse en los octavos de final, un Mundial nuevo al que tanto da clasificarse con nueve puntos y quince goles marcados que después de tres empates a cero. Contra un lamentable equipo costarricense, los héroes de 2014 ya no tenían más fuelle, España sumó tres puntos, deparó una magnífica tarde de fútbol y reclutó para la causa de Luis Enrique a muchos aficionados dubitativos. No es ganar el Mundial, vale, pero no se puede pedir más.
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