Opinión
Pedro Jones Sánchez Keynes
El Gobierno hizo que el Congreso rechazara en mayo, apoyado por sus socios parlamentarios habituales y por Vox, por 237 votos a 98, una propuesta del PP de reducir el IVA del 21 al 5%
John Maynard Keynes (1883-1946), uno de los dos economistas más influyentes del siglo XX –el otro sería Hayek–, que también ganó y perdió en las Bolsas cantidades importantes y fue un cínico notable, dijo aquello de que «cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión, ¿usted qué hace?». Amigo de Virginia Woolf y miembro del elitista grupo de Bloomsbury, podía permitirse esas supuestas excentricidades, así como su ambivalencia sexual, en una época de modos y costumbres casi victorianos.
Mucho más moderno, Harrison Ford, en su papel de Indiana Jones, en la primera entrega de «En busca del arca perdida», en medio de una pelea de película en un zoco egipcio respondía, cuando uno de sus amigos le preguntaba que cuál era el plan, «improviso sobre la marcha». Pedro Sánchez, doctor en Economía, no tuvo más remedio que estudiar a Keynes en su momento, aunque no existe constancia de que conozca la cita sobre el cambio de opinión. Hay pocas dudas, por razones generacionales, de que viera –una o más veces– la película de Spielberg, aunque apenas tuviera nueve años cuando se estrenó en 1981. También por eso es probable que no lo recuerde, pero quizá la naturalidad con la que el aventurero cinematográfico se adaptaba a las circunstancias del momento quedara impregnada en el niño que era el inquilino de la Moncloa cuando vio el despliegue de acción y de imaginación de la película por primera vez.
Cambiar de opinión
La coherencia en Sánchez es cambiar de opinión de forma permanente decía, más o menos, Carlos Alsina, en su primer programa de la temporada. El presidente acababa de anunciar –siempre en la SER o en «El País», campo amistoso, casi propio– que el Gobierno, en contra de lo que había sostenido desde principios de año, rebajará el IVA del gas del 21al 5% a partir de octubre. Es justo lo que el PP propuso en el Congreso de los Diputados a finales de abril y que la Cámara, el 11 de mayo, tumbó por 237 votos en contra –el PSOE y todos sus aliados, y también Vox, con Abascal a la cabeza– y 98 a favor. Aquel día, el ignoto diputado socialista Germán Renau descalificó a los populares y su propuesta, como si fuera un veneno para los ciudadanos y para los más desprotegidos. Unidas Podemos no se anduvo a la zaga, con argumentos similares. No han pasado ni seis meses, pero los hechos, como decía Keynes, y sobre todo las encuestas han cambiado. Por eso, y porque hay que improvisar cuando no queda otra alternativa, el líder socialista ha sacado de su chistera la medida de rebajar el IVA del gas, en las vísperas de un otoño-invierno más que incierto en asuntos energéticos. Por eso, y porque el martes se ha emplazado, con las reglas que pone él mismo, con Alberto Núñez Feijóo –al que teme– en el Senado, en un debate capado desde el principio, pero que le permitirá argumentar que ha tendido su mano a la oposición que, claro, no puede rechazar lo mismo que propuso en la primavera pasada.
Los árboles de la pelea política doméstica Sánchez-Feijóo –los demás son teloneros, importantes, pero teloneros– oculta el bosque de una realidad incierta. El mundo, y sobre todo la Europa próspera –casi convertida en parque temático–, vive inmerso en una crisis energética, que no es igual, pero que recuerda a las de los años 70 y 80 del siglo pasado y que cambiaron todos los paradigmas energéticos. La Unión Europeas –y también España– ha cometido errores importantes en una política energética que ahora enseña sus agujeros.
Sin red de seguridad
La apuesta decidida por las energías limpias es muy loable, pero quizá se ha puesto en marcha sin red de seguridad, sobre todo en un área que carece de fuentes energéticas y en donde Alemania, por ejemplo, depende del gas ruso, que Vladimir Putin ha convertido en un arma bélica incluso más importante que los tanques o determinados misiles que no puede utilizar si no quiere desatar una catástrofe planetaria. Europa ha penalizado, con impuestos altos, todas las energías de origen fósil –gas incluido–, que es lo que explica, además de la guerra del sátrapa ruso, el alza de precios, sin olvidar posibles restricciones –en España menos probables, pero no imposibles– por falta histórica de previsión. Sánchez confía en que la posición española, al margen del precio, es por una vez mejor que, por ejemplo, la de Alemania, pero la solidaridad europea empieza a hacer aguas. Francia no quiere saber nada del gasoducto Midcat, que daría a España ventajas estratégicas, a pesar de las peticiones del canciller alemán Olaf Scholz y del propio Sánchez que, sin duda, tendrá que volver a cambiar de opinión una vez más, aunque eso para él carece de importancia, porque es su estado natural. Es, en el fondo, algo así como Pedro Jones Sánchez Keynes.
El Banco Central Europeo duda entre subir 0,50 ó 0,75 puntos los tipos de interés
La inflación en el conjunto de la zona euro ha vuelto a subir y alcanza un histórico 9,1%, lo que coloca al Banco Central Europeo (BCE), que preside Christine Lagarde, ante la duda de subir los tipos de interés la próxima semana 0,50 ó 0,75 puntos. El aumento anterior de 0,50 puntos, el primero en un decenio, fue adoptado por mayoría con consenso, no por unanimidad. La discusión se centra en si una subida mayor que otra lastrará lo justo o más de lo necesario el crecimiento económico.
En Lugo hay menos de un cotizante por cada pensionista; en Baleares, tres
Lugo es la provincia española con peor relación entre cotizantes a la SS y pensionistas, ya que hay 0,97 cotizantes por cada pensión pagada. En el otro extremo, las Islas Baleares, donde la relación es de 3,02 cotizantes por cada pensionista. En el total de España, apenas hay dos cotizantes por cada pensionista, o lo que es lo mismo, 20 millones de afiliados en activo a la Seguridad Social mantienen o sufragan un total de casi diez millones de pensiones, exactamente, 9,95 millones.
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