Opinión

Coartada pandémica para subir impuestos

La secretaria del Tesoro americana y la jefa del FMI reclaman subidas de impuestos a empresas y rentas altas en todo el mundo para gastar más contra la COVID-19

Kristalina Georgieva, directora general del FMI
Kristalina Georgieva, directora general del FMISHAWN THEWEFE

Benjamin Franklin (1706-1790) es recordado con frecuencia por haber dicho que «en este mundo solo hay dos cosas seguras: la muerte y pagar impuestos». Más de dos siglos después, la pandemia de la COVID-19 que dejará entre sus secuelas una subida de impuestos global que, añadida a la factura trágica en vidas, confirma la veracidad de la frase atribuida al americano. Janet Yellen, secretaria del Tesoro de los EE UU –equivalente a ministra de Hacienda–, reclama que todos los países apliquen un impuesto de sociedades del 28%. Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), ¿quién te ha visto y quién te ve?, da un paso todavía más allá y plantea aumentar –dice que temporalmente– los impuestos a las rentas más altas para hacer frente a las políticas de gastos ingentes aplicadas para mitigar los efectos de la pandemia, convertida también en coartada perfecta para un más que probable expolio fiscal de dudosa efectividad.

Yellen, Georgieva y todos quienes les aplauden sueñan el casi imposible de que la próxima cumbre del G-20 –España participa como país invitado permanente– pacte esa subida de impuestos, aunque parece utópico alcanzar un consenso general. David Malpass, presidente del Banco Mundial, institución de alguna manera complementaria al FMI, advierte de los peligros de una subida generalizada del impuesto de sociedades, que perjudicaría también a los países menos desarrollados. Perderían –en el caso de que se sumaran a ese carro o fueran obligados– el reclamo de unos impuestos bajos para atraer muchas inversiones. La ocurrencia/iniciativa de la elegida por el presidente Biden para llevar los asuntos económicos, respaldada por la jefa del FMI, dará alas en España a Pedro Sánchez y también a Pablo Iglesias, sin olvidar a algunos indepes como Rufián, para impulsar una subida importante de impuestos en España y además para «armonizar» los que dependen directamente de las comunidades autónomas, como los de Patrimonio y Sucesiones. La diferencia es que Yellen, sin tapujos habla de subidas –que darán munición a los partidarios de Donald Trump, que nadie lo olvide– mientras que el Gobierno español recurre a eufemismos.

La subida de impuestos a las grandes corporaciones multinacionales –y menos grandes– y las rentas más altas es muy popular en casi todas partes y es la coartada que van a utilizar la mayoría de los gobiernos. Sin embargo, no todo es tan de color de rosa, además de un tanto utópico. La historia de la fiscalidad constata una y otra vez que el gravar más a las empresas se traduce, con bastante rapidez además, en aumentos de precios para mantener los beneficios. Es decir, el alza fiscal se traslada a los consumidores o a los clientes, a los ciudadanos que son en definitiva quienes pagan esos impuestos de una manera o de otra. Es cierto que algunas compañías globales –siempre se utilizan los ejemplos de Amazon, Google, Apple y Facebook, entre otras– apenas pagan impuestos en muchos de los países en los que operan, lo que no impide que si se encuentran fórmulas para que lo hagan no repercutan esas alzas en los precios de sus productos y servicios.

Los gobiernos de casi todo el mundo, embarcados en gigantescos programas de gasto, en teoría contra la pandemia que también enmascara dispendios superfluos, necesitan ingresar más, pero esgrimir que la solución es subir los impuestos a las empresas al mismo tiempo en todas partes es hacer trampas en el solitario y, sobre todo, a los ciudadanos. Hay, en todos los países –también en España–, ventajas fiscales discutibles para las empresas, pero ese alza generalizada no es más que una coartada global para aumentar la presión fiscal casi sin oposición ni críticas. Es una tentación irresistible y en España, para Sánchez, Iglesias y otros, una coartada histórica, que llevaría aparejada la paradoja de ver, por ejemplo, cómo el líder de Unidas Podemos invoca al FMI para defender y apoyar una subida generalizada de impuestos, como esa en la que trabaja la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Es obvio que Franklin tenía razón, aunque hay quienes defienden que en realidad fue Daniel Defoe el que primero dijo, en 1726, que lo único seguro en el mundo son la muerte y los impuestos.

Prolongación de Ertes y peligro de consolidar «empleos zombis»

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha anunciado que los Ertes se prolongarán más allá del 31 de mayo y nadie descarta que pudieran extenderse hasta final de año si la temporada de verano no es buena. El Banco de España ya ha advertido de que los Ertes pierden efectividad con el paso del tiempo y hay economistas que piensan que si se prolongan demasiado lo único que harán será consolidar «empleos zombis», es decir, inviables.

Roubini vuelve a pronosticar otra catástrofe en los mercados bursátiles

Las bolsas mundiales se han recuperado, algunas con creces, de las caídas del año pasado provocadas por la pandemia. Las americanas, tanto el Dow Jones como el S&P, alcanzan cotas históricas de forma sucesiva y cada vez son más los que advierten sobre el «mal de altura». Nouriel Roubini, el gurú también conocido como «doctor catástrofe» por sus repetidas predicciones pesimistas, se suma a los que prevén, como mucho a medio plazo, un batacazo en los mercados de valores, sostenidos por el gas de la risa monetario –creación masiva y continuada de dinero– que fabrican los bancos centrales de casi todo el mundo. La bolsa española todavía no se ha recuperado del bajonazo de la pandemia, pero eso no permitiría para quedarse al margen de un desplome en los principales mercados de valores.