Contradicciones
Modernizar el Gobierno
Desde que llegó a La Moncloa Pedro Sánchez no ha hecho más que adoptar decisiones antiguas
En recientes declaraciones el presidente del Gobierno Pedro Sánchez recomendó al Rey Felipe VI que «siga modernizando la monarquía». La cuestión no dejaría de ser una frase hecha en un país desarrollado, con un sistema constitucional occidental como el nuestro, que se entendería fácilmente si no proviniera de un presidente que habla de «modernizar», cuando desde que llegó a La Moncloa no ha hecho más que adoptar decisiones antiguas. Agigantando el número de miembros en su Consejo de Ministros; adoptando subidas de impuestos que ya ningún país vecino moderno aplica; asaltando el poder judicial con nombramientos tan partidistas como el de la Fiscal General del Estado; cuestionando permanentemente los estudios del Banco de España como cuando le plantea una agenda reformista o afirma que el 10% de las empresas españolas se encuentra en riesgo de liquidación y no llegarán a 2022, especialmente pymes; negando la colaboración público-privada, ni siquiera para desatascar los servicios estatales de Empleo, cuando se encamina a los 6 millones de parados reales (los 3,9 oficiales, más los 1,1 millones afectados por ERTE y autónomos con «prestación extraordinaria», y los más de 500.000 de los cursos de formación y demandantes de empleo con disponibilidad limitada excluidos de las listas de paro); pronosticando un déficit público del 11,3% para 2020, superando el récord del 11,2% de 2011; atacando la libertad de educación, la escuela concertada y el propio manejo del español dañando su posición en la UE como lengua de trabajo; amparando el aventurerismo político y cantos a la estatalización de empresas propios de hace un siglo; obstaculizando la intervención contra la pandemia de farmacias, clínicas veterinarias y resto del sector sanitario y hospitalario de iniciativa social; intentando anestesiar la iniciativa individual y familiar creando ciudadanos subsidiados y pasivos.
¿Cómo no va a molestar que desde otros ámbitos se coja una pala ante la nieve circundante que, marketing al margen, tiene valor pedagógico para quienes no quieren que de esta crisis salgamos más vulnerables, indefensos y dependientes? Y en medio de esta crisis sociosanitaria e invernal, el Gobierno aprovecha para sacar adelante en las Cortes la urgente Ley de Memoria Democrática. Ahondando en su planteamiento guerracivilista, pretendiendo ensalzar un régimen republicano de hace 90 años, que por cierto alteró unilateralmente hasta la bandera nacional que no había modificado ni la I República. Un Gobierno esforzado en exaltar a viejos agitadores indocumentados, como Largo Caballero o Prieto, quienes con su convocatoria antirepublicana de revolución armada proletaria de octubre de 1934, condujeron a una guerra fratricida, pretendiendo emular aquí la Rusia bolchevique de 1917. Un Gobierno del que forman parte socios autodeclarados comunistas, cuando en países como Alemania están constitucionalmente prohibidos y no podrían ser ni profesores becarios de universidad, como su vicepresidente segundo. Y sustentado en el voto de antiguos terroristas. Como si en Italia o el Bundestag se apoyaran en exmiembros de las Brigadas Rojas, o la banda Baader-Meinhof. Mientras, la desconfianza hacia su trasnochado plan presupuestario paraliza futuros proyectos de inversión.
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