Cumbre de la UE
Tercer día de cumbre sin visos de acuerdo: «Queremos ayudar al Sur, pero con reformas»
España se resiste a los recortes exigidos por los «frugales». El Norte tan sólo acepta un acuerdo de mínimos, pero París y Berlín prefieren un pacto ambicioso antes que uno rápido
Ha sido como tocar la misma partitura con diferentes instrumentos. Los líderes europeos se enzarzaron ayer en una nueva reunión maratoniana, la tercera jornada de una cumbre que en un principio iba a terminar el pasado sábado. Revoloteando alrededor de círculos concéntricos, Norte y Sur del club comunitario continuaban sin cerrar una profunda brecha sobre el Plan de Reconstrucción europeo que pretende paliar los efectos devastadores de la pandemia. Al cierre de esta edición, los líderes continuaban reunidos y no se descartaba un nuevo encuentro durante el día de hoy.
Estaba previsto que los líderes europeos se reunieran ayer en una nueva sesión plenaria a las 12 del mediodía y que incluso Charles Michel presentara una nueva propuesta para desatascar la situación. Pero, ante la disparidad de las posturas y las divisiones entre Norte y Sur del club comunitario, prosiguieron los encuentros en formato reducido en alianzas y contra alianzas. Hubo que esperar hasta pasadas las siete de la tarde para que los líderes europeos se reunieran ya a Veintisiete durante la cena.
Resistencia numantina
La jornada del sábado había estado marcada por una fuerte ofensiva de los denominados frugales (Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia) y una resistencia numantina por parte de los países del Sur a restar ambición al paquete de ayuda. Tras más de siete horas de regateo durante el día de ayer, este primer grupo al que se ha sumado Finlandia presentó una oferta consistente en hasta 350.000 millones de euros en subvenciones a fondo perdido, una importante reducción desde la propuesta inicial de la Comisión Europea –apadrinada por París y Berlín– de 500.000 millones de euros en ayudas no reembolsables. A pesar de este recorte, el grupo de los cinco frugales subrayaba ayer que su propuesta inicial no contemplaba ninguna ayuda directa, tan sólo créditos. Para ellos es una gran cesión. «Estamos intentando ver todos juntos adónde nos va a llevar esto. ¿Cómo podemos salir de ahí? Es complicado. Nos damos cuenta de que hay problemas importantes en el Sur y queremos ayudarles también, pero queremos que el Sur implemente las reformas necesarias», dijo el primer ministro holandés Mark Rutte.
Pero el Sur se resistía ayer a aceptar la oferta y volvía a la estrategia de resistir hasta vencer o, al menos, no perder. Fuentes diplomáticas españolas no querían ayer poner números sobre la mesa, pero subrayaban la necesidad de «una propuesta ambiciosa, en consonancia con el desafío que la UE tiene entre sí y la magnitud de las crisis provocada por la pandemia». Otras delegaciones defendían abiertamente que la cifra de transferencias no fuera interior a los 400.000 millones de euros. Este último grupo consiguió una importante aliada: la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde. En unas declaraciones para la agencia Reuters, la exministra francesa mostró sus preferencias por un acuerdo de envergadura, antes que por un pacto inminente. «Desearía que los líderes se pongan de acuerdo sobre un acuerdo ambicioso antes que rápido», aseguró Lagarde.
Más allá de los números, los principios permanecen más o menos invariables. Los países austeros quieren reducir el tamaño del fondo por valor de 750.000 millones de euros (hasta los 700.000 según la última oferta), recortar de manera drástica el porcentajes de ayudas directas no reembolsables e imponer una severa vigilancia sobre las reformas realizadas a cambio de este dinero europeo, ya que desconfían de la voluntad y disciplina de los países del Sur. El otro bando pugna por que el grueso del paquete llegue en forma de subvenciones a fondo perdido, y no préstamos, con el objetivo de no seguir engordando la deuda.
Entre medio, otros asuntos en liza como los cheques compensatorios que los frugales y Alemania reciben por su saldo negativo entre aportaciones y ayudas en el marco financiero plurianual 2021-2027, a imagen y semejanza del cheque británico negociado por Margaret Thatcher. Países como España, Italia y Francia quieren terminar con ellos al considerarlos como una reliquia del pasado, pero pueden ser una contrapartida eficiente si las negociaciones del Fondo de Reconstrucción siguen enquistadas. Charles Michel mantiene estos cheques en su última propuesta y todo indica que podrían ser incluso más generosos.
En esta cumbre no sólo se decide el futuro económico de club comunitario, sino también su propia razón de existir, después de que la insolidaridad y el sálvese quién pueda marcaran los primeros compases de la respuesta a la pandemia. También los cada vez más inciertos equilibrios de poder. La cruzada de los frugales supone también una fuerte contestación a la alianza de París y Berlín, que tras algunos titubeos logró ponerse de acuerdo en el Palacio de Meseberg para mirar en la misma dirección. El gran salto adelante provino de la canciller germana Angela Merkel, que cruzó el Rubicón al aceptar esta emisión de deuda europea a gran escala y las subvenciones a fondo perdido, auténticos anatemas para Berlín hace no tanto tiempo, después de los famosos «nein» alemanes durante la crisis de deuda de la pasada década. La canciller, ya en progresiva retirada de la vida política, asumió la presidencia semestral del club comunitario el pasado 1 de julio y este pasado viernes cumplió 66 años en plenas negociaciones con sus socios europeos. Resulta difícil aceptar que termine sus casi 15 años de liderazgo casi incontestable dentro del club con una severa derrota con un gol casi en propia portería, cuándo ella ha sido la líder natural del bando de la austeridad.
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