Testimonio

«El coronavirus también iba a ser una cosa aislada»

Silvia, madrileña, de 34 años, cuestiona a las autoridades, teme no poder trabajar y quedarse aislada socialmente

Silvia, en un supermercado haciendo una compra de velas
Silvia, en un supermercado haciendo una compra de velasLa Razón

El «gran apagón» se ha convertido en uno de los temas de conversación más recurrentes entre nuestra sociedad. De hecho, las búsquedas en Internet se han disparado exponencialmente ante la posibilidad de que pudiera producirse de manera inminente. Esta previsión temporal, reforzada por el aviso institucional de algunos países europeos para que sus ciudadanos comiencen a aprovisionarse y unida a un sentimiento generalizado de desconfianza hacia los mensajes tranquilizadores de nuestras autoridades, han generado confusión, miedos e incertidumbre.

«Aseguran que en España sería improbable que se produjera este gran apagón y que, de producirse, el suministro estaría garantizado; sin embargo, desconfío de todo lo que dicen. Si recuerdas, es exactamente lo que ocurrió con la pandemia del Covid-19. Nos aseguraron que en España se detectarían casos aislados, que los contagios serían como una gripe y que teníamos un sistema sanitario lo suficientemente robusto y preparado para que no se produjese el mismo escenario dramático que en otros países. Nada más lejos de la realidad». Con estas palabras resume Silvia el origen de su preocupación ante la posibilidad de un corte de luz masivo y de larga duración en toda Europa, o, incluso, en el mundo.

Silvia tiene 34 años y vive en Madrid. Se considera una persona escéptica e intelectualmente inquieta. Y asegura que esta cuestión le genera mucha intranquilidad. «Es inevitable preguntarse qué pasaría si, de pronto, nos quedáramos sin luz. Esta situación tendría repercusión a nivel económico, de movilidad… Piénsalo: sería un caos. Sin electricidad, no podríamos cocinar, no tendríamos agua caliente, se produciría un desabastecimiento de muchos productos que tendrían que dejar de fabricarse, sería un riesgo recibir asistencia sanitaria en un hospital, no podríamos disponer de dinero a través del cajero, se producirían saqueos debido a que no funcionarían los sistemas de alarma…», deduce.

Silvia forma parte de esa generación denominada «millenial» que vive constantemente conectada a internet, que es experta en tecnología, y que cree firmemente en la importancia de la transformación digital. El «gran apagón» también le preocupa en este sentido. «Nos hemos acostumbrado a vivir con tanta tecnología que es impensable prescindir de ella, ya sea para trabajar o para relacionarnos. De hecho, sin electricidad, muchas personas no podríamos trabajar. Nuestra forma de relacionarnos también tiene relación indirecta con la electricidad. ¿Cómo mantendríamos el contacto? ¿Tendríamos que volver de llamar a la puerta de sus casas? Pero ¿qué pasa vives en un piso?», pregunta.

Silvia insiste en que no pretende generar alarmismo, sobre todo, siendo consciente de que miles de personas arrastran todavía el trauma de la emergencia sanitaria vivida por la pandemia. Sin embargo, insiste en que sería más efectivo preparar a la población. «Algunos países europeos, como Austria o Alemania, han avisado a su población de que debían aprovisionarse –almacenar comida, agua potable, alguna radio, pilas, velas, combustible, etc.– para hacer frente a un apagón masivo que podría suceder hoy mismo o de cara a los próximos cinco años. Han creado, incluso, unidades militares capaces de dar respuesta a la población en esta situación de emergencia. Como han hecho estos países, se trata de informar a los ciudadanos sobre cuáles son los escenarios que podrían producirse y cómo tenemos que prepararnos».

Los «preparacionistas» se multiplican en las redes

«Somos capaces de hacer fuego sin cerillas, construir refugios solo con materiales de la naturaleza, hacer armas para cazar o defendernos y buscar comida en el campo». Así afrontan los conocidos como «preparacionistas» –derivado del vocablo inglés «preper»– la llegada del caos apocalíptico. Son personas que no quieren que les pille el fin de mundo con el paso cambiado y que se prepara para el fin de la humanidad acudiendo a cursos de supervivencia, que han proliferado exponencialmente en España a consecuencia de la pandemia. Se aprenden las técnicas básicas para hacer frente a cualquier catástrofe, una creencia que va en aumento desde que el coronavirus entró en nuestra vidas. En menos de un año, la demanda de estos cursos ha crecido más de un 30%, aseguran fuentes de estas escuelas. Estos grupos de «preparacionistas» se multiplican en las redes sociales, en las que intercambian inquietudes y también consejos. Algunos llegan más lejos y construyen ya en el campo verdaderos búnkeres.