Opinión
El otoño casi feliz del presidente
Pedro Sánchez, que esbozó un panorama casi idílico de la economía española, intentó en el debate del Senado anunciar un «otoño feliz, frente al «otoño del patriarca» que ha esgrimido Feijóo
Pedro Sánchez, que intenta anunciar un «otoño feliz, frente al «otoño del patriarca» que ha esgrimido Alberto Núñez Feijóo, intentó aniquilar políticamente a su adversario, pero no lo consiguió. Quizá recordó una frase de la novela de Gabriel García Márquez: «todo sobreviviente es un mal enemigo para toda la vida». Ayer, aunque lo intentó, no desarboló al líder del PP. Feijóo, que estuvo en el ring dialéctico de la tribuna del Senado con una mano atada a la espalda –el tiempo del presidente quintuplicó al de su adversario–, tampoco tumbó al jefe de los socialistas. Cada uno convenció a su parroquia y queda la incógnita de cuántas nuevas voluntades habrán conseguido atraer.
El debate parlamentario, más allá de la contienda política –es lo que se ventilaba–, aportó poco en el terreno económico, salvo que Sánchez aspira a convertir en estructurales algunas subvenciones para tener contenta a la clientela. El presidente admitió que existen incertidumbres, que puede llegar la recesión y que hay que prepararse para lo peor. Al mismo tiempo, esbozó un panorama casi idílico de la economía española, con crecimiento, menos paro, menos deuda y ayudas para todos, incluida la que se va a conceder a las empresas de cogeneración, además del guiño del subsidio de paro para las empleadas del hogar.
Núñez Feijóo, que ofreció un documento con propuestas que el presidente ignorará, lo ve muy diferente y con los mismos datos: la economía española todavía no ha recuperado la situación prepandemia, el paro vuelve a crecer y la política del Gobierno no solo no reduce, sino que aumenta la deuda pública. Ni uno ni otro tienen un bálsamo de Fierabrás para un horizonte complicado, aunque el líder del PP sí admite que la situación es difícil, la primera condición para hallar soluciones. Por supuesto, el pacto de rentas, que tantos expertos recomiendan –otra versión de los Pactos de la Moncloa– y que creen imprescindibles para frenar la inflación, brilló por su ausencia.
Sánchez, en campaña electoral, como le reprocharon los «indepes» catalanes, quería hundir a Feijóo, que tampoco logró todos sus objetivos, pero sí ha demostrado que es un adversario temible y que, sobre todo, sobrevive en el otoño casi feliz del presidente.
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