Amarcord
El día que Nadal soñó con el demarraje definitivo
El tenista balear deshizo, hace un año en Melbourne, el empate a veinte títulos del Grand Slam que tenía con Djokovic y Federer
A finales de 2021, el tenis había recuperado cierta normalidad después de dos temporadas perturbadas por el covid. Novak Djokovic, con su autoritario tres de tres hasta Wimbledon, había establecido el triple empate a veinte títulos del Grand Slam con las otras dos leyendas. Esa veintena, redonda e increíble, que Roger Federer había alcanzado en Australia 2018 y a la que Rafa Nadal se había unido en Roland Garros 2020, en aquella edición otoñal y pandémica, con frío meteorológico y ambiente glacial. Daniil Medvedev era el nuevo terror de las pistas, el hombre que había impedido a Nole, con su triple 6-4 en la final del US Open, elevar su cuenta de «majors» hasta los 21.
Sesenta títulos equivalen a quince temporadas copando los cuatro trofeos anuales del Grand Slam, una barbaridad que se remonta a julio de 2003, cuando Roger Federer ganó su primer Wimbledon, y que ha enterrado en la frustración a varias generaciones de tenistas, desde los meritorios Stan Wawrinka y Andy Murray –que consiguieron ganar tres Grand Slams cada uno– hasta titanes sin suerte como David Ferrer, Thomas Berdych, Jo Tsonga o Robin Soderling –palmarés en blanco con un par de finales y media docena de semifinales perdidas–, pasando por estrellas como Marin Cilic, Dominic Thiem o Juan Martín del Potro que sólo besaron la gloria un día.
El Abierto de Australia que abría 2022 era el punto de partida de la batalla por el desempate, ya que los tres mosqueteros encaraban las rectas finales de sus respectivas carreras. El más veterano, Roger Federer, se caía por lesión –estaba retirado de facto y lo anunció oficialmente meses después– y el más joven, Novak Djokovic, era expulsado de Melbourne por las autoridades al término de un circo político-sanitario desencadenado por su rechazo a la vacuna anti-covid. Rafa Nadal estaba ante la oportunidad de demarrar en solitario, por tanto, con la condición de domar a una manada de jóvenes lobos. El más hambriento era el primer cabeza de serie.
Medvedev comenzó la final de Melbourne igual que en la de Nueva York unos meses antes: practicando un tenis sencillamente inabordable. Ni para Nole ni para Rafa ni para nadie. El 2-6 del primer set era elocuente y su ajustado triunfo en el tie-break del segundo pareció confirmar la consagración del ruso. Con 2-3 en la tercera manga, Nadal se vio ante tres bolas de rotura que eran casi match-balls, un 0-40 irremontable para cualquiera menos para el campeón español. Levantó ese juego y por aquel pequeño intersticio se coló para completar una remontada de leyenda 6-4, 6-4 y 7-5 al cabo de casi cinco horas y media (5:24), la segunda más larga de la historia en el torneo australiano.
Rafa Nadal ganó en primavera su decimocuarto Roland Garros y su vigesimosegundo título grande, con la añadidura de una victoria en cuartos sobre Djokovic (6-2, 4-6, 6-2 y 7-6 desprendiendo una enorme sensación de control) que debía suponer el golpe definitivo en la moral del serbio. ¿Se había acabado la carrera en pos del mejor palmarés de todos los tiempos? Para nada, Nole triunfó sobre la hierba de Wimbledon y, vetado en el US Open por la estricta burocracia estadounidense, aplazó su persecución hasta 2023.
La exhibición que ha completado Novak Djokovic en Melbourne fue imponente. Lastrado por un dolor en el muslo, o no, se ha paseado por el primer Major del año dejándose sólo un set en sus siete partidos, frente al «qualy» Enzo Couacaud en segunda ronda. En su punto de mira, no sólo está distanciar a un disminuido Nadal, sino también los 109 títulos de Jimmy Connors, el que más ha ganado en la «era Open» (él suma ya 93). Pero nadie tiene derecho a enterrar antes de tiempo al hombre que hace un año festejaba su «major» número 21.
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